[ALYA]
El amanecer se filtra por los ventanales de mi habitación y me obliga a enfrentar la realidad. Anoche no pude dormir. Mis pensamientos giran sin descanso, atrapados entre Zaed y Samuel, entre lo que quiero y lo que debo. Zaed… sus ojos, su voz, sus promesas, y luego la imagen de Isabella, y Samuel, con su propuesta inesperada, su mirada cargada de esperanza y amor. Todo choca dentro de mí como olas violentas contra los acantilados de mi corazón.
Me levanto, caminando en silencio por la mansión. Cada paso resuena en los pasillos, recordándome que hoy debo decidir, que no puedo seguir atrapada entre recuerdos y deseos imposibles. La brisa del amanecer entra por la ventana, fría y cortante, y siento un nudo en el pecho que me aprieta, mezclando miedo, rabia y deseo.
Cuando llego a la oficina de Samuel, él está revisando unos informes financieros, concentrado como siempre. Levanta la vista al verme y una sonrisa cálida ilumina su rostro.
—Buenos días, amor —dice—. ¿Todo bien?
Respiro hondo, conteniendo la emoción que amenaza con desbordarse. Cada palabra que voy a decir pesa toneladas.
—Samuel… —empiezo, y mi voz tiembla apenas—. He pensado mucho en lo que me dijiste anoche. En tu propuesta, en lo que representas para mí…
Él deja el bolígrafo a un lado, atento, expectante. Sus ojos me miran con una mezcla de anticipación y esperanza, y siento cómo mi corazón late con fuerza, recordándome que no puedo dejar que el miedo controle mis decisiones.
—Y… —continúo, tragando saliva—. He decidido que… sí. Acepto.
Por un instante, el tiempo se detiene. Samuel no puede ocultar su alegría; sus ojos brillan y sus labios se curvan en una sonrisa que me derrite un poco, pese a la culpa que siento por Zaed.
—¿En serio? —susurra, acercándose lentamente—. ¿De verdad lo sientes así?
Asiento, intentando contener las lágrimas que amenazan con salir. La mezcla de alivio y ansiedad me consume he tomado una decisión, pero sé que no será sencilla. Mi corazón sigue marcado por Zaed, y cada recuerdo de él me golpea con fuerza.
Samuel se acerca más, y antes de que pueda reaccionar, sus labios encuentran los míos en un beso suave, cálido, firme. Siento su mano rozando mi mejilla mientras me abraza, y por un instante, cierro los ojos y dejo que el mundo se detenga. El beso es protector, lleno de promesas, de seguridad… pero también me recuerda lo que he perdido, lo que deseo y no puedo tener.
Me separo un poco, apenas para respirar, y lo miro: sus ojos reflejan ternura y felicidad.
—Alya… —susurra, con un hilo de voz—. No sabes lo feliz que me haces.
Trato de sonreír, pero la verdad es que mi corazón sigue dividido. La pasión que siento por Zaed no desaparece, aunque haya decidido aceptar a Samuel. La vida me obliga a tomar decisiones difíciles, a mirar hacia adelante aunque el pasado siga ardiendo dentro de mí.
Samuel me abraza de nuevo, y dejo que su calor me envuelva. Sus manos recorren mi espalda con suavidad, y por un instante, me permito sentirme segura, amada y protegida. Pero al mismo tiempo, sé que una parte de mí seguirá perdida en los recuerdos de Zaed, en todo lo que dejamos atrás y que nunca volverá a ser igual.
Cuando nos separamos, siento la mezcla de alivio y tristeza en el pecho. Mi decisión está tomada, pero mi corazón sigue en guerra. Samuel sonríe, satisfecho, y toma mi mano:
—No puedo esperar para construir nuestro futuro juntos —dice—. Y prometo que siempre estaré a tu lado.
Asiento, conteniendo las lágrimas, mientras la luz del amanecer ilumina la ciudad. Hoy he elegido, he tomado un camino claro, pero sé que el recuerdo de Zaed seguirá latiendo en mí, una herida abierta que no sanará con facilidad.
Mientras salgo de la oficina con Samuel a mi lado, el viento acaricia mi rostro y me recuerda que la vida sigue, aunque el pasado siempre me persiga. La elección está hecha. Pero el corazón… ese siempre encontrará formas de recordar lo que realmente ama.