Gonzalo
Era algo increíble lo mucho que el crimen había avanzado estos días. Esta era una ciudad tranquila, al menos hasta hace seis meses, pero ahora los robos habían aumentado.
El día de hoy había sido sin dudas uno de los más desgastantes. Había perdido el número de llamadas que respondí, tanto serias, como locuras, aunque sin dudas la peor fue la de la chica de veinte años quien nos llamó porque su casa estaba “Invadida de animales salvajes”. Pero al llegar al lugar, terminamos encontrándonos, solo con un pequeño carpincho, que era tan amenazante como un gato.
Pero por suerte el día había terminado y ahora podía estar en casa, comer algo y descansar. Había traído conmigo una pizza de pepperoni, tamaño familiar y un sixpack de cervezas, los cuales planeaba consumir mirando uno de los viejos combates de la UFC. Se trataba del “Fight night” en el que se enfrentaban Darren Till y Jorge Masvidal.
Era uno de los combates que ya había visto, se había emitido el dieciséis de mayo del dos mil diecinueve en The O2 Arena, en Londres. Pero no podía perderme esta repetición.
O eso creí…
Diez minutos luego de haber entrado a mi apartamento, terminaba de acomodar las cosas frente al televisor, cuando la alarma de incendios comenzó a sonar, mandando a la mierda mi plan.
Maldije y caminé hacia la puerta, tenía que ayudar a que las personas salieran de manera ordenada, para que no surgieran problemas innecesario. Era como decían “Puedes sacar al policía del trabajo, pero no puedes sacar el trabajo del policía”.
Una vez que la mayoría nos encontramos fuera, empecé a considerar la idea de ir a casa de unos de mis compañeros de trabajo o de volver a la estación y continuar allí mi plan. Tampoco quería nada del otro mundo, simplemente mirar un combate, comer una grasienta pizza y beber unas cuantas latas de cerveza fría.
Pero primero tenía que ver en que terminaba esto.
—¿Qué mierda paso Greg? Estoy cansado, trabajé un total de catorce horas seguidas. —me quejé al llegar hasta Gregory Cadena, el gerente del edificio.
Este solo me miró y elevó su hombro izquierdo, como restándole importancia al asunto.
—La loca, es decir, la señora Ortiz del tercero a, se quedo dormida con una de sus estufas encendidas, está hizo corto y provocó un pequeño incendio. Los bomberos deben estar por llegar. —explicó y miré a la mujer que ocasionó todo esto.
La señora en cuestión se veía entusiasmada, como si relatará un incendió enorme, cuando solo había sido demasiado floja para apagar su maldita estufa, antes de dormir.
—Una irresponsable egoísta. —opiné en serio molesto.
—Tampoco seas tan duro, son accidentes que suelen suceder.
—Esa es una excusa que escucho a menudo en mi trabajo. Sin ir más lejos hoy un hombre asesinó a su vecino y declaró que fue un accidente. Pero eso, no les quita la maldita responsabilidad.
Pero ya no estaba escuchándome, ahora se centraba en algo detrás de mi.
—Gracias al cielo que salió, me preocupaba que no hiciera caso a la alarma o que ya estuviera dormida. —Voltee a ver a quien se refería, encontrándome con una chica que solo podía definir como una pequeña hada.
Era algo pequeña, cabello por los hombros, ojos grandes y oscuros, con unas mejillas algo regordetas completamente sonrojadas. Imaginaba que se habían puesto así al bajar las escaleras con ese gran cuadro que traía entre sus manos.
Pero lo que más llamó mi atención fue la forma en que inspiró el aire, al ver la mirada de todos puesta en ella.
No sabía porque me sentía así, quizás el haber trabajado los últimos tres años como oficial de policía genero una especie de sexto sentido en mi y podía ver lo que trataba de disimular. Se encontraba claramente incomoda, como si odiara que todos tengamos la mirada puesta en ella. Pero era imposible no hacerlo cuando ella se veía tan bonita.
La vi caminar hasta Greg y preguntarle lo que sucedía, escuchaba cuan rígida sonaba su voz, pero podía escuchar en ella, un leve toque de pánico también. Pánico que aumento al mirar nuevamente a las personas y comprobar que seguían cuchicheando y mirándola atentamente.
Entonces fue cuando volteó y se encontró, por un breve instante, con mi mirada. Solo esos segundos bastaron para que quisiera acercarme a ella y conocerla, pero sabía que no sería sencillo.
Vi como sus labios se movieron y a Greg hablar, ocasionando que negará fervientemente hacia él.
Cuando los bomberos llegaron, Greg se apresuro hacía ellos, dejando sola al hada asustada.
Por más que traté que volviera a mirarme, ella se mantuvo observando el suelo, no tenía ni una maldita idea de lo que pensaba, pero quería averiguarlo, de eso no había dudas.
El único momento en que su mirada volvió a levantarse, fue cuando Greg volvió con noticias.
—Lamento los inconvenientes y la tardanza, pero estaban solucionando los problemas en el apartamento de la señora Ortiz. Ahora los especialistas me han pedido que les avisé que será imposible ingresar esta noche, sé que es su hogar y que muchos no tomaron sus bolsos en el apuro, pero lo único que puedo ofrecerles es que asistan al hotel a dos manzanas y compartan habitaciones de a tres personas. —no iba a ir a un viejo hotel, prefería volver a la estación.
—¿Ustedes se harán cargo? —preguntó una chica, pero no tenía ni idea de quien era, ya que había regresado la mirada a la chica que me interesaba.
La veía en serio nerviosa y me preocupaba que en algún momento pudiera sufrir un ataque o desmayarse. Tenía una de sus manos aferrada a su pecho y su mirada viajaba a un lado a otro desesperadamente.
Sin embargo, pareció reponerse mientras todos se alejaban, camino al lugar donde dormirían esta noche, a diferencia de ella, quien caminó hacía la entrada y se sentó en los escalones.
¿Por qué mierda no estaba siguiendo a los demás? No podía considerar quedarse aquí, vestida de esa manera.
Tenía un sweater rosa, que de a momentos caía por uno de sus hombros, un pantalón gris de pijama y solo un par de medias. Se congelaría de seguir así.
Cansado de verla como un jodido acosador, me acerque a ella.
—Hola, mi nombre es Gonzalo Kidd. —cuando no hubo respuesta de su parte, continué, quizás si le decía algo sobre mi, me hablaría. —Disculpa que me acerque de este modo, pero soy policía y me preocupa la seguridad de todos, por lo que no puedo evitar notar que no estas caminando hacía el hotel como los demás.
Cuando habían pasado unos minutos y su respuesta no llegaba, creí que lo mejor sería dejarla sola, pero entonces ella suspiró y aún sin levantar la mirada contestó.
—No me gustan los hoteles, este es mi hogar. —sonreí al escucharla, al menos había conseguido una respuesta.
—¿Por qué no te gustan? Son bastante cómodos. —Volví a probar mi suerte y esta vez lo redoble. —Por cierto, ¿Cuál es tu nombre?
—Me llamó Allison Müller—respondió con una voz demasiado baja.
—Un placer Allison, ¿Y hace cuanto vives aquí? —imaginé que sería hace poco, ya que nunca la había visto y llevaba aquí dos años.
—Desde hace tres años, en el segundo a. —Eso me hizo sorprenderme, era mi maldita vecina y no la había notado.
—No me jodas yo vivó en el segundo b.
Silencio. De a momentos sentía como si ella no quisiera hablar conmigo, pero no lo creía, cada vez que me acercaba a una chica se mostraba feliz.
Esta sin dudas era una nueva experiencia.
—Siento que estas un poco molesta, por todo lo ocurrido. Pero solo quiero que sepas que cualquier cosa que necesites, puedes pedírmela.
—¿De verdad? —Preguntó y por fin miró, por lo que pude comprobar que el color de sus ojos era un marrón claro.
—Lo que quieras. —respondí enseguida.
—Entonces, ¿Crees que puedas dejarme sola? —Abrazó sus piernas y apoyó su mejilla en su rodilla.
No quería hacerlo, pero tampoco quería molestarla. Por lo que asentí.
—Por supuesto, pero estaré con el gerente por si necesitas algo. —Ella no se movió y no volvió a hablarme.
Tras observarla una vez más caminé hacia Greg. Al menos había conseguido su nombre…