Cherry comenzó a pensar en las distintas formas que podría darle la noticia a Ángel sin que le diera un infarto. Lo más probable es que no quisiera tener nada que ver conmigo ni su hijo, y por un lado ella creía que estaba bien, ya que ella tampoco estaba muy segura del todo. Llegó en el peor momento posible, su negocio estaba creciendo a pasos agigantados y no podía retirarse para hacerse cargo de un niño. Debería pagar niñeras y eso sumaría gastos a su presupuesto, además de los gastos médicos, alimentación, vestimenta y todo lo que necesitaba un niño en los primeros dieciocho años de su vida. Para sacarla de sus pensamientos llegó Luna. -¿Estás mejor? -preguntó. -La verdad es que no, sigo dándole vueltas al asunto -contestó Cherry. Luna asintió y se acercó a ella. -Tranquila