Capítulo 4 – vas a ser mía, Saray Evans.

1241 Words
Gabriel Campbell POV. –Es jodidamente hermosa – susurro mientras veo como su pecho sube y baja al ritmo de su respiración, desabrocho el primer botón de su uniforme militar, dejando ligeramente al descubierto su piel. Saray es blanca como la nieve, su piel se ve tersa, suave y yo quisiera tocarla. Me relamo la boca, es igual a como la recuerdo de hace tres años, solo que ahora es una mujer mayor y más madura, en el pasado ella era solo una chiquilla, ahora se ha convertido en una pantera, es hermosa, pero tengo la impresión de que se convertirá en un problema para mí. Quiero quitar mis ojos de encima de ella, pero no puedo, y tampoco deseo luchar contra mis instintos más salvajes, asi que hago todo lo contrario a apartarme. Alargo la mano y con el dedo índice marco un recorrido de caricias desde el cuello hasta su pecho, donde se resaltan unas tetas pequeñas, pero jugosas, Saray suelta un pequeño jadeo y yo sonrío, espero que este soñando conmigo entre sus piernas. ¡Maldita sea! He querido follarmela desde que la vi en la formación, toda ella es como un manantial de lujuria, Saray Evans me inspira a desnudarla y meterme dentro de ella para saborearla por completo. Antes de que llegara aquí, Zoé me advirtió que no podía involucrarme con ninguna de sus amigas, pero no voy a poder cumplir con la estúpida promesa. Saray es todo lo que necesito, no solo porque está jodidamente buena, sino porque es la forma perfecta de vengarme de Aaron por lo que pasó antes. Ahora que estoy aquí, no voy a perder la oportunidad de cobrarme lo que me hizo, ambos tenemos una cuenta que no hemos saldado y es momento de hacerlo. –Eres perfecta, Saray – susurro y me acerco a ella, su cuerpo huele a sol y almendras, veo sus labios pálidos y sus pestañas negras y me pongo duro de inmediato. He conocido a muchas mujeres bellas a lo largo de toda mi vida, me he follado a muchas de ellas, pero Saray es otro nivel de perfección y yo quiero violar esos niveles de perfección. –Eres demasiada mujer para el imbécil de Sotavento – suspiro y me quedo idiotizado con sus mejillas rosadas. Me acerco a su mandíbula y dejo un beso lento en esa zona, sus vellos se erizan enseguida, asciendo hasta su boca y entonces saboreo muy despacio el sabor de sus labios, ¡Joder! Tengo que calmarme antes de que termine haciendo una estupidez. Sé que no está bien, pero no puedo resistirme. Esta mujer va a ser mía, no me interesa de que forma, cuando, ni cómo. –¡Campbell! Maldita sea, ¿Dónde la tienes? – alguien aporrea la puerta de mi habitación. Me alejo de Saray y voy hasta la puerta donde el imbécil de su prometido sigue gritando. –¿Qué putas quieres? – escupo. –¿Dónde está Saray? ¿Dónde la tienes? – me gusta ver la cara de idiota que tiene, me gusta la frustración y la zozobra en su mirada, es lo mismo que yo sentí doce años atrás cuando por culpa de él hirieron a la única mujer que yo he amado en mi vida. Cierro la puerta y me cruzo de brazos – Saray está en mi cama, durmiendo. –¡¿Qué le hiciste?! – me grita. –Nada que ella no quisiera – juego con su cabeza, su mirada se descoloca y las venas de su frente se hinchan. –¡Quítate de ahí Campbell antes de que…! – respira con dificultad. –¿Antes de que? – lo reto. –Antes de que te mate – grita – ¡Saray! ¡Sal de esa maldita habitación! –Ella no va a responder por ahora – es mentira, Saray lo único que tiene es una descompensación por falta de comida y se insoló un poco, pero para eso le di una cuchara de proteína y le puse una toalla con un poco de vinagre en ella, eso ayudara a que se le pase el dolor y a que reaccione pronto. –Te dije que no la metieras a ella en esto – él me agarra por las solapas del uniforme, yo dejo que se enloquezca, me conviene que pierda la cordura – lo que pasó hace doce años no tiene nada que ver con ella, es entre tú y yo. –Yo tambien fui claro contigo – gruño – me jodiste Sotavento, gracias a ti la mataron, he estado esperando mucho por este momento, llegó tu hora de pagar todo lo que hiciste. –Pero no con Saray – escupe, pasa a mi lado y se mete en la habitación. Dejo que lo haga, este no es el momento para vengarme, ya tendré demasiado tiempo para eso. –¡Saray! Vámonos de aquí – él la zarandea como un animal. Me encabrona que la trate de esa forma, como si fuera un bulto de papas o como si no le importara un ápice, pero no es mi pelea, si ella quiere tener al lado a un hombre que la trata como a una mierda, es problema suyo, jamás entenderé a ese tipo de mujeres y tampoco me interesa hacerlo. Yo lo único que deseo con Saray es pasarla por mis sabanas. –¿Dónde estoy? – ella se despierta y mira a su alrededor, sigue igual de pálida que antes. –Ven conmigo – Aaron la carga de la misma forma en que yo lo hice y la saca de la habitación. Ella me mira con el ceño fruncido, tal parece que no recuerda absolutamente nada, se ve desorientada, pero yo no le voy a explicar la situación. Saray no despega su mirada de la mía. Esa chica está metida en un lio que ni ella misma alcanza a dimensionar. Le he puesto el ojo encima, y el problema es que yo siempre tengo lo que quiero. Cueste lo que cueste. –Nos vemos después, Evans – es lo ultimo que le digo antes de que ella desaparezca por los pasillos, tambien escucho el gruñido de Sotavento, pero en este momento hay algo más importante de lo que debo hacerme cargo. Voy al baño, me quito el uniforme y entonces comienzo a masajear mi polla de arriba abajo, el olor del cuerpo de Saray todavía está en la habitación y es lo suficientemente excitante como para pensar que la tengo aquí conmigo, desnuda esperándome en la cama. Gruño al tiempo en que siento que la tensión se acumula en mi m*****o, cierro los ojos y pienso en los de ella, en su mirada desafiante, en la forma que tuvo de negarse, siempre me han gustado las mujeres de carácter fuerte y Saray si que tiene un jodido carácter de mierda. Eso me excita, porque sé que cuando la tenga conmigo es porque definitivamente he sabido como domar a la fiera. Pienso en los pechos de Saray, en sus curvas, en sus labios, pienso en lo mucho que me ha gustado siempre y entonces siento que el liquido corre por mis manos mientras jadeo y el sudor cae de mi frente. Me miro al espejo y entonces me hago una promesa antes de volver a ponerme el uniforme. –Vas a ser mía, Saray Evans, estarás conmigo y entonces no querrás volver a saber del imbécil de Sotavento.
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