Emma Hernández.
Mis dedos no dejan de temblar. Cada segundo que pasa es una tortura inmerecida para mí. No sé si podré con todo.
Miro una vez más su letra y mi corazón se dispara. Muchas dudas rondan mi cabeza que ahora mismo la siento martillándome sin piedad. Mis ojos arden de todo lo que lloré minutos atrás, mi boca está seca y en mi estómago hay una lucha campal entre dos dragones gemelos y ninguno está ganando.
Por momentos creo que voy a desfallecer. Boqueo varias veces intentando llevar un poco de oxígeno a mi maltratado cuerpo. La sensación de ahogo se siente diferente a la que fue esa noche que sucedió aquello que me marco de por vida. Esa vez me sentía morir del dolor cuando me dañaba, no sólo el cuerpo, si no el corazón. Pero hoy no es así. Los motivos de ahora claramente son
