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Recuerdo de Sarausa

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Blurb

El destino tiene sus propias reglas y Lucía, que pensaba retomar su vida, se ve obligada a asumir un papel que la supera.

Convertirse en la esposa del heredero del clan Caruso le reservaría muchas sorpresas...

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Nuevo inicio
Recuerdo de Sarausa Capítulo 1: Nuevo inicio - Lucía, ¿qué estás haciendo? ¡¿Aún no has terminado esa parte de la calle?! Josie corrió hacia la joven contratista, mientras ella permanecía paralizada, todavía bajo el golpe de la emoción. - ¿Quién es? ¿Conoces a este chico? Interrogó a su amigo una vez a su altura. _ No, tartamudeó Lucía, sin apartar los ojos del hombre que acababa de subir a su bólido y arrancar. Es... No terminó su respuesta, que su colega miró la multa que se desmoronaba frente a sus pies. - Realmente hay casos en esta ciudad. Con el coche que conduce, no me digas que le haría daño pagar una miserable multa. Luego viendo los recibos de multa completamente arrugado en las manos de su colega. ¿Espera? ¡¿No me digas que también te tomó el talón?! ¿Recuerdas su número de placa? - Yo... Lo siento... Lo escribí mecánicamente pero no lo recuerdo. Josie reprimió una maldición, y mientras el delincuente ya estaba al final de la calle, trató de recoger su número. - ¡Rhaaa! No veo nada de aquí... _ ¿Qué me esta ocurriendo? Se preguntó Lucía quién estaba saliendo lentamente de su condición. Me entrené en este tipo de incidente, así que por qué no respondí.» Normalmente, no habría sucedido de esa manera. Más de dos años en este cargo y fue la primera vez que permaneció petrificada frente a una persona descontenta. Los ojos helados y amenazantes del hombre que lo había intimidado, su alta estatura y su estado de ira lo habían amordazado. Ella ni siquiera tenía la fuerza para respirar mientras él le señalaba, y no de la manera más agradable, que apenas había excedido el tiempo asignado por el lugar cronometrado. En ningún momento había alzado la voz, pero la autoridad y condescendencia que emanaba de ella no era menos intimidante. Si lo hubiera pedido, amablemente, Lucía incluso habría tomado la multa, ella no era del tipo que alineaba a una persona por un minuto tarde. Pero este tipo ni siquiera había intentado negociar, únicamente acababa de caer sobre ella como un rayo. Lo que había contribuido a desestabilizar a la joven era esta extraña impresión. Ella no conocía a este hombre, pero su aire, o más bien su mirada, le era familiar. _ No te preocupes, dijo Josie, comprendiendo que todavía estaba rumiando lo que acababa de suceder, todos tenemos días sin ... ¿Qué estás haciendo? Se pregunto cuando vio a Lucía agachándose, de repente. - Se nota, ¿verdad? Recojo los pedazos del documento. Al pegarlos juntos, puedo descifrar el registro de este tipo. - Déjalo caer. Tenemos demasiado que hacer para tomar la iniciativa con un rompecabezas. Y luego, dijo su colega, señalando los postes de los semáforos en la esquina de la calle, con un poco de suerte las cámaras pueden haber grabado algo. Demasiado ocupada recuperando los pedazos de papel que se sembraron a su alrededor, Lucía solo la escuchó con una oreja. Luego, cuando se acercó a la acera, un objeto brillante llamó su atención. Un solitario de plata engastado con una hermosa piedra. Con la punta de los dedos, agarró el anillo antes de recordar, que había escuchado un ligero sonido metálico, durante su altercado con este tipo. Esta joya puede haber pertenecido a él. Las iniciales estaban grabadas en el interior: C.L, así como el sello distintivo de la cabeza de un águila. - ¿Oro? Murmuró mientras se levantaba. - ¿Qué estás diciendo? Preguntó Josie, inclinándose sobre su hombro para tratar de ver lo que estaba haciendo. _ No, nada, dijo, metiendo el solitario en su bolsillo. Deberíamos ir a comer, llegamos bastante tarde así. - Buena idea, me muero de hambre. Una mala suerte que nunca llegó solo, el día de Lucía transcurrió bajo el signo de la desgracia: nada sobre las imágenes tomadas por las cámaras de la circulación y una bronca por parte de su líder, quien notó su negligencia en este incidente. _ Realmente odio este trabajo, dijo la joven al salir de la oficina de su superior. ¿En qué momento pensé que sería genial poner multas? Finalmente, sabía muy bien que se había embarcado en este camino porque no tenía otra opción, después de la escuela secundaria. Tuvo que trabajar para mantenerse a sí misma y especialmente para ayudar a su madre, cuya salud estaba mala. Hoy estaba sola, y mantener obstinadamente este trabajo ya no tenía sentido. Quería empezar de nuevo. A la edad de veintidós años, esperaba embarcarse en los estudios que siempre le había interesado: el arte. En concreto, la pintura. Unos días antes, había dado el paso y renunciado. Ahora solo le quedaba una semana para aguantar, después de lo cual estaría libre. En el vestuario, rápidamente se cambió y se peinó el cabello. Finalmente se dijo rápidamente. Su rebelde pelo resistía como siempre. Aprovechó para sacar el anillo del bolsillo de su uniforme y lo guardó en su bolso. Planeaba devolver las joyas al hombre que lo había maltratado, una vez que tuviera en sus manos su identidad… Esa noche, Josie quería arrastrarla a tomar una copa. Un ritual que los dos colegas se ofrecían regularmente desde la muerte de la madre de Lucía. Antes de eso, habría sido impensable que esta última hiciera otra cosa, que quedarse al lado de la cama del ser que era el más querido por ella en el mundo, su madre… - Champs-Elysées Clemenceau? Lucía preguntó después de que su colega le indicara que se iban a bajar en esta estación. ¿A dónde vamos? - Te lo dije, es una sorpresa. Así que sígueme sin cuestionar. Después de un corto paso, Josie se paró frente a la entrada de un gran hotel parisino y se volvió hacia su amiga sonriendo: - ¿Qué opinas de tomar nuestra copa aquí esta noche? Sabiendo que esto será probablemente la última vez que lo haremos juntos, tenemos que dejar un buen recuerdo, ¿verdad? - Josie... la joven se conmovió hasta las lágrimas. - Oye si empiezas a llorar, cancelo la reserva... _ No, está bien, dijo, limpiándose los ojos de la parte posterior con la manga. En cualquier caso, eres la colega más guay y sobre todo, mi mejor amiga... Ella no lo mostró debido a su carácter obstinado, pero Josie quería mucho a Lucía y lo contrario era cierto. Tenían la misma edad y habían aprobado sus exámenes de empleado municipal. El destino también dictó que se encontrarían empleados en la misma ciudad. Dos años trabajando en parejas no fue nada y esta próxima separación pesó mucho sobre las dos amigas. El bar del hotel no tenía nada parecido a lo que Lucía había visto hasta ahora. Era otra dimensión. Todo era desproporcionadamente grande y lujoso, especialmente la lámpara de techo. Un ambiente acogedor teñido de un azul relajante invitaba a la relajación. Después del día que acababa de pasar, este lugar era perfecto para ponerla de nuevo de pie. Reservadas sus mesas, las dos mujeres fueron acompañadas por un joven camarero con un aspecto impecable. Cuando Lucía estaba a punto de tomar su asiento, una figura alta de un hombre caminó por el fondo de la sala y llamó su atención. - ¿Estás bien? Su amiga preguntó mientras se volvía en la dirección de su mirada. - Solo pensé ver..., no, nada olvida eso. Debo haber tenido una alucinación, dijo ella mientras estaba barriendo la idea de haber visto al tipo de esta mañana. Entonces, ¿qué pedimos? - Lo que quieras... Comenzó la noche y la gente empezaba a llenar el lugar. Lucía no estaba acostumbrada a beber, pero animada por su colega que absolutamente quería celebrar su partida, probó algunos cócteles en boga en este lugar. ¿Pero qué hizo? Su cabeza giraba y sus calores del cuerpo le impedían respirar a gusto. Con náuseas, se disculpó con Josie y dejó la mesa en dirección de los servicios. _ Tengo que aguantar, repitió la joven, que sintió que su estómago estaba haciendo un revuelo. Tiene que ser por ahí… Con la cabeza agachada, Lucía presionó lo más que pudo. Al llegar al pasillo que conducía a los servicios, una arcada poderosa sacó todas las bebidas que había tragado. Un chorro descontrolado aterrizó en los pantalones y zapatos de un hombre que acababa de llegar de enfrente. - ¡Oh! Lo siento, se disculpó sin levantar la cabeza y todavía plagada de náuseas. - ¡¿Otra vez tú?! Regañó una voz que Lucía reconoció de inmediato y que la puso sobria muy rápidamente. No, era imposible. Tuvo que alucinar bajo el efecto de la bebida. Sí, fuera eso, el Black Mojito y Sex on the Beach fueron la causa de esta alucinación. La persona que la había maltratado por la mañana no podía encontrarse aquí, frente a ella. Señor Caruso, ¿está bien? Le pidió un hombre que acudía hacia él. - ¿Cómo podría ir? Esta borracha acaba de vomitar sus tripas en mis zapatos. Y mis pantalones... Este timbre serio con acento mediterráneo, esta mirada fría y esta silueta dominante, no había sombra de duda, este hombre era muy real y lo dominaba desde su altura...

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