El anillo

989 Words
Capitulo 2 : El anillo   Si hubiera podido cavar un agujero y esconderse en él, Lucía lo habría hecho en ese momento. Los clientes que iban al servicio la miraban como un desastre, y los empleados a su alrededor incluso la miraban con disgusto. Al mismo tiempo, yendo a vomitar en un lugar así, hay que hacerlo. _ Lo siento, dijo ella, estoy en mal estado, os dejaré mis datos y pagaré la tintorería. - ¿Tintorería? Repitió Caruso, que estaba perdiendo paciencia. ¿Estás bromeando, espero? ¿Crees que voy a llevar esta ropa otra vez? Su voz permanecía modulada y tranquila, pero su mirada gris azulada se había vuelto más furioso que por la mañana. Ella bajó la cabeza en respuesta. ¿Qué más podría decir? _ Señor, intervino su asistente, vamos a llegar tarde. Todavía tenéis que subir para cambiarse... Caruso suspiró sin desprenderse de su mirada severa de esta chica que empezaba a ver con demasiada frecuencia para su gusto. - Ve, sal de mi camino, me estás perdiendo el tiempo. Lucía se desplazó y dejó pasar a aquel a quien todas las miradas comenzaron a converger. Había que decir que este Caruso era de una belleza y un carisma raro. E incluso si ella no estaba acostumbrada a salir con hombres, estos detalles no le escaparon. Agotada de toda energía, vio a su interlocutor alejarse hacia la salida, con su elegante traje oscuro ajustado a su cuerpo atlético. El aura autoritaria de este hombre que se había alejado, Lucía gradualmente se recupero. Sin pedir su resto fue al servicio para limpiarse. Después de enjuagarse la boca y pasarse agua en la cara, recordó lo que acababa de suceder. - ¿Sueño o este irascible me llamó borracho? Dijo ella, poniéndose su cabello en orden frente al espejo del servicio. No, pero ¿quién cree que es él? Cuando creo que quería tomar la iniciativa para devolverle... ¡Maldita sea! En un momento, la joven contratista recordó que tenía una propiedad preciosa que le pertenecía. Los solitarios.   A toda prisa, regresó a la mesa donde Josie la estaba esperando. _ Me disculparás vale, dijo Lucía, agarrando su bolso, tengo que irme ... - ¡¿Qué?! ¿Ya? Su amiga sorprendida se levantó de su silla. - Te prometo que volveremos a hacer esto, y soy yo quien pagare la próxima vez... Cuando estaba a punto de irse el establecimiento, la joven mujer recordó las palabras del empleado de Caruso. Si tuvo que subir a cambiarse, es porque tenía una habitación en este hotel. Corrió hacia el salón de recepciones y llamó a uno de los hombres detrás del hermoso mostrador de mármol blanco: - ¿Disculpe? Podría tener el número de habitación del Sr. Caruso. - Lo siento, señora, pero la institución no comunica este tipo de información. Por otro lado, dijo con una voz formal, puedo llamar a nuestro cliente y ver con él si quiere encontrarla. ¿Su nombre? _ En realidad, él no me conoce, dijo Lucía nerviosa, digamos que tengo algo que le pertenece y me gustaría devolvérselo. Su interlocutor la miró con un escepticismo apenas velado, no debía inspirar confianza con su explicación tambaleante y su look extraño. - ¿Me estás persiguiendo o qué? Reconoció la voz que la hizo sobresaltar y se volvió bruscamente. _ La señora dice que tiene un objeto que le pertenece, explicó el recepcionista después de despejar su voz. - ¿Mira eso? Ironizó al preocupado inclinando la cabeza ligeramente hacia un lado. Lucía miró en su bolso y sacó el solitario. - Después de que os fuiste esta mañana, encontré esta joya en el suelo. Creo que os pertenece. Ella le entregó el anillo bajo la mirada circunspecta de su empleado que estaba a su lado. La expresión indescifrable de Caruso la hizo temblar. Parecía infeliz. - ¿Puedo saber por qué recoges lo que la gente tira al suelo? - Pero este anillo está hecho de oro... Bueno, creo... - ¿Y luego qué? Me deshice de él, no es para que una contratista descerebrada me siga a todas partes para devolvérmelo. _ Sin cerebro, repitió Lucía, tratando de mantener su calma. Lo siento, pero incluso si tienes dinero, no puedes tirar objetos de valor como ese. - ¿Qué no? Dijo, acercándose e inclinándose sobre ella. ¿Y cómo me vas a detener? La joven abrió sus grandes ojos negros mientras le faltaba aire. La cercanía de este hombre le asustó, y su perfume incandescente saturó sus sentidos y los confundió ostensiblemente. Lucía permaneció fijada, incapaz de desviarse de este agarre. ¿Por qué estaba así con él? El pánico que Caruso estaba leyendo en el rostro de la joven mujer pareció satisfacerlo por completo, y su molestia disminuyó de inmediato. Esbozó una leve sonrisa desdeñosa antes de alejarse de Lucía. - Solo tienes que conservarlo. - ¿Perdón? Dijo la joven mujer. _ El anillo, respondió seriamente, no le gusta a mi prometida, así que puedes quedártelo. - Entendí bien, sólo que, una joya es personal, no se le da así a cualquiera en primero … El hombre que fue recuperado por la molestia de nuevo, suspiró: - No puedo tirarlo porque es precioso, regalarlo porque es personal, ¿qué hago con él? - Consérvelo, o lo vende... El hombre puso su mano por delante, como para pedir algo. - Pues tu precio será el mío. - ¡No quiero comprárselo! - En este caso, lo tirare una vez... Y mientras esperaba para recuperar lo que le correspondía, Lucía sacó su monedero exasperada y lo abrió. - Solo tengo veinte euros, no sería correcto... _ Esto me va, dijo, agarrando el billete que la joven mujer sostenía entre los dedos. Esperando no volver a verte nunca más... _ Solo hay ricos para ser tan caprichosos, se quejó Lucía en su barba, mientras se encontraba sola en el lujoso salón.  
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