—¿Forma parte de su deferencia no acercarse jamás a ti? —inquirió finalmente la señora Gereth—. ¿Forma parte de su deferencia abandonarte sin la más ligera insinuación de dónde va a estar? —Volvió a levantarse de donde la había sentado Fleda; pareció encumbrarse allí mismo en la majestad de su acumulada sensación de agravio—. ¿Forma parte de su deferencia que después de todo lo que me he matado a trabajar durante seis días seguidos, y encima con mis propias débiles manos, que no he hurtado de la tarea, a fin de desposeerme, en provecho vuestro, hasta el extremo de que ya no me queda nada, como si dijéramos, excepto lo que llevo puesto… forma parte de su deferencia que ni siquiera estés en condiciones de traerlo ante mí?
Hubo en esto un elevado desprecio que casi por igual iba dirigido con
