UNA PROPUESTA

845 Palabras
[ALYA] El teclado suena mecánico bajo mis dedos mientras trato de concentrarme en los números y planos de un proyecto de la empresa. Es difícil fingir normalidad. La conversación con Zaed en la playa sigue latiendo en mi mente, como un eco constante que se niega a desaparecer. Cada línea de texto, cada respiración, me recuerda lo que hemos compartido y lo que nunca podremos borrar. Intento cerrar los recuerdos y enfocarme en mi trabajo. Llevar mi vida con normalidad se siente como un acto de equilibrio sobre un alambre invisible. Pero la puerta de mi oficina se abre y un ligero golpe de perfume invade el espacio. —Alya —saluda Samuel, con esa sonrisa que mezcla confianza y arrogancia. —Samuel —respondo, intentando sonar profesional y poner un poco de distancia entre los dos—. ¿Qué haces aquí a esta hora? ¿No te habias ido ya? —Vengo a buscarte —dice, acercándose a mi escritorio con paso Seguro y me Vuelve a sonreir como lo hace siempre—. Necesitamos hablar… y además, pensé que podríamos cenar juntos. Mi ceño se frunce. No quiero confrontarlo ahora, no después de lo que siento por Zaed, no después de lo que me recuerda su cercanía. Pero él no me da espacio para excusas. Insiste, con esa determinación que a veces parece inquebrantable, y si a eso le sumo la rabia que siento con Zaed me es casi imposible negarme. —Está bien —suspiro, resignada. El viaje hacia el restaurante es silencioso. Samuel conduce, yo observo por la ventana mientras la ciudad parece seguir su ritmo indiferente, como si nada de lo que pasa en mi corazón tuviera importancia. Cada luz de neón me recuerda que el mundo sigue, aunque yo me sienta atrapada en un torbellino de recuerdos y emociones. La cena comienza con un menú elegante, platos que nunca realmente disfruto. Samuel habla, yo respondo, pero mi mente está en otro lugar, en Zaed, en lo que dejó atrás y en la promesa que me hizo… que me falló de nuevo. Cada gesto suyo, cada palabra cuidadosamente elegante, es un recordatorio de que estoy atrapada entre lo que debo y lo que deseo. —Alya —dice, de repente, con un tono que corta la conversación—. Necesito que me escuches con atención. Le doy mi mirada, expectante pero cautelosa. Siento un escalofrío recorrer mi espalda. —Sé que no siempre he sido directo, que tampoco he sido el hombre más romantic del mundo y sé que quizá crees que solo busco mi comodidad… pero quiero que sepas que te admiro, que te amo, que te respeto y que no quiero perder la oportunidad de pasar mi vida contigo. Mis ojos se abren un poco más, pero intento mantener el control. No quiero que mis emociones se desborden frente a él, no ahora. —Samuel… —comienzo, intentando modular la voz—. Esto… no es el momento. Él sonríe con una mezcla de nerviosismo y firmeza que me desconcierta. —Alya, no puedo esperar más. No después de todo este tiempo. —Hace una pausa y saca algo de su bolsillo—. Quiero que seas mi esposa. El mundo parece detenerse por un instante. La cuchara que sostenía cae casi sin que me dé cuenta. Mis emociones colapsan en una mezcla de incredulidad, miedo, y una rabia contenida que no puedo ni quiero mostrar. —¿Qué…? —mi voz es apenas un susurro, temblorosa—. ¿Me estás pidiendo matrimonio? —Sí —responde, firme, con una mirada que intenta atravesar mi coraza—. Quiero pasar el resto de mi vida contigo, Alya. Sé que somos un equipo, sé lo importante que eres para mí… y quiero que seas mi esposa. Trato de respirar, de calmar el torbellino que se agita dentro de mí. Por un lado, siento la presión de lo que debería ser “correcto”, pero por otro, el recuerdo de Zaed me consume. La rabia, el deseo, el amor que todavía arde… todo choca contra esta nueva propuesta. —Samuel… —digo, con lágrimas que amenazan con caer—. Esto es… demasiado. No puedo decidir nada ahora. No puedo. Él asiente, comprensivo pero persistente. —Lo sé, Alya. Pero necesitaba decírtelo. Necesitaba que supieras lo que siento. No puedo dejar pasar otro día sin que sepas que quiero que lo nuestro sea para siempre. El silencio cae entre nosotros, pesado, cargado de tensión. Afuera, la ciudad sigue su ritmo indiferente, ajena al caos que me envuelve. Siento que estoy atrapada entre dos mundos: uno de promesas seguras y confortables con Samuel, y otro lleno de pasión, recuerdos y heridas abiertas con Zaed. La cena continúa, pero mis pensamientos vuelven una y otra vez a la playa, a Zaed, a lo que podríamos haber tenido, y al abismo que ahora me separa de él. El anillo brilla tenuemente sobre la mesa, y sé que cada decisión que tome en los próximos días cambiará mi vida para siempre.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR