Eren levanto a Lissana y la puso encima de la mesa, sin dejar de besarla. Ella no parecía incómoda con el cambio, siguió aferrada a él, mientras devolvía activamente su beso.
Ambos se encontraban en un frenesí de besos, sus respiraciones entrecortadas empezaron a llenar la silenciosa habitación. Las manos de Eren acariciaban su cintura y subieron hasta su espalda.
A Lissana se le escapó un gemido, al parecer era sensible al toque de sus dedos. Pero ella no era la única, Eren gruño al sentir las manos de Lissana deslizarse al interior de su bata, al recorrerle la espalda.
Eren fue el que detuvo todo, rompiendo el momento.
— Deberíamos detenernos, esto no está bien.
A Lissana se le escapó un gruñido, cuando las manos de Eren se detuvieron. Lo cual sorprendió a ella misma.
Su rostro s
