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2789 Palabras

—¡Que no le pondrás veneno al pastel! —grité, empujando a Ameliè fuera de la cocina—. ¡Prepara el té! Ella sonrió con burla. —Vamos, Maurice, sabes que jamás haría eso. Era una insignificante bromita, ya conoces mi política. —¿Entonces no te acercarás a ese chico? —pregunté, con sospecha. —No necesito eso, lo seduciré con mis curvas únicamente —comentó coqueta, moviendo las caderas y guiñándome el ojo. —Agh… como digas… —comenté, con expresión asqueada. —¡Ponte a cocinar ya! —reclamó ella, molesta. Sonreí. —Comida de primera calidad para los chicos ricos, en camino —comenté, comenzando a preparar los platos. —Así me gusta —comentó ella—. Adoro a los hombres trabajadores. *** Adam Los chicos conversaban en la mesa, esperando su desayuno. —Debo ir al baño —comenté de pronto,

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