—Oh, pequeño Punki, (Punki es el gato de Ari), ahora ¿Qué voy a hacer?.
—Miau.
Claro, Punki tenía razón, no debía de volverme loca tan pronto, hoy no podría ver los cerezos, me sentía fatal, tenía sueño, mi cuerpo dolía, no iba disfrutar de su belleza con este estado de ánimo, lo que necesitaba era una copa de vino…no, no más alcohol para mi, mejor una taza de chocolate caliente y una novela.
De pronto me encontraba frente al televisor llorando por culpa de una escena romántica, ¿Por qué los hombres no pueden ser como en los dramas?.
Recordé los labios de mi jefe en mi cuello y sentí un escalofrío, quería olvidar eso, pero no dejaban de llegarme recuerdos a mi mente, me fui a la cama con la esperanza de que olvidara lo que pasó.
Al día siguiente en el trabajo, mientras esperaba él ele
