Capítulo 3. Sonrisa Malvada.

1194 Words
—¿Acaso no sabes para que te traje?—Preguntó mi jefe rezumbando molestia, y evidentemente alcoholizado, aún en ese estado tan inapropiado, él parecía un ángel demoníaco, demasiado bello y aterrador, con esos ojos que hipnotizaban como una cobra entrenada. Me empecé a poner nerviosa y el señor Suk no estaba aquí para salvarme. —P-per-perdóneme— dije e hice una reverencia tratando de conseguir un poco de misericordia. —Eres una incompetente, no sé por que carajos les pago— dijo él señor Kang, aunque aquellas palabras parecía para él mismo, me hicieron sentir una idiota. Estaba muy ebrio y ni así su mal genio sé controlaba un poco, ¿Por qué estaba tan enojado todo el tiempo?, me negaba a creer que así era su carácter. El señor Kim ya se había ido y el restaurante estaba por cerrar, nosotros dos éramos los únicos en aquel lugar, así que era hora de huir. Me puse de pie con rapidez. —¿Quiere que…lo lleve?. Mi jefe resopló harto de mi, podía sentir su odio hacia mi persona. —Para eso te traje, tonta. Yo cerré los ojos como si ese “tonta” hubiera estado acompañado de un zape en mi cabeza, aunque era un asno, él no llegaría hasta el extremo de golpear a una mujer, al menos nunca lo había visto hacer tal cosa. Me quedé mirándolo, se puso su abrigo con tanta elegancia que era imposible no prestarle atención, y pronto me hizo volver a la cruda realidad. —Una foto te dura mas…¿Qué haces ahí parada?. —Yo lo llevo señor— dije tratando de ser amable. —¿Acaso vas a cargarme?. Muy bien, se estaba pasando de la raya. —Bien, pues camine solo entonces. Él enarcó una ceja y entrecerró los ojos, como si estuviera alucinando. Me señaló con su dedo pero casi de inmediato bajó su mano y negó. Guardó silencio por un rato, y pude ver como sus facciones contraídas se relajaron poco a poco. —Tsss…—Me miró después de chasquear la lengua. Parecía cansado. —No debiste dejar qué me volvieran un alcohólico, ¿Por qué no pudiste cuidarme?. Aquella pregunta pareció dolerle, sus ojos destellaron algo de melancolía, y yo entendí, debí haber dicho cualquier cosa para sacarlo de ahí, y no lo hice, comí como una cerda sin prestarle atención a sus necesidades. Fue mi error. —Lo siento señor. Me contempló sin expresión alguna en su rostro y dio un paso hacia a mi, agitó su mano para hacerme caminar, yo me dirigí a la salida cuando escuché el arrastrar de una silla. Me giré y mi jefe se sujetaba de una silla. Definitivamente no podía caminar. Me acerqué con prisa y lo sujeté del brazo, esperando su rechazo eufórico, él odiaba ser tocado, pero no hizo nada. —Apóyese de mi. Eché su brazo alrededor de mi cuello y sentí parte de su peso sobre mis hombros, mis piernas apenas y podían sostenernos a ambos, como pude, saque a mi jefe de aquel lugar, llegamos hasta el auto y lo subí en el asiento de atrás, cayó en el asiento como un costal de papas, su brazo me jaló junto con él cuando cayó sin darme tiempo para sujetarme más que de su pecho, sentí el calor en todo mi cuerpo por haberlo cargado, y por quedar en esa mala posición, me levanté con lentitud y mi rostro quedó muy cerca del suyo. Era la primera oportunidad que tenia de verlo de cerca, el condenado era demasiado guapo, mentón cuadrado, pómulos hermosos, nariz perfilada, boca grande y labios rojos naturales, cabello castaño oscuro, y esos ojos cafés qué eran como dos pozos sin fondo, dispuestos a tragarte y torturarte si lo mirabas fijamente, era aterrador, mi jefe era aterrador. Su mirada bajó hasta mis labios, y de pronto sentí su mano empujarme con gentileza. Salí de mi trance, y me aclaré la garganta, me enderece y cerré la puerta, tuve que respirar hondo un par de veces antes de subir. —Lo llevaré a casa y… —No, hay un bar…a unas cuadras, llévame ahí–Me interrumpió. Me giré para verlo, estaba con los ojos cerrados. —Pero señor, usted…. —¿Acaso no sabes seguir órdenes?. —Si, pero… —Al bar o te despido. Yo apreté los puños, me enderecé y apreté mis labios para no decir lo que pensaba de él. Conduje hasta el bar qué él dijo y me bajé apresuradamente al ver que abrió la puerta, se había vuelto loco. Se tambaleo un poco, pero logró llegar a la entrada. No estaba segura de que hacer, tenía que llamara al señor Suk ¿O no?. Lo miré entrar y pensé que yo debía de aprender a manejar estas situaciones, no siempre podría llamar llorando al señor Suk Chul, así que lo seguí, pidió un privado y al entrar lo miré tirarse en un sofá. —¿Bebes?—Preguntó mientras aflojaba su corbata, preparándose para algo. —Si, pero ahora no puedo debo de… —Traiga una botella de su mejor coñac. Yo me giré, un mesero estaba ahí, salió antes de que yo pudiera decirle que no. —Señor, no debería de beber más, es tarde y mañana tiene que trabajar—Dije tratando de convencerlo, ¿Qué si sirvió de algo?, que va. —Suenas como una anciana, ya ven y siéntate, me pones nervioso parada ahí como monigote. Me senté en un lugar vacío y saqué mi teléfono, era evidente que yo no podía con esto, así que le marcaría al señor Suk Chul, él sabría que hacer, la pantalla se iluminó y entre al Wetchat, busqué el contacto del señor Suk y de pronto, mi teléfono me fue arrebatado. —Arpía, ¿Qué crees que haces?—Preguntó él señor Peligro y guardó mi celular debajo de él. —Señor… —Escúchame bien Gladis, esto fue tu culpa, y solo tuya, no lo olvides. ¿Acaso me castigaba?, ¿De este modo?. —Es Ari, no Gladis. Él me ignoró, y puso toda su atención en el menú frente a él. ¡Qué tipo tan desgraciado e irascible!, una bomba de tiempo, si, eso era mi jefe. Como fuera, la botella de coñac llegó, lo miré servir dos vasos y me extendió uno. —Yo tengo que manejar— informé. —¿Acaso te he preguntado?. —Señor…por favor no me obligue. Él alzó la cabeza al techo y volvió su vista a mi. —Bien, no bebas, pero entonces tampoco vayas a trabajar mañana, ya puedes irte— dijo tomándose su trago de un solo golpe. Lo contemplé más de lo que quise, me miró fijamente y habló de nuevo. —Te he dicho que tengo socios muy importantes en diferentes compañías, encontrar trabajo será difícil… Tomé el vaso y me lo bebí de un solo trago, raspó mi garganta y calentó mi estómago, apreté mis ojos tratando de no llorar. Lo miré y por primera vez lo vi sonreír, una sonrisa malvada y arrogante, pero sonrisa al final de cuentas.
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