Danna Garrido Despierto y la realidad que me negaba a aceptar hace un momento me golpea como un camión de cemento en la cara. Mí cabeza parece haberse partido en dos y mis ojos se sienten arenosos y pesados, tanto que me cuesta muchísimo fijar la mirada hacia un punto específico. Mis peores temores se confirman cuándo me doy cuenta de que lo que pensé había sido una pesadilla, o por lo menos así lo hubiese deseado, no es más que la triste realidad que tendré que afrontar de ahora en más. Elian está sentado a un lado de nuestra cama con la cara entre sus manos y sus hombros dan pequeñas sacudidas que me dan a entender que tal vez está llorando. Muevo mí mano hacia la suya haciendo que dé un pequeño brinco al sentir de repente el contacto de mí mano sobre él. — Danna, ¿Estás bien? — se