Alessandro.
Al llegar la noche le envió un mensaje a esa mujer con la dirección para vernos. Tengo mucha curiosidad, ¿en realidad es tan buena en la cama? Quiero comprobarlo esta noche.
Me dirijo al auto y subo.
—Buenas noches, señor, ¿a dónde lo llevaré esta noche?
—Quiero ir al club privado al que fuimos hace dos meses con el socio de la empresa Black, ¿lo recuerdas, Marcel?
—Sí, señor.
Esa mujer es tan estúpida, piensa que puede confiar en mí. Yo no confió ni en mi propia sombra.
Katherine.
Recibo el mensaje de ese imbécil. Subo a mi auto y me dirijo al lugar. Sé que es un prestigioso club privado solo para personas importantes. No le tengo miedo y no me importa que sea un club y que la mayoría, por supuesto, solo sean hombres, sé protegerme.
Escuche toda la tarde a Elsa pidiéndome que no cometa una locura y que hable las cosas, con ese maldito hombre no se puede hablar. Le voy a disparar en la puta boca si me ofende una vez más.
Mi plan es seducir a ese hombre y llevarlo a una habitación, lo único que quiero es deshacerme de él.
Llego al sitio, antes de entrar le doy las llaves del auto al acomodador. Estoy a punto de entrar y un hombre enorme no me lo permite.
—Señorita, ¿su tarjeta?
—¿Tarjeta?
—Este es un club para empresarios, además, es privado, sin una tarjeta, no puede entrar.
Veo a ese bastardo.
—¡No te preocupes, Nick! Ella es mi invitada especial.
—Lo siento, señor. Adelante, señorita. Bienvenida.
—Sígueme y no te alejes —me pide.
Frente a la barra muchas mujeres bailan y se desnudan.
"¡¿Se supone que esto es un club de empresarios y de alto prestigio?!"
Caminamos por un pequeño corredor, alejándonos de todo el ruido de la música. Sé que es la zona VIP. Llegamos a una habitación con sofás de color vino y un tubo en medio de la habitación.
Me siento y él también lo hace a mi lado.
Un hombre entra y nos da algo de beber.
—No quiero, gracias.
—¿Piensas que le puse algo a tu bebida, Katherine?
—No lo creo, sé que lo hiciste. Te detesto, al igual que tú a mí, no vine a beber contigo en tu mundo sucio y corrupto.
Él cambia las bebidas y me da la suya.
—Toma, las bebidas no tienen nada, es la mía, así que puedes beber sin miedo, solo quiero que hablemos como dos adultos y padres de un pequeño.
—Por favor, no me hagas reír.
—¡¿Por qué estás siempre a la defensiva, Katherine?! Yo solo quiero hablar contigo.
—Talvez porque eres un maldito bastardo, el cual en este momento finge ser amable para convencerme de darle los viñedos, cosa que nunca haré, así que pierdes tu tiempo.
—¿No me los darás, Katherine?
—Nunca, Alessandro.
—Entonces me llevarás a hacer algo que no quería.
Él deja tranquilamente su vaso sobre la mesa y se acera a mí lentamente.
—No te tengo miedo, Alessandro.
—Deberías.
Él se lanza sobre mí, saco mi arma y él me la quita rápidamente, forcejeamos y él saca una jeringa con un líquido transparente.
—¡¿Qué harás?!
—Es tu última oportunidad, muñeca. Quiero toda la herencia completa, o ese bastardo será mío.
—¡No le llames así a mi hijo!
Arañó su rostro y golpeó su entrepierna, logró salir, pero dos hombres me detienen en la entrada. Ahora me doy cuenta de que esto fue mala idea. Elsa tenía razón.
Él me inyecta algo que me hace sentir mareada al instante.
—No te preocupes, muñeca. Esto solo es para nos podamos divertir, no te haré nada malo, quiero que cooperes para que esta noche sea inolvidable, solo quiero saber lo buena que eres en la cama.
—¡Maldito bastardo cerdo!
—A eso te dedicabas a satisfacer al viejo, entonces quiero que lo hagas conmigo.
Me dejo caer en el sofá y no puedo moverme, siento calor por todo mi cuerpo. Los hombres salen de la habitación y mi corazón se detiene.
No puedo evitarlo y empiezo a llorar. Quería que mi primera vez fuera especial y ahora todo está perdido. Nunca debí venir y ahora lo entiendo.
Todo me da vueltas y siento mucho sueño, cada minuto que pasa pierdo más el sentido de la realidad.
Alessandro.
Ella comienza a reírse, sé que la droga hizo efecto.
Me coloco sobre ella.
Ella me abraza y me sonríe.
—Eres un príncipe, muy lindo.
No quiero abusar a esta mujer, no es mi estilo. Cuando pida la custodia de ese mocoso quiero tener imágenes de su madre en este estado. Tomo algunas fotografías.
—¡Hace calor, príncipe!
Ella continúa riendo y empieza a levantar su vestido hasta que lo saca por completo y lo arroja al suelo.
Me siento a ver las fotografías, ella se sienta sobre mí en bragas y sostén. Ella intenta besarme, aparto mi rostro. La estiro sobre el sofá y busco su vestido para vestirla.
—¡Príncipe! ¿Dónde estás?
Intento vestirla, pero ella no se deja.
Ella me empuja y se coloca sobre mí, une sus labios con los míos. Dejo que lo haga, de todas formas no me provoca nada esta puta pueblerina.
Le sigo el juego, sin embargo, creo que es por la droga, ella besa tan torpemente.
—Siempre supe que mi primer beso sería con un príncipe.
—¿Primer beso?
—Sí, mi primer beso.
Ella se acuesta sobre el sofá con sus piernas sobre mi regazo. Me levanto y empiezo a vestirla. Ella arroja manotazos y no me deja hacerlo, se levanta un poco y vuelve a tomar mis labios.
Sin darme cuenta una gran erección se forma entre mis piernas. Nunca me había pasado esto por el beso de una mujer, más una mujer drogada con los ojos cerrados.
Ella se quita el sostén y después las bragas.
La observo detenidamente, es una vista completamente agradable a mis ojos. Su cuerpo es precioso, ¿qué podría esperarse de una muñeca? Sus pezones están duros, paso mi lengua por su pezón rosado y excitado. Ella gime y sonríe con los ojos cerrados.
Esta mujer tiene algo diferente, desborda inocencia, ahora entiendo por qué el viejo estaba loco por ella. Sacó mi polla de mi pantalón y la coloco en su entrada, primero muevo mi pene de arriba abajo, haciendo énfasis en su clítoris. Ella muerde sus carnosos labios e inclina su espalda.
Me coloco en su entrada listo para entrar en ella.
—¿Quieres que lo haga, muñeca?
—Sí, quiero hacerlo por primera vez con un príncipe.
¿Por primera vez?
Intento entrar en ella lentamente, no puedo hacerlo, una barrera me lo impide, además de la deliciosa estreches de su v****a. Lo intento un poco más, pero ella llora.
—¡Me duele, príncipe! No sigas.
Toco con mis dedos y ella se relaja. ¡¿Ella en verdad es virgen?! ¿Por qué el viejo le dio todo sin nada a cambio? Dejo de intentarlo, no puedo hacer esto, hasta un maldito como yo tiene sus límites. Me visto y después hago lo mismo con ella.
—¡Yo quería hacerlo contigo, príncipe! —Me grita.
La cargo hasta llegar a su auto. Ella habla y solo abre un poco los ojos.
—No me siento bien, quiero ir a casa.
—Te llevaré a casa, muñeca.
—Marcel, conduce atrás de mí, no te separes.
—Está bien, señor.
Conduzco el auto de esta mujer hasta llegar a la casa del viejo. La dejo en su auto y subo al mío.
—¿Nos vamos, señor?
—Espera, Marcel.
Otra mujer joven sale de la mansión y le ayuda a entrar a casa.
—Ahora si podemos irnos, Marcel.
Al llegar a casa me dirijo a mi oficina y me siento a pensar. Es tan extraño todo esto, me quito el saco y puedo sentir el perfume de esa mujer.
Sé que con la droga ella no recordará nada mañana. Lo importante es que tengo las fotografías y las usaré en el momento que sea necesario para acabar con ella.
Katherine.
Despierto y siento que mi cabeza va a explotar en cualquier momento. Mi cuerpo se siente pesado y duele un poco, intento recordar lo que paso la noche anterior, pero no puedo hacerlo. Me levanto con cuidado sosteniéndome del dosel en la cama.
Un pequeño recuerdo como un flashback llega a mi cabeza. Ese hombre sobre mí besándome y yo sin ropa. Después de eso no recuerdo nada.
¡Esto no es verdad! Tengo que hablar cara a cara con ese bastardo. Me doy un baño y me arreglo, todos aún duermen, son las seis de la mañana. Busco la dirección de la casa en la agenda de mi padre, la encuentro y la anoto.
Subo a mi auto y me dirijo a su casa.
Al llegar veo a un hombre que me parece conocido, creo que lo vi ayer por la noche.
Bajo del auto, intento pasar, pero el hombre no me deja seguir.
—¡No puede pasar, señorita! Primero le daré aviso a mi jefe.
Espero un poco.
—Puede pasar, señorita. La llevaré con el señor William.
—Está bien, gracias.
Este lugar es hermoso, la hermosa chimenea en la sala y una hermosa estatua de león, es muy minimalista.
—Espere aquí, por favor, puede tomar asiento, el señor bajará en un momento.
—Gracias.
Me siento y observo todo por un momento, no parece la casa de ese maldito hombre. Me siento mareada por lo de anoche.
La voz a mis espaldas me sorprende y a la vez me irrita tanto.
—¡¿Qué es lo que quieres?!
—¿Qué fue lo que paso ayer, no lo recuerdo? Eres tan poco hombre y me drogaste.
Él me sonríe y camina a pasos lentos sin quitarle los ojos de encima.
—¿En verdad quieres saber todo lo que hicimos ayer? Un caballero no habla de sus amantes, es un código de honor.
No puedo evitarlo y le doy una bofetada.
—¡Maldito bastardo! Eres una basura.
—Solo te diré, muñeca, que ayer no gritabas eso.
Él se coloca a mis espaldas.
—Te diré lo que paso ayer por la noche.
Su aliento toca mi cuello y me hace temblar, lo peor es que no me hace temblar por miedo, preferiría un millón de veces que fuese por miedo, lo juro.
—Tomamos una copa y después te coloqué un calmante, solo quería que te relajaras, deberías de darme las gracias. Tú me pedías que te follara y yo como caballero no puedo ignorar las peticiones de complacer a una dama. Ahora entiendo por qué el viejo estaba loquito por ti, me hiciste pasar un rato tan delicioso, muñeca. Bueno, todo lo demás es historia, te llevé a casa, de nada, por cierto.
—Pensaba en llegar a un acuerdo contigo, pero me doy cuenta de que no vale la pena con una basura como tú, no puedo creer que mi prime...
—¿Qué, tu primera, qué? Kat, ¿podemos repetir otra vez, me gusto? ¿Estás libre esta noche? ¿Qué me pedirás a mí, un auto, esta mansión? Lo que quieras.
—¡Te dejaré en la calle maldito bastardo, juro que lo haré!
Salgo de ese lugar y subo a mi auto.
Durante el camino le llamo a otro amigo de mi padre. Sé que está retirado, pero es un abogado de prestigio en la ciudad, espero que pueda ayudarme o recomendarme a alguien de confianza.
Si no quería nada, pues ahora lo quiero todo, ahora esta venganza es personal.