4

1560 Words
Randy La navidad era algo que no terminaba de gustarme, y creo que nunca lo haría. Porque era la época donde la soledad me golpeaba más. No tenía familia y mucho menos a Becky. Hacía tiempo que no probaba un buen pavo horneado en casa, el olor que te embriagaba desde que te levantabas en las mañanas porque sabías que era navidad y te reunirías en la mesa con toda tu familia. Comería, hablarías y lo mejor, disfrutarías de ese momento especial. -… Si Randy irá conmigo. —Mael palmea mi hombro, haciendo que disperse mis pensamientos. Lo miro no sabiendo en que me ha metido esta vez. Él es el que consigue las carreras donde yo corro. El único amigo que tenía en este mundo. —Tenemos una fiesta a la que asistir, —dice cuando cuelga el teléfono. -¿What? —Estoy desconcertado. —Es navidad. Una chica lanzó una fiesta en su casa porque sus padres están de viaje. —Me pregunto qué tipo de padres dejarían a su hija sola en navidad. —No quiero ir —Mael entrecierra los ojos. —Vamos. ¿No querrás pasarte solo en navidad en tu casa o sí? —Suspiro, y asiento. La fiesta es mejor que dormir en mi fría cama. Mael tiene familia, pero hace tiempo tuvo una pelea fuerte con su padre y dejó su casa. No ha regresado desde entonces. Se la vive en las carreras y fiestas. No le interesa sentar cabeza. Pensé que para entonces sería más responsable cuando se relacionó con Emma, la mejor amiga de Becky. Pero no creo que eso vaya a pasar, no ahora. Para cuando llegamos a la casa de la dichosa chica, creí que pocos pocos invitados. Pero lo que encuentro es la casa a reventar de chicos y chicas embriagándose una noche en navidad. Se supone que la mayoría estaría con su familia, en casa. Si yo tuviera una familia estaría celebrando de su compañía, había idiotas que realmente desperdiciaban su vida. Mi amigo era uno de ellos. Bajé del auto de Mael, y me encaminé a la casa llena de chicas que estarían dispuestas a irse a mi cama si se los pidiera, pero solo quería una y no se buscaban en esta fiesta. Una chica de shorts cortos y tetas grandes me sonrió cuando me vio. Le gustó lo que vio, sé que soy el tipo de todas las chicas. Estoy consciente de tener un cuerpo fuerte y esculpido, con bíceps que hacen el resto de mi cuerpo. No es por ser arrogante, pero también soy un experto en la cama. Todas las chicas me lo han dicho. Encuentro a unos conocidos de las carreras al pasar, choco manos, palmeo espaldas y saludo con asentimiento. Cosas de hombres. —Iré a ver a que chica encuentro. —Me dice Mael. Estaba a punto de reprenderlo, para que respetara a Emma, pero se fue antes de decirle. Realmente me da pena Emma, ella no es la culpable que se haya enamorado de un tipo como mi amigo. Solo espero que el rompimiento que no tarda en llegar, no sea tan doloroso en ella. Camino para conseguir una cerveza. Saco un cigarro y lo enciendo, me arrincono a una esquina de la casa. Cualquier chica, que me viera con una cerveza en la mano y un cigarro en la otra, se acercaría a mí porque me verían como un chico enigmático que quisieran conocer y domar. Eso es lo que las chicas ven en un chico como yo, les atrae el peligro y lo desconocido. Pero son consciente que pueden salir lastimadas, y aun así se avientan a la oscuridad donde me encuentro. —¿Tienes un cigarro para mí? —dejo salir el humo retenido con placer. Le sonrío, saco un cigarro para ella. Se inclina hacia adelante para que le encienda el cigarro, y deja que vea sus senos; redondos y grandes. Le doy una mirada divertida mientras niego con la cabeza. Ella me devuelve la sonrisa después de que inhala de su cigarro y deja salir el humo. —¿Cuál es tu nombre? —pregunta con interés. —Randy. —Soy Jessica —responde. Mira a su alrededor, y luego a mí. —¿Te gustaría estar en un lugar más acogedor que este? —sus labios me incitan a que los bese. Me está haciendo una invitación a su cuerpo. Sonrío, tiro mi cigarro y lo aplasto. Se acerca a mí, y me besa, le respondo el beso. Quiero olvidar a Becky, quiero olvidar su aroma, su cuerpo, sus besos. Y al tocar a Jessica me imagino que es el cuerpo de Becky que se presiona con el mío. Entonces me doy cuenta de que nada y nadie puede borrar la marca que ha dejado en ella en mí, y hacer esto es como traicionarla. Así que la aparto. Jessica luce desconcertada por mi alejamiento. —¿Qué sucede? —pregunta con un tono de niña como si le estuviera quitando su juguete más preciado. —No puedo hacer esto. —Le digo con amabilidad. Me bebo el ultimo sorbo de mi cerveza y me voy al otro lado de la habitación. Mis ojos caen directos en mi amigo. La frustración e ira me invade. —¿Cómo rayos puedes hacerle esto a Emma? —lo aparto de la chica que estaba fajando. Mael me mira como si me hubiera vuelto loco.  —¿Qué sucede contigo? —pregunta enojado cuando ve que la chica se va. —Esa chica iba a ir a mi cama, —señala en la dirección que hace unos segundos se fue su conquista perdida. —Tienes que respetar a Emma. Ella es tu novia, —le recrimino. —No puedes echar por la borda una relación como la que tienes con Emma, —me di cuenta de esto cuando perdí a Becky. Y al menos quería ayudar a mi amigo, y que no cometiera el mismo error que yo hice con ella. —¿Y eso qué? Nadie le va decir que me iba a follar a esa chica, al menos que tú lo hagas. —Me mira desafiando a que lo contradiga. Aunque son algunos meses que nos conocemos, ambos nos hemos protegido y cuidado nuestra espalda. Mael podría ser a lo que se acercaba a un hermano, pero para mí era solo un amigo, lo único que tenía. Porque yo tenía un hermano y nadie más lo sería. —No le diría nada, pero si no estás en serio con ella será mejor que no la dañes más. Termina esto, y hazlo antes de que se te salga de las manos, —le lanzo una mirada severa para que viera que hablaba en serio y me fui. No hacía falta seguir allí sabiendo que alejaría a toda chica que se me acercara o intentara coquetear conmigo como lo hizo Jessica.     Me di una ducha y caminé a la habitación que alguna vez fue de mi hermano menor. Miré la habitación, cerré los ojos imaginándomela como antes. Las paredes eran de un color verde agua, en medio se encontraba una cama con una sobrecama de Batman, había juguetes en una mesita junto con una foto de nuestra familia. Sonreí. Abrí los ojos mirando a la mesita que alguna vez estuvo llena de juguetes, encontrando solo un avión de madera; el preferido de Walter. Lo traje conmigo cuando regresé al pueblo. Era lo único que me quedaba de él. Lo tomé entre mis manos, y lo aferré a mi pecho como si eso pudiera hacer que el tiempo volviera atrás, a una familia feliz. A volver estar rodeado de las únicas personas que me importaron en este mundo. Una lágrima se deslizó fuera de mi ojo y recorrió mi mejilla alcanzando al avión de madera que tenía en mis manos.   —Pensé en lo que me dijiste anoche —Me encontraba recargado en mi moto, iba a correr. Esperaba con ansias la adrenalina que se apoderaba de mi cuerpo y el viento que pegaba en mi cara. —¿Y? —alcé las cejas hacia él. Me lanzó una mirada mordaz. —Terminé con Emma. —La noticia no me sorprendió en absoluto. —Lo hice anoche por teléfono. Le llamé después de que me lo dijiste. —No lo digas como si yo fuera el culpable de que terminaras con ella, —dije. —El único responsable de esa relación eras tú y ella, —me fulmina con la mirada. —No te estoy echando la culpa a ti. —Lo dices como si lo fuera —respondí —¿Y por qué rayos la terminaste por teléfono? Eso es lo más bajo en lo que puedes caer, ¿no pudiste decírselo a la cara? —Quería que todo esto terminara. —Para que te fueras a la cama con esa chica que te espanté sin remordimiento. —Repliqué —No. Solo hice lo que me dijiste —y volvía a echarme la culpa. Empuñé las manos, enserio que quería darle un puñetazo a este chico delante de mí. No parecía a mi amigo. —¿Randy estas preparado? —Pregunta Tyler, el encargado de las carreras. Asentí hacia él. —Sea lo que le dijeras anoche, creo que debes hablar con ella en persona. —me puse el casco de protección y monté mi moto deportiva. —¿Por qué no me apoyas como un amigo y ya? —alza los brazos al aire reclamándome. —Lo estoy haciendo, —arranqué para posicionarme en mi lugar de la carrera. «Estaba ayudándote a no ser un idiota y que perdieras lo único bueno que había en tu vida» Corríamos seis en esta carrera de motos. Vi a Fabián, Rafael, Efraín, Jairo, y Aarón. Sonreí para mis adentros, ya había competido con cada uno de ellos y los había derrotado. Todos ellos juntos no eran ningún problema para mí. Mi motor rugió de vida y una voz sensual gritó: —¡Ya!  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD