A la mañana siguiente…
Sentí una fuerte punzada en mi cabeza y la garganta seca.
Quería seguir durmiendo, pero tenía que ir al baño, y no podía aguantar más, traté de abrir los ojos y la luz me cegó por completo haciéndome cerrar los ojos de nuevo.
Escuché un quejido y tardé en comprender qué era, de pronto abrí los ojos de golpe al caer en cuanta de algo, yo vivía sola.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, haciéndome olvidar de mis achaques de alcohólica.
¿Dónde carajos estaba?, empecé a hiperventilar y a entrar en pánico, un teléfono empezó a sonar, pero no era el mío, estaba en lo qué parecía una habitación de hotel, la cabeza me dolió y sentí ganas de vomitar, siempre sentía ganas de vomitar cuando estaba al borde de un colapso nervioso.
Y peor que eso, me ponía roja y sudaba como puerco en sauna.
De nuevo un teléfono sonó y esta vez si qué fue el mío, pero estaba demasiado confundida como para buscarlo y contestar.
Me asusté cuando alguien se movió a mi lado, sujeté mi pecho y me quedé mirando fijamente aquella persona echa bulto.
Miré con los ojos muy abiertos, un hombre, ¡había un hombre ahí!.
Me Miré a mi misma, ¿Dónde estaba mi ropa?, ¿Por qué estaba desnuda?, ¿Por qué….
Los teléfonos seguían sonando con desesperación.
Miré como aquel sujeto sacó su mano de entre las cobijas, y golpeo la mesita junto a él, tratando de encontrar su teléfono qué no dejaba de sonar.
No podía ver su cara, me puse de pie muy asustada, empecé a buscar mi ropa, encontré mi ropa interior y mi camisa, mi camisa estaba rasgada, ¿Qué era ese tipo?, ¿Un gato Acaso?, ¿Qué carajos hiciste Ari?, me cuestioné a mi misma mientras trataba de recordar.
—¿Qué quieres?—Preguntó él con voz ronca.
Voz qué me hizo sentir un escalofrío, se me hacía conocida, pero ¿de quien…?
—No hables tan fuerte…maldición…espera…— se quejó y se sentó en el borde de la cama, me estaba dando la espalda, tenía un espalda ancha y fuerte, tenía un tatuaje qué cubría gran parte de su espalda, sentí calor al ver los arañazos en sus hombros…Acaso…¿Yo hice eso?....
Sentí que iba a desmayarme...
—Escucha…pospón todo…llegaré en dos horas.
Aquel tipo colgó el teléfono y resopló. —Maldición— se quejó y se sujetó la cabeza.
Me tapé la boca para no hacer ruido, lo miré levantarse y no pude evitar ver su trasero, ¿En serio yo había ligado con un hombre como ese?, sentí aún más calor, él se giró con los ojos entrecerrados y yo…
—¡AAAAAAAA!— Yo pegué un grito llena de terror.
Era mi maldito jefe, el maldito Kang Woo, me había acostado con mi jefe, él que nunca sonríe y no es amable, el qué parece que trae un palo atorado en el culo y siempre está de malas, él tipo qué me odia, si, si, Kang Woo me odiaba.
Él también se sobresaltó e hizo un gesto de dolor. —¿Por qué carajos gritas?—Preguntó mientras apretaba los ojos y se sobaba la cabeza.
—No-no…no, estoy soñando—Me dije a mi misma empezando a sudar frío, sentía que me iba a dar un infarto o algo terminal, me pellizqué con fuerza y chillé por el dolor.
—No puede ser verdad— Murmuró él mientras me miraba como si yo fuera una gran montaña de mierda.
Tomé mi falda y corrí a encerrarme en el baño.
Estaba temblando, tratando de entender que había pasado anoche, ¿Qué había echo con mi jefe?, recordé que estábamos bebiendo, riendo por algo que no recordaba, y luego…luego…nada…había una laguna mental.
Me tapé la boca y sentí algo frío en mi piel.
Examiné mis manos y me quedé petrificada al ver el anillo en mi dedo anular.
“—Por supuesto que acepto.”
El primer recuerdo me golpeo con fuerza tumbándome en una lenta agonía.
“—Puede besar a la novia.”
Toc, toc, toc…
—Vamos, sal, tengo que usar el baño.
Yo miré hacía la puerta, no quería salir, quería que la tierra se abrieran y me tragara entera, mi vida estaba arruinada, ahora si sería despedida, ahora si viviría debajo de un puente condenada al exilio.
—Gladis, abre la maldita puerta.
Me levanté de la taza del baño y abrí la puerta, él condenado estaba ahí como si nada, con el cabello revuelto y con ese rostro qué yo quería golpear, ¿Por qué me seguía llamando Gladis?.
—¿Qué pasó anoche?—Pregunté teniendo la esperanza de que todo fuera un error, un mal entendido mío.
Él miró hacía la cama, regresó su vista hacía mi y señaló mi pecho. —Creo que es obvio.
Yo me sentí confundida, ¿Qué, que era obvio?, fui al espejo y grité de nuevo al ver los moretones en mis pechos y en mi cuello, tenía uno más en mis muslos, moretones qué solo pudo haber echo él…con su boca.
—Podrías dejar de gritar así, siento que la cabeza va a explotarme— se quejó él mientras levantaba la taza del baño, ya se había puesto su pantalón de vestir.
—¿Y esto…qué demonios es esto?—Pregunté ignorando él echo de que estaba haciendo sus necesidades delante de mi.
Él me miró y frunció el ceño, mientras que yo tenia mi mano levantada, enseñándole él anillo en mi dedo.
Él miró su mano, también tenía uno. Cerró los ojos igual de confundido qué yo, se subió la bragueta y fue a lavarse las manos.
—No tengo idea—Respondió.
—¿Nos casamos?.
—No seas ridícula, claro que no, yo no me casaría con…— se quedó pensativo, como si un recuerdo hubiera llegado a él. —Maldición— dijo arrepentido.
—¿Qué?.
—Escucha…tenemos qué ir a la oficina, yo tengo que ir, así que, vámonos y luego, cuando estemos más calmados y despiertos, hablamos de esto.
Yo asentí, pues esa era una buena idea, si, definitivamente primero había qué calmarse.