Capítulo 4.

1384 Words
▪️Te voy a besar ▪️ —La nueva secretaria que tienes es… uff, una belleza, no me digas que no te dan ni poquitas ganas de ya sabes. Sebastian alzó una ceja y negó, —No se a que te refieres Jerald, pero mejor dime, ¿Cómo va la producción de este mes?. —Eres muy aburrido Sebastian, antes eras divertido, me acuerdo bien, antes de que te casaras. —Cuando era joven si, ya soy un hombre adulto, tengo treinta y cinco años, ya no soy un adolescente. —Como digas, te mandaré el informe, el sábado hay una reunión, ¿Vendrás?. —No lo creo tengo mucho trabajo, un modelo nuevo va a salir y sabes que eso es… —Por eso mismo, el estrés se acumula en tu cuerpo y yo lo libero con… ya tu sabes, pero y ¿tu?, tu esposa te libera la tensión. —No quiero hablar de mi relación sentimental contigo, ni con nadie de echo. Jerald el gerente general de Tacoma, solo sonrió. —Devuélveme a mi amigo. Sebastian no le hizo mucho caso, sabía que Jerald era dramático de corazón. —Bueno, te dejo… —Te lo agradecería. Jerald tenía una cabellera larga y castaña, siempre fue un espíritu libre, le gustaba el rock, le gustaba beber en los bares y ligarse a las chicas más buenas, era un hombre honesto y nunca le decía que no a una aventura, él en verdad extrañaba a Sebastian, no entendía por qué se había vuelto tan aburrido y amargado, ¿En verdad el matrimonio era tan malo?. Salió de la oficina de su amigo y miró a la bonita chica que estaba sentada en su escritorio. —Blake. La chica alzó el rostro y lo miró directo a los ojos. —¿Tienes novio?. —Si. —Que pena. —¿Por qué?. —No…solo decía. Blake solo lo miró marcharse y no le hizo mucho caso, ella trataba de ser eficiente y en estos dos días parecía que había logrado algo, pues el jefe le dio los buenos días esta mañana lo cual aunque fuera poco, para Blake fue un enorme paso, ya casi lo sentía dentro de su bolsillo. Sebastian se sentía ahogado, pero era un hombre al que le gustaba sufrir en silencio, al principio su matrimonio con Samantha fue bueno, había sido un matrimonio arreglado, pero aún así no tuvo quejas de ella durante los primeros meses, aunque después de casi cinco años se volvió aburrido, sin nada de chiste, aunque eso no era razón suficiente como para concluirlo, al menos no para él. Samantha y él no eran compatibles en ningún aspecto y para evitar peleas tontas él fue quien cedió, y se convirtió en algo que odiaba, dejó las fiestas, dejó a la mayoría de sus amigos, dejó su esencia metida en el ático y ahora se sentía muy… gris. Dejó de pensar cosas ridículas y volvió a su trabajo. Ya no importaba o al menos era lo que él creía, después de todo las personas cambian, ¿Cierto?. Esa misma noche Blake estaba juntando sus cosas cuando Gigi le marcó. —¿Qué ocurre Gigi?. —Blake necesito que me hagas un favor. —Si, cual— aceptó Blake sin pensarlo. —Cúbreme esta noche por favor. Hoy era el día de descanso de Blake en el bar en el que trabajaba, y también donde Gigi trabajaba medio tiempo, también era su día de descanso en la cafetería, se suponía que hoy solo iba a dormir y ver televisión, pero ya había aceptado. —Esta bien, yo te cubro. —Genial, te lo agradezco, eres un amor, ¡Te amo!. —Si, okey, pero me debes una. Alguien se aclaró la garganta y la chica por poco suelta el teléfono que estaba en sus manos. Volteó y era su jefe. —¿Ocupa algo señor?. —Aaron, ¿Dónde está?. —Dijo qué iría al piso de Marketing. —Bien. La chica solo asintió y continuó juntando sus cosas, Sebastian le miró la espalda y posteriormente su mirada fue a su trasero, él no era un hombre promiscuo, ninguna mujer lo había logrado tentar lo suficiente como para querer engañar a su esposa, además él no quería ser ese tipo de hombre, Infiel, él era un fiel creyente de que el matrimonio era algo sagrado que debía de respetarse, además no quería estar envuelto en chismes o rumores tontos, ya antes le había ocurrido un pequeño incidente y no quería pasar por lo mismo. La miró solo unos segundos y volvió a su oficina. Las horas pasaron y él, más que sentirse cansado, se sentía enfadado, no quería ir a casa, por que sabía que su esposa sólo lo regañaría por cosas sin sentido, y que todo terminaría en una discusión, él no quería discutir esta noche. Alguien tocó a la puerta de su oficina y luego entró su asistente. —Señor ya me voy, ¿Necesita algo?. —No, gracias, ya te puedes ir. Jerald silbaba mientras caminaba por aquel ancho pasillo, estaba por ir a las escaleras, cuando miró una luz encendida, bufó y negó, fue hasta la oficina de su amigo y entró sin tocar. —Vamos Sebastian. —¿A dónde? —preguntó el hombre sin verlo, aún estaba trabajando. —Levanta tu trasero de esa silla, vámonos, necesito un trago, tu necesitas uno, y no acepto un no por respuesta, voy a arrastrarte si es necesario y lo sabes, así que vamos. Sebastian se enderezó y suspiró, —Bien— dijo él y se iba a poner su saco cuando Jerald lo detuvo. —Deja esa mierda, vamos en las motos. —No, olvídalo le prometí a sa… —Te lo estoy pidiendo como amigo, si aun me quieres aunque sea un poco has esto por mi, vamos en las motos. —Es peligroso, tomar y manejar… —No te hagas el santo, lo hemos echo antes, además, solo será un trago, un cigarro y ya esta, mañana hay que trabajar. Sebastian no estaba muy seguro, pero al final accedió, en su empresa habia un taller personal, en donde él antes trabajaba, pero había dejado de hacerlo, había dejado de trabajar en aquel taller, ¿por qué?… por qué a Samantha no le gustaba cuando él volvía a casa oliendo a aceite de autos, o cuando su ropa se llenaba de mugre, no le gustaba que él hablara nada con respecto a motos, motores o carros, así que sin darse cuenta se olvidó de lo que en verdad lo apasionaba. Dentro de aquel taller había algunas lonas cubriendo tres motos y un auto deportivo, Sebastian las miró como si fueran algo prohibido y fue Jerald quien las destapó, dejando ver la belleza de esas cosas. Los ojos de Sebastian brillaban, eran hermosas para él, —¿Sabías que esta moto tiene un motor V-Twin a cuarenta y cinco grados de uno punto novecientos noventa y seis centímetros cúbicos, refrigerado por aire que entrega ciento veinte caballos de potencia y ciento ochenta y tres Newton metros de par, y su chasis está fabricado con titanio, aluminio y fibra de carbono de origen aerospacial y puede alcanzar los trecientos cinco kilómetros por hora?. —Si lo se, yo te ayudé a fabricarlas, ¿Lo olvidas?. —No se si debamos— dijo Sebastian mientras acariciaba el asiento de piel. —Déjate de ridiculeces— dijo Jerald y fue a un locker, sacó unos cascos y unas chamarras de piel, que eran especiales para motociclistas. Le dio lo suyo a Sebastian y él se puso sus cosas, Sebastian se sentía emocionado, hacía casi tres años que no se subía a una, se puso su chamarra y su casco y Jerald le dio las llaves. —¿Si recuerdas como hacerlo?. Sebastian sólo rodó los ojos y se subió a su moto. —Lo que bien se aprende no se olvida. —¡Ese es mi amigo!, juro que te voy a besar. —No te atrevas. —Oh si, si lo voy a hacer— dijo Jerald con una sonrisa mientras se acercaba a él. —No… no… awww… que asco. —Admítelo, te gustó, me amas más que a tu esposa. —Sin comentarios.
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