Natalie Tenía que admitir que las velas, le daban un ambiente algo mágico al cuarto. Habíamos puesto las suficientes como para que se viera lo suficientemente iluminado, aunque en algún momento, estas se acabarían y no sabría qué hacer en ese momento para calmar a Ethan, quien de vez en cuando movía su pie más que nervioso y ansioso. Finalmente, luego de comer, nos recostamos en la gran cama de él, juntos. Recién eran las nueve de la noche. —14 horas… —suspiró Ethan. Asentí. —¿Qué podemos hacer en 14 horas que no involucre luz? Ambos nos miramos de reojo, probablemente con la misma idea en la mente. —Deberías quitarte eso —comentó Ethan como si nada, desviando la vista hacia otra parte y ligeramente sonrojado—. Puedes ponerte una camiseta mía. Asentí y volteé, sentándome sobre