Capítulo 4. El quarterback suplente (parte 2)

2600 Palabras
Mason Rimmer El cambio de estrategia que nos fue explicada, funciona. También influye demasiado que todo lo que hago, cada jodido y atrevido movimiento, lo hago con el objetivo de mostrarle a ella mi mejor versión. Poco a poco vamos remontando el partido con cada anotación. Y no hay nada más maravilloso que ver el momento en que ella lo celebra con mis amigos. Mucho más cuando yo soy el protagonista y es evidente para mí que Britt lo disfruta de forma diferente a las demás. No obstante, a mi constante atención a sus reacciones, conforme el tiempo avanza y el partido llega a sus últimos minutos, me concentro en el juego para tratar de asegurar la victoria. No puedo explicar lo que la euforia en el estadio hace conmigo, la emoción no solo de la mujer que me tiene loco, sino de toda una afición confiada en que le daremos la victoria a nuestro equipo y podremos disputar la final. Quedan pocos segundos y solo nos falta una jugada. Si no nos sale bien, perderemos. Y perder no está en mi vocabulario, no en su presencia. Me prometí a mí mismo que le daría ese beso y lo juro por todo el universo que lo voy a obtener. Tengo el balón en la mano y corro lo más rápido que puedo, mis guardias me cubren y comienzan a taclear a quien quiera venir por mí, dejándome el camino libre. Salto sobre algunos que están en el suelo hasta llegar a la última línea y lanzo el balón para celebrar el touchdown que marca la diferencia para ganar el partido. Levanto mis brazos al aire y miro al cielo, grito emocionado, mientras en una fracción de segundo todos vienen sobre mí para celebrar. Me caen encima y la agitación, tanto en mis compañeros, como en las gradas, demuestra la alegría, el entusiasmo, por lo que acabamos de lograr. Esta victoria nos lleva un paso más adelante en el campeonato y no puedo estar más orgulloso de haber sido yo quien aportara esos últimos puntos que nos dieron ventaja y victoria. Después de tanta mierda que tuve en la cabeza, puedo decir que valió la pena. Poco a poco todos se alejan, celebrando por su cuenta. Las cámaras se acercan, los reporteros buscan las primeras entrevistas. No dejo de mirar a las gradas para ver si Britt sigue donde mismo, pero solo veo una marea de personas intentando acceder al campo y celebrar con los jugadores. Me desespera no saber si podré verla y respondo las preguntas de los periodistas con evidente ansiedad por dejarlos a la mierda y seguir mi camino. Pero esto es televisión nacional, en este nivel del campeonato los equipos restantes son extremadamente expuestos y toda publicidad que ayude a la universidad es bien recibida, así que no puedo dejar mal a mi equipo y menos, al campus. Cuando al fin me liberan, camino entre todos, abriéndome paso entre felicitaciones y gestos eufóricos, hasta que me encuentro con mis amigos, que ya venían por mí. Peter se detiene delante de mí, me abraza y golpea mi espalda con fuerza, emocionado por todo esto. Pero yo trato de ver por encima de su hombro, buscándola a ella entre el tumulto. —¿Por qué no sabíamos que eras tan malditamente bueno? Si hubieras sido QB antes, no tendríamos que depender de ninguna fraternidad para ser populares —reclama Peter, jodiéndome la existencia, como siempre. Resoplo y giro mis ojos. Insisto en mirar a sus espaldas, porque ella no puedo estar lejos. —Es algo temporal —aseguro, porque no creo que Charles permita que le quite su puesto, así como así. —Pues quizá no lo sea, hermano —interviene Chase, llegando a mi lado y repitiendo los mismos gestos de Peter antes—, lo hiciste muy bien. Le diste competencia a ese inútil, ahora va a tener que demostrar que es mejor que tú. No le presto demasiada atención a sus palabras, porque de repente el cabello rubio brillante de Britt aparece entre la gente y mi corazón se dispara, sin poder contenerlo. Ella viene hacia nosotros, a paso tímido, yo sigo cada paso suyo sintiendo que quiero ir en su busca, echarla sobre mi hombro y llevarla lejos, a un lugar donde nadie nos interrumpa y yo pueda besar sus labios por horas. Puedo ver una lucha interna en ella, me lo muestran sus ojos, no necesito preguntarle para saber que no sabe si acercarse o no. Chase sigue mi mirada y lo nota. —¡Ven, Britt, acércate! —le insiste, con un gesto exagerado. Ella le da una sonrisa y viene en nuestra dirección. Cuando llega a nuestro lado, no puedo dejar de mirar sus ojos. Ella solo me mira un segundo, sonrojada y murmura unas palabras que me parece reconocer como: “buen juego, Mason”. Otra vez mi nombre en sus labios hace de todo con mi cabeza. Recuerdo la forma en que me dijo en la biblioteca que yo le asustaba. No en el mal sentido, pero puedo asegurar ahora mismo que entiendo su posición y los motivos detrás de su declaración. El ruido a nuestro alrededor y la gente empujando, hacen que pronto estemos más pegados de lo que nunca habíamos estado antes de la biblioteca. A Chase y Peter se le vienen encima un par de porristas y ellos no dudan en dejarme solo. A pesar de que sé que están atentos al juego de tetas y culos que tienen enfrente, no dudo que ambos estén conscientes de lo que están permitiendo que suceda al alejarse. Dejan que este momento solo sea de nosotros. Ella y yo. Como si nada a nuestro alrededor importara. Yo entrelazo mis dedos y me siento más nervioso que en todo el partido. Por más que la presión estaba sobre mí y mi actuación, ahora siento que eso se queda en nada cuando sus ojos azules me observan a la expectativa. Nada más ha sido dicho, solo esas palabras que pudiera decir cualquiera que haya visto el juego y sea un fanático de este deporte. Doy un paso adelante, dispuesto a robarle ese beso que me prometí, aunque se note que no lo hago por la euforia del partido y la victoria, cuando de la nada, alguien corre hacia mí. Una mata de cabello rubio oscuro y cuerpo delgado se lanza a mis brazos, subiéndose sobre mi cuerpo, rodeando sus brazos en mi cuello y sus piernas aferradas a mi cintura. El chillido me hace estremecer y solo por un gesto involuntario, sostengo la cintura de quien ahora está pegada como mono a mi cuerpo. —¡Sí! Vi esa última anotación, eres un genio —grita Christine, antes de dejar un beso en mi mejilla que me toma completamente desprevenido—. Estoy tan orgullosa de ti, cariño. No digo nada, pero mi primer impulso es bajarla de mi regazo. Como no pesa nada, no me cuesta mucho, aunque ella se resiste. Pero pasa que no quiero que nada sea malinterpretado por Britt y la presencia de Christine hará justamente todo lo contrario. Sin embargo, cuando levanto la mirada, me doy cuenta que es demasiado tarde. Puedo ver la forma en que su rostro se desencaja y con los ojos brillantes, niega, antes de dar la media vuelta y marcharse. Me suelto del agarre de Christine, que sigue tomándome de la mano para llamar mi atención, ignorándola por completo. Hago el intento de alcanzar a Brittainy, que comienza a perderse más rápido de lo que debería entre toda la gente a nuestro alrededor, pero Christine me detiene. —¡Hey, guapo! ¿A dónde vas? —exclama, chillona, y me sujeta el brazo con fuerza. —Debo ir a solucionar algo, ya regreso —respondo solo por educación, pero no quiero darle explicación alguna. Ella niega. Su agarre en mi brazo se incrementa y me sorprende, en parte, que con lo delgada que es pueda hacerlo. Eso me demuestra cuán alto es su nivel de determinación. Yo alzo mi cuello para ver por encima de todos, pero Christine logra atravesarse en mi campo de visión. —Recuerda que tenemos la cena en la que iremos como representantes de nuestras familias. Son negocios, Mason, y ya es tarde —habla, recordándome algo que ya había pasado a segundo plano en mi mente. Cuando se da cuenta que yo no le presto atención, mira en la misma dirección que yo. —Solo serán unos minutos —digo, sin mirarla aún. No puedo perder de vista a Britt. —Ya es tarde, ¿qué pensara tu papá si se entera que llegamos tarde por unos líos de falda? —insiste, ahora con su toque de impaciencia y, además, mencionando algo que no debería ser su problema. Lo que pase entre mi papá y yo no es su problema. Y yo soy lo suficientemente grandecito para soportar sus regaños y defenderme. Detrás de ella, de repente y para mi molestia, aparece su chofer, que a la vez hace de niñero. Le señala el reloj y me mira a mí también, ejerciendo presión sobre ambos para que nos apuremos. No me queda más remedio que suspirar para calmar la impaciencia que viene en incremento, pero entiendo que es mi responsabilidad y me digo que debo apresurarme con lo que quiero hacer. Porque es importante que cumpla con mi rol, pero no puedo dejar que Brittainy piense lo que no es. —Lo sé, sé que es tarde, Christine, pero prefiero un regaño de mi padre a perder esta oportunidad —lo digo sin pensar mucho en las consecuencias y me largo, obviando su chillido sorprendido y corriendo detrás de Britt para alcanzarla. Aunque me cuesta encontrarla, lo hago. Nada más veo el resquicio de su cabello rubio suelto, la llamo. No puede seguir alejándose. Ya casi está por salir del estadio. —¡Bri, espera! —grito con fuerza, corriendo detrás de ella y sintiendo que toda la adrenalina del juego regresa a mí, en vez de desaparecer. Ella me escucha, se detiene y voltea con tanta calma, que yo disminuyo mis pasos y frunzo un poco el ceño. —¿Cómo me llamaste? —murmura, confundida. Un fuego extraño se muestra en sus ojos. Llego frente a ella y amo la forma en que sus ojos azules se alzan para ver a los míos. Nada de cabeza gacha. Nada de sentirse intimidada. —Bri —repito y me encojo de hombros. Sé que se lo dije en la biblioteca y sentí, más que vi, la forma en que su cuerpo reaccionó ante eso. Puedo ver que ahora es igual, pero ella trata de ocultarlo. —Debería ser Britt, es el diminutivo de mi nombre, todos me llaman así —rectifica y se cruza de brazos, evidentemente molesta, aunque no creo que sea por eso. Estrecho los ojos en su dirección. —Pero yo soy diferente a los demás —aseguro y disfruto de la manera en que gira sus ojos—, me gusta Bri, porque tú eres bri-llante. Ella me hace una mueca, dándome a entender que mi chiste no fue nada gracioso. —Termina la carrera, Mason, porque tu futuro como comediante te llevará a la quiebra —se ríe. Una sonrisa radiante se muestra en mi rostro. Es hermosa cuando ríe, mucho más si el motivo soy yo. Así sea a modo de burla. —Ahí está, al menos te hice reír. Un resoplido gracioso sale de ella. Sus pies se mueven, me doy cuenta que inconscientemente, como si estuviera nerviosa. A pesar de que se muestra segura de sí misma. —Me estoy riendo de ti, no de lo que dices, además, estoy molesta. ¿Cómo te atreves a darme un beso y a decir lo que dijiste cuando tienes novia? «¡Lo sabía! Ella pensó lo que no era». Y no demoró nada en mostrarme lo que piensa, siempre tan directa, mi bella Bri. —Christine no es mi novia, solo es alguien cercano a mi familia, como una hermana —le explico—, pero eso te lo puedo explicar y demostrar, mucho mejor, si accedes a acompañarme. Frunce el ceño. Está claro para mí que no cree del todo lo que le dije. —¿A dónde? Río, porque al menos su primera reacción no es negarse. —Hay una cena en beneficio a un albergue en la ciudad y ambos vamos en representación de nuestras familias… —Como pareja —me interrumpe y termina ella la frase. Resoplo frustrado. —¡Ya te dije que no! —exclamo, en parte irritado—. De hecho, vengo a invitarte. Ella se ríe. Niega con la cabeza. —¿Qué te hace pensar que voy a aceptar dicha invitación? Acorto la distancia que hay entre nosotros, noto al instante sus nervios y cómo retrocede. —Porque sé que ambos tenemos un tema pendiente, porque sé que quieres aclarar las cosas tanto como yo. Y aunque me detestes, como dices hacerlo, tu curiosidad es más grande… Se me ocurre una idea para que no se niegue, viendo que a pesar de todo ella no pierde la mirada en otro lugar que no sea de mis ojos a mis labios. —Además, si vas conmigo, donaré la cifra que desees a dicho albergue, ¿desaprovecharás la oportunidad? Sé que estoy jugando sucio, pero necesito jugar todas mis cartas. —Eso es chantaje —niega. —Lo sé, pero dime, ¿aceptas o no? Ella se queda un rato pensando, mientras yo deseo con todas mis fuerzas que acepte. —Está bien —dice a regañadientes un eterno minuto después. Sonrío otra vez con demasiadas ganas. —Necesito tu dirección, pediré que pasen por ti a las siete. —Puedo llegar sola —replica, con una ceja alzada. Esta mujer es terca. —Un caballero no dejaría que eso pase, si no puedo ir, mando a que te busquen. Ella saca un bolígrafo y comienza a escribir en una hoja, que al terminar me entrega. —Si llegan un minuto tarde por mí, no iré a ningún lado. —Por eso no tienes que preocuparte —aseguro y le guiño un ojo, mientras leo su dirección. —Otra cosa, no quiero que Chase ni Peter se enteren de esto —lo pide con determinación, así que asumo que debe ser importante para ella. —Tus deseos son órdenes para mí —le hago un gesto de soldado fiel. Nos quedamos mirando unos segundos sin decirnos nada más. Comienzo a pensar en que puedo robarme ese beso justo ahora, pero de repente, rompiendo nuestra burbuja, escucho la irritante voz de Christine a mis espaldas. —¡Mason, tenemos que ensayar el discurso, no podemos llegar tarde! Bri vuelve a girar los ojos al escucharla. —Ve, tu hermana te llama —hace énfasis en esa palabra—, pero recuerda, que no lleguen tarde por mí. —Nos vemos más tarde, hermosa. Le guiño un ojo antes de darme media vuelta y correr hacia Christine, quien me espera con un gesto nada agradable. Pero yo no le hago caso ni me importa lo que piense ella de esto. Nadie me va a quitar la alegría que siento ahora mismo y que nada tiene que ver con haber ganado el partido. No sé si esto cuenta como una cita o no, pero sé que, con su presencia, todo será mucho más interesante. Y al fin podré repetir ese beso que me quedó debiendo.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR