Natalie Abrí la puerta de mi cuarto, que hacía pocos segundos había sonado. —¡¿Kevin?! —grité con total sorpresa, al reconocer al chico frente a mí. Él entrecerró sus ojos. —¿Por qué pareces sorprendida? —preguntó, con resentimiento. —Ah, bueno, es que yo… —no supe qué decir—. ¿Qué haces aquí? —¿Cómo que qué hago aquí? —frunció el ceño, ofendido, aunque sabía bien que en el fondo, no era así. El avanzó dentro del cuarto—. Ya que te has tomado la molestia de faltar y abandonarme en las reuniones de consejo desde hace un buen rato, vine a informarte de los avances de la guerra contra Amber. —Ah, lo siento —exclamé arrepentida—. Hemos tenido algunas dificultades en casa. —¿Por tres semanas? —preguntó Kevin, sentándose en mi cama y comenzando a jugar con su celular, como siempre hacía