20 de agosto
Por fin cumplía mi sueño. El avión aterrizaba en la Terminal 2 del aeropuerto Leonardo da Vinci. Por fin conocería la capital tras 22 años viviendo en Bari.
Por fin había comenzado a curar mis heridas y sentía que me llevaba el mundo por delante. Acababa de conseguir el dinero para pagar mi beca para post grado en Negocios de la Universidad La Sapienza de Roma y podría, lejos de mi Lecce natal, olvidarme de todo lo que me hizo mal.
Me concentraría por fin en lo que me tenía que concentrar: mi trabajo. Lo único que siempre me había aislado de mi realidad, lo único que al final de cuentas, me hacía feliz en todo momento, aún cuando todo a mí alrededor parecía estar peor que nunca.
Cuando salí por la puerta de la Terminal empujando el carrito de las maletas y vi aquel rostro esperándome, no podía creérmelo. Varias veces había viajado por trabajo y siempre había soñado que alguien me esperara en algún lado con un cartel con mi nombre y tal, pero nunca me había sucedido. Tampoco sucedió lo del cartel, pero de más está decir, que supo llamar mi atención.
Alessia – ¡¡Amiga!! ¡¡Por fin llegas, que gustooo!! Bienvenida a Roma (gritando hasta conseguir abrazarme y quedando las dos al borde de las lágrimas).
La había conocido por intermedio de una amiga que había hecho un post grado de diseño con ella en Roma, y luego la habíamos recibido en casa cuando fue a visitarla. El contacto siguió, y se había ofrecido a recibirme en la suya, en tanto me instalaba en la capital.
Leti – ¡¡Gracias, corazón!! ¡¡Aún no me lo creo!! (Sonriendo)
Alessia – ¡¡Pues créetelo!! Aquí serás feliz, cumplirás tu sueño y te olvidarás del pasado. ¡Ya lo verás!
Leti – ¡¡Ojala!! (Abrazándola camino al coche). Realmente lo necesito.
Alessia – Pues mira el lado positivo de todo esto…
Leti – ¿Acaso lo hay? (intrigada)
Alessia – ¿Acaso no? (consternada por mis dudas)… estás aquí, harás esto que tenías pendiente hace tanto tiempo por falta de dinero… quieras o no debes agradecérselo a…
Leti – ¡¡No lo nombres!!
Alessia – Perdón… (Mirando al suelo)… pero es así…
Leti – Todo fue culpa mía… (Intentando ocultar mi llanto)
Alessia – Amiga… (Abrazándome)… con o sin culpa, desencadenó en esto que es lo que soñaste toda tu vida. Todo pasa por algo… a su debido momento, y por su debida razón, ¡¡vamos!! Además… (Sonriendo)… mañana veremos el show de Tiziano Ferro… ¡Entrarás al Teatro de La Ópera de Roma! (saltando a mi alrededor con una sonrisa de oreja a oreja).
Leti – Jaja… ¡¡Loca!!
Alessia – Me dirás ahora que no soñaste siempre con ver un show ahí…
Leti – ¡¡Vamos!!! (Apurando el paso).
Ese día salimos a dar una vuelta para la ciudad. Aun no me creía estar cruzando la Via del Corso, caminando en las inmediaciones de la Plaza España y subiendo y bajando tantas veces como me fue posible sus escaleras que tantas había visto por televisión en tantos desfiles de moda como un ser humano puede ver en su vida… Y un poco más allá, la majestuosa Fontana di Trevi.
Debo haber permanecido una hora sentada allí, viendo pasar el tiempo, simplemente sin hacer nada. Simplemente disfrutando de esa gran fuente de estilo barroco que representa a Neptuno y que es ícono de la ciudad sin pensar en nada más. Sin pensar en los problemas, ni en mi vida vacía.
El segundo día en la capital, hicimos básicamente lo mismo, pero con el nerviosismo extra de quien sabe que va a cumplir uno de sus sueños y no se lo cree. Si. Iba a entrar al Teatro de La Ópera, también conocido como Teatro Constanzi, que fue inaugurado en 1880 y desde entonces, ha sido escenario de grandes eventos como el de esta noche.
Recuerdo con emoción que llegué más de una hora antes. No había nadie, sin embargo, feliz como niña con muñeca nueva, me senté a tomar un café en una terracita ubicada en la acera de enfrente al ingreso de la Via del Viminale a esperar que abrieran las puertas.
De pronto las bocinas de los coches sonaron. La gente que caminaba por la cuadra comenzó a gritar y por algún motivo que no comprendí, mi piel sintió que era recorrida por un frío intenso. Era evidente que estaba llegando alguna personalidad importante, pues había escoltas y la policía se apresuraba para llegar a cerrar el ingreso del palco VIP.
Alessia – ¡¡Vamos!! (Tomándome del brazo y echando a correr)
Quedé helada. Ella cruzó sola la calle y yo apenas pude ver de lejos los contornos de las personas que iban dentro de los coches. Mi sueño de ver cantar a Tiziano Farro en Roma estaba a punto de hacerse realidad.
Las puertas comenzaron a abrirse y como si mi vida dependiera de ello, pasé el ticket por la máquina y entré sin siquiera prestar atención al sector donde nos tocaría.
Me detuve a contemplar el teatro, sin poder moverme. No había más nadie dentro aun y él estaba ahí, completamente a mi merced. Cada una de sus luces fue testigo de mis lágrimas emocionadas, del abrazo de Alessia al verme inmóvil allí, sin reacción alguna. Estábamos además, muy cerca del escenario, podría ver de cerca la presentación de mi cantante favorito, sus gestos, todo…
Alessia -¡¡Ven y te tomo una foto!! (Feliz)
Leti – ¿¿Ehh?? (Completamente perdida de felicidad)
De pronto, uno de los sectores VIP comenzó a llenarse y pude comprobar por fin, quiénes eran los que habían alborotado a las masas en la entrada. La familia Ricci a pleno, junto a algunos amigos muy conocidos del ambiente empresarial, estaban allí para disfrutar del evento al igual que nosotras.
Y esa familia no me era indiferente. De primera, porque básicamente son los dueños de la Universidad La Sapienza, donde he venido a estudiar. Y de segunda, porque trabajar en sus multinacionales es el sueño de todos quienes como yo, hemos culminado con honores la Maestría en Dirección y Administración de empresas.