Katherine.
Me cambio y bajo para jugar con mi pequeño en la piscina.
—¡Mira, mamá! Puedo nadar yo solo.
—¡Sí, puedo verlo, mi amor! ¡Me siento tan orgullosa de ti!
Me siento al borde de la piscina y hundo mis pies en el agua. Mi hijo es increíble, no necesita a su padre, es un niño feliz y afortunado que lo tiene todo, siempre lo protegeré y haré todo por él. No quiero que mi hijo pase hambre o dolor como yo.
Me pregunto, ¿por qué su padre es tan frío? Creo que Alessandro solo es un maldito niño que nació en cuna de oro y que nunca en su vida le han dado un no como respuesta.
Mi hijo corre hacia mí y lo siento a mi lado. Pero... algo no anda bien.
—¿Qué pasa, bebé?
—No lo sé, es solo que desde hace días no puedo respirar bien, siento que me falta el aire.
Mi hijo respira con dificultad, acaricio su espalda y veo moretones en su piel, como si alguien lo hubiese golpeado.
—¡Sandra!
—¿Qué pasa, mi niña?
—Llama al doctor inmediatamente, dile que es urgente.
—¿Te sientes mal, Katherine?
—Sandra, no hagas preguntas, ve y llama al doctor.
Espero que no sea nada grave, aunque mi maldito presentimiento me dice que algo malo sucede.
Alessandro.
Solo llevo un día y siento que me voy a volver loco. Esto me recuerda a ese maldito orfanato, le llamé a mi hermano, no tengo una buena relación con él, espero que me ayude.
—¡Mi amor!
Escuchar la voz de Annaliese me hace sentir tranquilo.
—Annaliese, por favor, quiero que me saques de aquí.
Ella toma mis manos y besa mis labios.
—No te preocupes, mi amor. Pagué la multa y mi padre arregló todo, saldrás en este momento.
—¡¿Eso es verdad, mi diosa griega?!
—Por supuesto, eres mi prometido, sabes que siempre estaré contigo en las buenas y en las malas.
La mujer que acompaño ayer a esa perra abre la celda. Me río en su cara.
Salgo junto a Annaliese y subo a su auto.
—¡¿Cómo me sacaste?! Admito que tengo muchas cosas por las cuales debería quedarme en la cárcel.
—¿No recuerdas que tu suegro, o sea mi padre, es juez?
—Es verdad, lo había olvidado. ¿Cómo es que volviste tan pronto?
—Eso no es lo importante, querido.
—No puedo ir a casa, esa maldita mujer me quito todo.
—No te preocupes, te quedarás en mi mansión hasta que mi padre solucione todo, además te daré dinero y todo lo que necesites, tu tranquilo.
—Eres la mejor, Annaliese.
Llegamos a casa de mi novia.
—No te preocupes, fui a tu casa antes y empaque algo de tu ropa, está arriba, puedes darte una ducha y después comer lo que tú quieras, cariño.
—Tengo algo más crucial que hacer en este momento, ¿podrías prestarme tu auto?
—Por supuesto, cariño.
Ella me entrega las llaves y corro al auto, entro y lo pongo en marcha.
Al llegar a mi mansión las puertas están abiertas, entro y veo a María.
—¡Me alegra que esté bien, señor!
—Gracias, María. Subiré por algo a mi habitación, ¿te irás de la mansión?
—La señorita Katherine me dijo que ahora ella es mi jefa, quiere que mantenga la casa limpia.
—Bueno, está bien, María.
Subo a mi habitación y busco a mi princesa. La encuentro, tomo su pequeña jaula y salgo sin que nadie me vea. La dejo en el asiento trasero y me dirijo a casa de mi novia. En el camino le compro una zanahoria y un poco de lechuga fresca.
—Debes tener mucha hambre, princesa.
Ella come y mueve sus hermosas mejillas, me hace sentir tan tranquilo.
Al llegar a casa subo por las escaleras, estuve muchas veces en este lugar, lo conozco tanto como mi casa, quiero mostrarle a Annaliese mi princesa, creo que le gustará mucho.
Antes de entrar a la habitación la escucho discutir con alguien.
Abro la puerta y los encuentro en la cama.
—¡Amor, no es lo que...!
Continuará...