Gael Moya. —¡De rodillas! —ordena apenas se asoma por la puerta del baño y caminando a paso lento hacia donde estoy. —¡Santa Mierda! —exclamo por inercia mientras mi boca cae por el suelo impresionado. —Daa...nnaa… —¡De rodillas! —repite antes de avanzar por completo con sus taconazos retumbando en toda la habitación, hasta quedarse a un paso de mí. Trago saliva cientos, miles de veces y no consigo desanudar mi garganta. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Sabía que nada sería normal con ella en nuestra luna de miel, pero esto superó ampliamente todas mis expectativas. Logró sorprenderme una vez más. No necesita que me lo repita por segunda ocasión, de inmediato y sin ninguna queja, caigo de rodillas a sus pies dispuesto a lo que sea que quiera hacer conmigo llevando mis manos a mis muslos y