CAPITULO 2

1583 Words
—Dile a mi novia Sustituta que se dé prisa, estoy cansado de estar entre tanta gente interesada e hipócrita —Alessandro caminó con paso firme hacía su automóvil, no estaba borracho aunque Matteo creía que sí, no sería tan estúpido para quedar en una posición vulnerable frente a su ambiciosa esposa. —Verónica es hora de irnos, Sandro ha bebido más de la cuenta y prefiero que evitamos escándalos ¿te molestaría despedirte de los invitados por él? Matteo trato de sonar amable, no tenía razones para odiar a la esposa de su amigo. Aunque estaba disgustado por la situación veía a Verónica como una víctima más de la Valeria  y sus padres. Verónica le sonrió de manera amable, no era una loca para desquitar la frustración que sentía al saber que su marido le había dejado la tarea de despedirse de los invitados porque se había pasado de tragos. Hizo lo que Matteo le pidió se despidió de los invitados y de sus padres. Se dirigió al auto estacionado fuera del Salón para encontrarse con su marido totalmente dormido. —Cuidado de él por favor, no está acostumbrado a beber de esta manera, no lo dejes sólo. Verónica asintió mientras Matteo cerraba la puerta y el chófer los llevo a la casa que a partir de hoy sería su casa, no habría luna de miel y mejor así, no sabría que hacer estando en un lugar que su hermana había elegido y encima con el  marido que debió ser de ella. El chófer amablemente se ofreció para llevar a su marido a la habitación, acepto encantada sería difícil mover el cuerpo de un hombre como Alessandro, la empleada que les abrió la puerta la guió hacia la habitación principal, estaría perdida de encontrarse sola, nunca había estado en la casa de Santoro, su hermana había casi vivido ahí durante los últimos meses. —Camina por favor, solo falta un poco más. Verónica casi se enredó con su vestido de novia. No había tenido tiempo de quitárselo y el peso de su marido sobre ella casi estaban terminando con sus fuerzas, el chófer la dejo al llegar a la puerta, respiro profundo para caminar los pocos pasos que los separaban de la cama, el cuerpo de Alessandro era muy pesado, su vestido le hacía difícil caminar y sus zapatos de diez centímetros de altura terminaron por complicarlo todo, cuando el peso de su marido hizo que se desplomara sobre la cama quedado debajo del cuerpo fuerte y trabajado de Sandro. —Diablos,  muévete, pesas demasiado. Verónica se movió de manera enérgica para salir debajo del peso de su marido, su vestido estaba enredado al final con los pies de Sandro por lo que se restregó contra el cuerpo de él. Poder quitárselo de encima era casi imposible y supo que sus movimientos tuvieron el efecto contrario, cuando Alessandro se pegó como lapa a su cuerpo, la fricción hizo reaccionar su cuerpo pese a las capas de ropa que los separaba, Verónica se puso tan roja que creía que se confundiría con un tomate si la comparaban, trato de quitar una vez más el cuerpo de Sandro de su cuerpo sin existo alguno. —Eres realmente hermosa ¿Lo sabes? Alessandro le susurro cerca del oído, el cuerpo de Verónica tembló cuando un escalofrió recorrió su cuerpo desde su cabeza hasta la punta de sus pies. —Estás borracho Alessandro, no sabes lo que dices, por favor déjame ir Verónica lo intento una vez más pero solo consiguió que Alessandro mordiera su oreja para mantenerla quieta en su lugar. —¡Mmm! Hueles delicioso. Eres un pecado para cualquier hombre. Alessandro paso la lengua por su cuello arrancando un gemido involuntario de sus labios, sintió tanto miedo como excitación por las acciones de su marido. —Alessandro, detente por favor, mañana te arrepentirás de lo que estás haciendo hoy. Por favor ahórranos el mal momento. Verónica era consciente que su cuerpo estaba reaccionando a las caricias de su marido. Pero estaba mal, Alessandro no estaba enamorado de ella, estaba borracho y mañana tendría que cargar con las culpas de aceptar lo que estaba sucediendo entre ellos. Si era sincera consigo misma ella estaba disfrutando el momento robado. —Tu cuerpo no opina lo mismo cariño Alessandro mordió el lóbulo de su oído y sin poder evitarlo gimió de placer. La  boca de Sandro recorrió su mandíbula hasta que sus labios se apoderaron de su boca ella no se resistió, a pesar de no ser lo correcto porque él estaba borracho y tenía la seguridad de que mañana no se recordaría de lo que había hecho. Si Sandro no recordaba lo sucedido ella tampoco pensaba decirle, ¿sería su secreto? Alessandro atrapo las manos de Verónica, cuando se posaron sobre su percho, por un momento se vio tentado a separarse y alejarse, no estaba borracho como su esposa pensaba. Llego a creer por un momento que su esposa se retiraría pero ahora sus labios estaban en una constante guerra. Luchando para tener más uno del otro Verónica se movió junto al suyo haciendo añicos sus buenas intenciones, había querido provocarla, nunca imagino que ella le correspondería sin vergüenza alguna. Verónica abrió los ojos, después de que el beso intenso terminara. Alessandro pudo leer en ellos el deseo, las pupilas dilatadas, su cuerpo ardía por poseerla, no era amor lo que sentía por ella, pero la necesidad de vengarse se hizo presente, sentir el rechazo de la Valeria y la aceptación de Verónica para tomar su lugar solo hirió más su orgullo, dejo de pensar y volvió a tomar los labios de su esposa mientras sus manos trabajaron sobre sus ropas.  Se dejó llevar por las sensaciones que Sandro le proporcionaba, sus manos fueron a su cabeza enredo sus dedos en el cabello negro y profundizo más aquel beso que se llevó con su cordura.  Sandro recorrió con su lengua desde su clavícula pasando por sus pezones, se entretuvo en esos pequeños pero bien formados senos, luego dejo que su lengua continuara hasta su ombligo, donde juego con su lengua provocando gemidos incontrolables en su esposa, sus manos recorrieron cuidadosamente su entrepierna hasta llegar a la cinturilla de unas preciosas y blancas bragas. —¡Mmm! Me estas enloqueciendo Sandro ¡Ah! Verónica suspiro por el placer recibido, su marido movía su experimentada lengua alrededor de su intimidad, haciéndola estremecerse debido al placer que la húmeda lengua le estaba brindado —¡Alessandro! El nombre de su marido abandono su labios cuando él succiono su clítoris, Verónica tenía veinticinco años y no tenía ninguna experiencia sexual, no estaba preparada para las emociones y sensaciones que la boca de Sandro le estaban brindado.  Sandro sonrió cuando alejo su boca de aquella intimidad, estaba mojada por su lengua y sus jugos, la privo de su orgasmo, sería demasiado fácil. —¡Ah! ¡Por favor! Verónica no sabía lo que suplicaba, cuando uno de los dedos de Alessandro invadió su intimidad, solo sabía que necesitaba sentir más, Sandro estaba haciendo estragos en su inexperto cuerpo.  —Eres un pecado hecha mujer. Susurró  mientras regresaba a sus labios y los tomaba nuevamente, el beso ardiente casi la distrae cuando un segundo dedo entro a su intimidad, su gemido quedo atrapado entre los labios de su marido, quien aumento la presión en su entrada, los movió lentamente hasta que sintió como ella empezó a moverse buscando la penetración. Sandro retiro sus dedos, dejando una sensación de vacío en verónica, ella estaba caliente, abriéndose para su marido mostró su virgen entrada de color rosa completamente mojado por saliva y sus jugos, Alessandro no necesito ninguna otra invitación y se posiciono en su entrada para adentrase en su cuerpo El grito de Verónica lo hizo parar, se había enterrado hasta el fondo de su cuerpo en una sola embestida, pero ahora ella gimoteaba y trataba de alejarlo de su cuerpo, beso su rostro y lambió sus lágrimas, mientras permanecía inmóvil en su interior, hasta que sintió como se iba moviendo poco a poco. Embistió de nuevo, suavemente golpeando su punto G, Verónica soltó un ronco gemido de placer. Se movió al ritmo que su marido marcaba, si Sandro le hacía sentir todo esto estando borracho, no quería pensar ¿Cómo sería cuando estuviera sobrio? dejo sus pensamientos cuando su punto dulce fue golpeado nuevamente —¡Ah! ¡ah! no te detengas por favor. Gimió mientras Alessandro se enterraba una y otra vez sin piedad en su cuerpo, podía sentir la sensación de liberación nacer desde su bajo vientre, su pelvis se contrajo ante las sensaciones de ser invadida, su intimidad dolía ante la sensación de estar estirada pero era placentero tanto que no pudo evitar gemir duro cuando su marido se enterró de nuevo y sus manos acariciaban su clítoris. Sandro no pudo contenerse más, su esposa estaba tan apretada tanto que sentía la presión de su intimidad aferrada a su dura erección, como un guante hecho a medida, empujo sus caderas con fuerza cuando Verónica salió a su encuentro, aumento la velocidad de los embistes antes de gritar y vaciarse en el interior de su esposa, gimiendo sin control, sus respiraciones estaban irregulares. —Te amo Valeria.   La nube de placer se borró de su cuerpo ante las palabras de su marido. Sandro abandono su cuerpo y se acostó a su lado quedando dormido. Soy Verónica no Valeria —susurro completamente herida y con lágrimas en sus ojos…
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