Brittainy Stewart.
«¿Qué acabo de hacer? ¡Estoy loca!».
¿Cómo se me ocurre aceptar esa propuesta? Esa decisión tomada sin nada de tiempo para pensar en las consecuencias no se suponía que pasara, no podía dejarme llevar así como así.
¿Ahora cómo me libero de esto? No puedo solo aparecerme en ese lugar, en el que nada se me perdió y que Mason, por más que intente mostrar una parte suya que es rara de ver en su tipo de clase, no puede ocultar que le sigue el lujo, la elegancia, el dinero y la responsabilidad.
Junto a él no es mi lugar. Más me vale entenderlo.
En primer lugar, al mostrarme en este sitio, solo fue por ver el partido y también, para poner en su lugar a ese idiota por haberme besado. Pero soy consciente de que no fue así en ningún momento, que me distraje en el proceso viendo la forma tan maravillosa en que se veía jugando y, aunque no soy la mayor fan de este deporte, fue divertido, intenso y emocionante, el verlo guiar a sus compañeros hasta la victoria.
¿Qué me está pasando? ¿Se supone que un beso cambia todo? ¡Dios! No entiendo nada.
Desde que conozco a Mason Rimmer lo he visto como un niño de papi y mami; no voy a negar que me parece buena persona, pero está fuera de mis límites. No voy a arriesgarme a que otra persona se vuelva a burlar de mí, que otra persona crea que tiene el derecho sobre todo, y aun más, que yo soy parte de ese "todos".
Mason no me parece ese tipo de personas. Y sé que puedo estar juzgando a un libro por su portada, pero no quiero volver a caer en una trampa absurda. Él muy bien lo dijo, fue a cobrar una deuda, solo por una apuesta, y no pienso permitir que me vea la cara.
Acepté que me gusta. Su declaración no deja de darme vueltas en la cabeza. Pero la decisión está tomada y me dice que me mantenga lejos.
Tengo que repetirme esto todas las veces que sean necesarias, porque no me puedo permitir el sentir algo por él.
—¡Hey, Britt! ¿A dónde vas, pequeña nerd? —Giro mi rostro y me encuentro al molesto de Charles, lo que me hace recordar la conversación que tengo pendiente con él.
—Deja de decirme así, que ya no es gracioso —replico con irritación.
Llega hasta donde estoy y me da un beso en la mejilla para saludarme.
—Pero si es lo que eres —murmura y sonríe—. Sin ti, no habría aprobado los tres últimos exámenes. Sabes que lo digo por cariño, pero dime, ¿a dónde vas?
Titubeo… no quiero que nadie sepa que de alguna forma estoy relacionada con Mason, me he ganado a pulso mi lugar en esta universidad y no quiero que se malentienda nada porque me vean cerca de él.
—Vale, vale, soy un metiche, lo sé, solo quería invitarte a la casa de la fraternidad esta noche, habrá una fiesta para celebrar que pasamos a semifinales
Agradezco que él haya cambiado de tema.
—Sabes bien que eso no es lo mío, nunca me ha gustado.
—Lo sé, pero no perdía nada con intentarlo, aunque sea por quinta vez —me sonríe.
—Muchas gracias de todas formas —intento marcharme porque no tengo idea ni siquiera de qué voy a ponerme.
—Te llevo a casa, sabes que me queda de camino.
Me rasco la cabeza un poco incómoda, porque no quiero que Charles malinterprete nada, pero no puedo rechazar la oferta, porque me ahorrará tiempo.
Acepto y nos vamos hacia su auto mientras conversamos. Muchas personas creen que él es un idiota; y quizás lo sea, pero al menos conmigo, nunca lo ha sido.
Estamos a pocas cuadras de mi casa y aprovecho para tocar un tema que no había hablado con él.
—Charles, necesito aclarar algo contigo, como tu tutora —hablo seria y él frunce el ceño—, no más peleas, Charles, no me importa la fraternidad, no me importa el futbol ni tu fama, si quieres que yo siga estudiando contigo y te ayude, no quiero saber que te vuelvas a involucrar en una.
—¿Cómo te enteraste? —Su mandíbula está apretada—, se supone que no debías hacerlo.
—Por eso me evadiste estas últimas semanas, ¿verdad? Por eso no llegaste a tus clases en la biblioteca conmigo. ¡Por Dios, Charles! Vas a reprobar el examen final.
—Calma, pequeña nerd, todo está bajo control.
—Ya te di una advertencia —digo, cuando él se estaciona frete a mi casa—. Una pelea mas y te olvidas de mí.
Abro la puerta haciendo amago de bajarme, pero él me detiene.
—Espera, Britt, sé que no quieres ir a la fiesta, pero me has ayudado mucho y me preguntaba si querias salir algún día conmigo…
Esto sí que no me lo esperaba.
Me quedo callada un rato, no sé qué responder ahora. Él me mira fijamente, mientras yo me quedo pensando en qué decir.
—Vale, saldrems algún día.
—¿Es una promesa? —insiste.
Asiento y me bajo del auto, fue lo primero que se me ocurrió decir, aunque no es algo que desee hacer.
Al entrar en casa, veo que nadie se encuentra en ella y me voy directo a mi habitación a pelear con mi clóset, enfrentándome al problema más grande de una mujer.
No sé qué ponerme.
Reviso en mi closet y saco algunos vestidos, imagino que el evento es elegante, de esos en los que la mayoría de las mujeres va vestida con algún traje de diseñador, pero yo no. Si él me invitó, espero que se conforme con lo que hay, porque esto es lo que soy.
Veo la hora y me apresuro, me baño, maquillo, arreglo el cabello en ondas suaves y me pongo mi vestido.
«Estoy lista», pienso cuando me veo en el espejo.
Bajo las escaleras hasta la sala y en este preciso instante entra mi madre con mi pequeño Ben en brazos, dormido. Ese niño me ha robado el corazón desde que nació, es que nunca imaginé que después de tantos años no pensaba tener un hermanito, pero agradezco su llegada a mi vida, porque ha llenado de alegría a mi familia.
—¿A dónde vas tan hermosa? —pregunta mi madre entre susurros para no despetarlo.
—Voy a una cena de beneficiencia —mi madre me indica que la espere un momento porque va a acostar a mi hermanito.
La espero y cuano regresa, resopla cansada.
—Ahora sí, cuéntame con quién vas. ¿Chase te invitó?
Aprieto los labios porque no sé como decirle esto.
—No…
—Entonces, ¿quién? ¿Algún pretendiente del que no estoy enterada?
—Mason Rimmer —susurro.
—¿Cómo? —comienza a reírse—, espera… hay algo que no entiendo. No se supone que él nos caia mal.
Amo la complicidad que tiene mi madre conmigo, ella es mi mejor amiga, definitivamente.
—Aún nos cae mal.
—¿Cómo es que vas a una cita con él?
Me quedo paralizada.
—No, no, no… —me río de ella—, no es una cita. Lo último que haría es salir en una cita con Mason Rimmer, mamá. Voy a la cena a hacer que gaste dinero.
Ella alza una ceja curiosa.
—Me dijo que si iba con él, podría elegir la cifra que donaría al albergue. Asi que pretendo gastar una buena parte de la fortuna Rimmer hoy para los más necesitados.
—Bien hecho, hija.
—Todo está fríamente calculado, madre, firma el cheque, lo entrega y luego me vengo a casa.
—Disfruta un poco entre la alta alcurnia de la ciudad hija —me alienta.
—No, gracias. No tengo nada que hacer al lado de una banda de estirados que se creen mas que todo el mundo ñ. Así que paso.
Alguien toca la puerta y mi mirada viaja al reloj de la sala, dos minutos antes de la hora acordada. Justo a tiempo. Abro la puerta y me espera un hombre vestido con traje quien me saluda y me dice que viene de parte del señor Rimmer. Me despido de mi madre y salgo para ver una gran limusina.
Esto, tendría loca a cualquier mujer, extasiada. Pero no a mí, si él pretende impresionarme con esto, está equivocado.
Estoy temblando y no tengo idea del porqué. Las manos me sudan y por más que intento calmarme, no lo logro.
—Hemos llegado, señorita —anuncia el chófer apenas llegamos al lugar.
Alguien me abre la puerta y en la entrada veo fotógrafos que no me toman en cuenta porque evidentemente no soy alguien importante. Me abren las puertas dobles del salón donde se efectúa el evento y reconozco su voz, en los parlantes, en medio del discurso.
Está hablando de la hermosa labor del albergue, de cómo la empresa de su familia contribuye mes a mes con distintas asociaciones para evitar que haya un incremento de niños en situación de calle y abandono en la ciudad, brindándole los mejores cuidados y beneficios.
Su mirada se cruza con la mía y se queda callado mientras me observa.
Se tarda más tiempo del necesario con su mirada puesta en mí y el silencio se prolonga. Es inevitable que el rubor se me suba a las mejillas cuando varias personas siguen su mirada y se dan cuenta que él me ve a mí.
Porque aunque suene estúpido, apenas llegué, todas las miradas estaban puestas en él, pero la suya, estaba puesta en mi.
Niego mientras rompo el contacto visual y es hasta ese entonces que él vuelve a retomar el discurso.
Algunas personas me siguen mirando, así que decido obligar a mis pesados pies a moverse de este lugar.
Si mi cuerpo antes temblaba, ahora con la atención de tantas personas, se ha convertido en gelatina.
No he prestado atención a nada de lo que dice, solo quiero alejarme de las personas. Veo una puerta abierta que da hacia algún tipo de lugar en el exterior y camino hacia allá. Pero antes de llegar, puedo ver cómo su amiguita se acerca a su lado en el podio, colocando una mano en su hombro.
«¡Ja! Solo amigos, a otro perro con ese hueso».
No tolero más ser el centro de atención para medio salón de fiesta, me falta el aire, siento como poco a poco la garganta se me cierra. Por eso, apresuro el paso para llegar a dónde quiero.
Apenas piso un pie fuera del lugar y la brisa fría de la ciudad me da en la cara, siento que puedo volver a respirar. Tomo una profunda inhalación mientras trato de calmarme.
¿Cómo se me ocurre venir aquí? Se siente… tan fuera de lugar, yo no estoy hecha para esto, nunca lo estaré, por más que quiera intentarlo.
Me abrazo a mí misma cuando el frío cala profundo en mis huesos, se supone que estaría resguardada dentro y por eso no me preocupé en traer algún tipo de abrigo sobre este ligero vestido.
—Te estaba buscando —puedo escuchar alivio en su voz—, por un momento pensé que no vendrías.
Me doy media vuelta para hacerle frente y logro detallarlo al completo. No voy a negar que el idiota se ve muy guapo. Tiene un traje n***o, hecho a la medida de tres piezas que indudablemente lo hace ver sexy.
Ya entiendo por qué la amiguita está siempre colgada a él.
—Pues aquí estoy —me encojo de hombros.
—Con todo respeto, quiero decirte que te ves hermosa… bueno, más de lo que ya eres.
Ahí está de nuevo ese sonrojo que viene a mi rostro una vez más. Trato de ocultar el rostro, pero un fuerte viendo azota mi cuerpo hasta estremecerlo y él se da cuenta.
Noto como se quita la chaqueta y me la extiende.
—No, no. Gracias, no la necesito.
Él gira los ojos, ante mí actitud.
—¿Puedes dejar de ser tan orgullosa, Bri? Quiero ayudarte, soy el anfitrión, la persona que te invitó y quiero que te sientas cómoda y a salvo. Si debo cuidarte del frío, es lo que haré.
Acerca su saco hacia mí y yo vuelvo a detenerlo.
—A ver Mason Rimmer, aclaremos algo desde ahora. —Él me escucha atentamente—. No sé que pretendías al darme un beso, así cuando me dijiste que tú eres diferente a los demás, quiero dejarte claro que esto —hago un ademán con mi mano, señalando todo— tu chofer con limusina, tu ropa cara, este lugar…nada de esto me impresiona, porque no soy como todas las mujeres a las que estás acostumbrado a ver, que con todo lo que le muestras, caen como bobas, conmigo no vas a jugar, si eso es lo que pretendes, estás equivocado. Solo vine aquí por un beneficio para los niños que lo necesitan y nada más. ¿Entendido?
Él me mira fijamente, mientras cierra la distancia entre nosotros. No me toca, ni yo a él, pero está cerca, tanto, que puedo sentir su aliento en mi rostro.
—Jamas he creído que eres como las demás, Bri, nunca me ha gustado lo común, si eso es lo que crees… ¿Por qué crees que mis ojos están puestos solo en ti? Porque tú no eres como las demás, porque tú has causado en mí lo que otras personas no, porque quiero que tú conozcas al verdadero hombre que hay dentro de mí y no del que todo el mundo habla.
Retrocedo. No puedo creerle, no puedo caer en su trampa solo por dos palabritas.
—Basta, Mason, estoy aquí solo por una cosa.
Él se vuelve a acercar.
—¿Segura? —insiste—. ¿Segura que no estás aquí porque sientes curiosidad de volver a sentir lo que sentiste cuando te besé? ¡Vamos, Bri! No me pareces una chica mentirosna.
Puedo sentir como su rostro se acerca poco a poco, como sus labios están a centímetros de los míos y lo peor de todo, es que no lo detengo.
Debería salir corriendo, porque estoy metiéndome en aguas profundas, sin saber nadar bien.
Me dejo llevar hasta que vuelvo a ver, justo detrás de él, que la puerta se abre y entra la misma mujer de vestido rojo, que estaba a su lado justo cuando llegué.
Eso me hace detenerlo, porque se siente incómodo hacer algo y no estar solos.
Ella no dice nada, solo nos mira fijamente, con decepción en su mirada. Pongo mis manos en el pecho de Mason y lo detengo.
—Te buscan…
—Quien quiera que sea, puede esperar —insiste.
—¿Incluso si soy yo? —la mujer habla mientras camina hacia nosotros.
—Aún más si eres tú. —Mason le da una mala cara, mientras toma mi mano, curiosamente no se siente incómodo y yo no me suelto de su agarre.
—Ah, ¿sí? Creí que me tenías más aprecio —bromea con él y yo contengo las ganas de girar los ojos.
—Por el aprecio y la confianza que te tengo, es que no me daría vergüenza pedirte que nos dejes solos porque estamos ocupados.
—Te la pasas siempre muy ocupado, Mason —suelta un comentario lleno de veneno y maldad.
—Creo que eso está demás —él la reprende—, no las he presentado. Bri, te presento a Christine, ella es como mi hermana. Christine, te presento a Brittainy, tu futura cuñada.
Le doy una mala mirada por la última frase que utilizó, pero decido seguirle el juego y extiendo la mano para saludarla.
Ella la ve y luego me mira de arriba abajo. Dejándome con la mano extendida.
—Lamento interrumpir, pero dentro nos esperan. Es un gusto conocerte —me da una falsa sonrisa antes de darse media vuelta.
«Es una perra, se ve a leguas», pienso mientras la veo caminar.
—¿Futura cuñada? —encaro a Mason antes de cualquier cosa.
—Sí —lo dice como si fuera obvio.
—Estás muy convencido de eso.
—Te diré algo que no quiero que se te olvide. Tú vas a ser mi esposa, Brittainy Stewart. No hoy, no en un mes o en un año. Pero te aseguro que algún día serás la señora de Rimmer. Te lo prometo por mi vida, por mi corazón, por todo lo que soy. Un día no muy lejano, nos amaremos tanto, que podría regresar de la muerte si esta se atreviera a separarte de mí. Confía en mí.