Llegué a casa, cansado y disperso y me dirigí a mi cuarto en silencio. Por el pasillo me topé con Harold, quien iba caminando. En cuanto nos vimos, él pretendió pasar a su lado sin tomarme en cuenta, pero me coloqué frente a él. —Harold… quería hacer algo —pedí. —¿Sí? —Harold alzó su ceja, con mucha sospecha y seguramente meditando si venía en son de paz o no—. ¿Qué necesitas? —Yo, quisiera empezar una campaña… ya sabes —me encogí de hombros, simulando desinterés—. Para chicos sin hogar o estudiantes de bajos recursos que están trabajando para vivir aquí —vi un atisbo de sonrisa en Harold—. Es que el invierno es horrible. —¿Tienes alguna idea para comenzar? —preguntó, orgulloso. —Bueno, esperaba que me pudieras aconsejar —admití, mirando hacia otra parte—. Tú sabes mucho más de est