Gonzalo
No podía dejar de observarla, era demasiado cautivante. No sabía que me atraía más de ella, si su apariencia inocente, verla tan frágil como un cristal a punto de quebrarse con el más mínimo toque o si era el misterio que me hacía sentir.
Todo en ella me pedía acercarme y descubrir que escondía, comprobar si siempre era así de tímida o algo había ocurrido recientemente.
Siempre me encontraba tan cansado al terminar el trabajo que solo llegaba y descansaba, pero no entendía como no me percaté de mi vecina. Nunca la había cruzado en el pasillo o en el ascensor, pero ella me había asegurado que vivía allí hace tres años.
En un momento, echó su cabeza hacia atrás, provocando que nuestros ojos se encontraran. Sostuvo la mirada un instante, antes de volver su mirada a un punto fijo, escondido entre las malditas baldosas del suelo.
—Si sigue allí va a congelarse. —Declaré, consiguiendo la atención de Greg en mi.
—¿De quién hablas? —miró al mismo lugar y negó. —La señorita Müller, aún me sorprende que haya abandonado su apartamento, no lo hace demasiado. Hubo un tiempo en el que creí que era un vampiro y se mantenía alejada de la luz solar, pero luego lo descarté, cuando la vi arrastrar un cuadro mucho más grande que ese a plena luz del día. Supongo que esta demasiado ocupada para socializar o simplemente odia a la gente.
—Es muy bonita. —me tomé mi tiempo mirándola, no podía alejar mis ojos de ella aunque quisiera.
Ella tenía sus hombros inclinados hacia adelante y una expresión un poco tensa en su rostro. No parecía estar aquí, sino perdida en algún extraño pensamiento o recuerdo.
Quería tanto acercarme y saber que rebotaba en su cabecita, desenredar lo que sea que la hacía mantenerse distante de todos.
—Lo es, pero te aconsejo que no pierdas tu tiempo. Como te he dicho, solo la he visto salir pocas veces y siempre cargando diferentes cuadros, ella vive para su trabajo.
—No perderé mi tiempo, pero quiero conocerla, quiero saber que esconde, que la vuelve tan distante. Mírala Greg —hice un gesto hacía y no pude evitar suspirar al ver como el viento movía su cabello lejos de su rostro. — Es como si con cada movimiento está dispuesta a hechizarme, a atraerme hacía ella.
—¿No te diste cuenta lo nerviosa que estaba al estar rodeada de tantas personas? No ayudo que todos la miraran y se pusieran a murmurar, no eres el único que no la había visto. —Eso sin dudas no ayudaba, esas viejas chismosas, siempre metiches. —Creo que tiene esta cosa, ¿Cómo le dicen? ¿Claustrofobia?
—No, ese es el miedo a estar encerrado y por lo que dices ella parece preferirlo. Creo que te refieres a la agorafobia.
—No lo sé, solo sé que no parece muy cómoda a la hora de salir y mucho menos de relacionarse.
¿Podría tratarse de ello? ¿Podría estar asustada de salir e interactuar con los demás? Si ese era el caso, ¿Por qué se sentiría así? ¿Qué la llevo a desarrollar ese miedo?
Gracias a mi trabajo conocía muchos de los factores que pueden desencadenar en una crisis. Pero me preguntaba que había llevado a alguien como ella a cerrarse de este modo.
—Haré todo lo que esta a mi alcance para descubrir que la llevó a ser así. —murmuré sin darme cuenta.
—Creo que no es conveniente que te metas en algo como esto. Ella es feliz de la manera en que vive, no sé si el que te involucres le hará un bien o empeorará todo.
No importaba lo que Gregory creyera, sabía que le haría bien, solo la ayudaría a expandir su mundo, a abrirse a socializar, salir y confiar.
Y aunque sabía que no sería sencillo, porque cuando me acerque pareció erizarse como un gatito siendo amenazado, podría encontrar la paciencia dentro de mi.
—Si sigue allí se congelará.
—Pero ya escuchaste a los bomberos, aún no es seguro ingresar. Podría reanudarse el corto, o haberse abierto una fuga, lo mejor es esperar un poco. —pero podía notarlo tan preocupado como yo lo estaba. —Pero debo tener alguna manta por aquí, sé que si.
Mientras rebuscaba, yo seguía hipnotizado con ella. Solo le faltaban las alas y sería un hada, solo eso.
—Aquí esta, llévasela. —Extendió la manta hacía mi y no sabía si reírme sería grosero.
—No confía en mi y no me quiere cerca, aún… —dije encogiéndome de hombros. —Ella simplemente me pidió que la deje sola. Es la primera vez que me acerco a una chica y me lo pide, créeme una nueva experiencia en mi vida.
—¿Entonces la idea de acercarte a ella e investigar por qué es así, es solo por tu orgullo herido?
—No. La razón es diferente, ella me intriga, me parece atractiva y le veo un gran potencial. —principalmente me sentía intrigado por ella, pero seguía sintiendo su rechazo ardiendo como una cicatriz en mi rostro.
—Enserio, deberías dejar atrás esa idea. —Sugirió y no había oportunidad de que eso sucediera.
—No lo haré. Ahora dame esta cosa, se la llevaré aunque vuelva a patear mi trasero lejos. —Arrebate de sus manos la vieja manta cuadrille, color marrón y roja, antes de salir de la garita y comenzar a avanzar hacía Allison Müller.
Mientras caminaba hacia ella, no podía evitar compararla con Stacey, mi ex. Eran tan diferentes a Stay, le encantaba llamar la atención, era la primera en cada audición de teatro y se molestaba cada vez que mi trabajo me impedía ir a alguna de sus presentaciones.
Quizás eso la hizo sentirse tan segura, ya que cuando me presente sorpresivamente, luego de decirle que no podría asistir, fui quien terminó sorprendiéndose al encontrarla teniendo sexo con uno de los actores secundarios. En ese momento descubrí que sus dotes actorales también los utilizaba abajo del maldito escenario.
Cuando llegué a Allison, pareció no percatarse de mi presencia, sino hasta que aclaré mi garganta.
—Perdona que vuelva a molestarte, sé que me pediste que te dejará sola, pero solo quería traerte una manta. Hace demasiado frio y no estas muy abrigada. —Ella solo me miró y no dijo nada, solo acepto la manta y se cubrió.
Di la vuelta listo para irme cuando su voz me detuvo.
—Gracias. —se escuchaba tan suave — Y lo siento por mostrarme un poco grosera antes, es que… bueno, es que la verdad no me gusta mucho hablar con desconocidos.
—Pero nosotros no somos desconocidos Allison. —dije y no me perdí como la confusión marcó todo su bonito rostro, dándome demasiadas ganas de borrar ese pequeño ceño fruncido, que arrugaba la zona entre sus ojos.
—Sí lo somos.
—No. No somos desconocidos, somos vecinos. —sus labios se torcieron en una pequeña sonrisa y sus mejillas se tornaron demasiado rosas.
—Bueno sí, pero de todas maneras no sabías quien era. Me conociste hoy.
—Y agradezco a la vieja Ortiz por ello. Ahora solo debo trabajar en lograr que seas mi amiga. Créeme, soy un buen amigo, sino me crees pregúntale a Greg.
—No tengo ningún amigo aquí.
—Bueno ahora lo tienes.
—¿Y si no lo quiero? —Ella no iba a librarse tan fácilmente, no cuando me di cuenta que cuando se dejaba llevar era en verdad divertida.
—Entonces tendré que trabajar para conseguir que aceptes ser mi novia. —sonreí al escucharla aspirar una fuerte cantidad de aire. Al menos ahora pensaría en ello.
Dejándola con esa última frase, volví lentamente hacía la garita donde Greg tenía la mirada puesta en nosotros.
Él estaba preocupado, pero no tenía motivo para hacerlo. No tenía malas intenciones para con Allison, al contrario, de verdad me estaba gustando la chica.