Becky
Alguna vez dije que le patearía el trasero a Mael si lastimaba a mi amiga. La promesa seguía en pie. Al aparecer Randy y su amigo no eran tan diferentes como pensaba. Ambos eran unos asnos que merecían que les pateara el trasero hasta que sangraran.
Los sollozos de Emma a mi lado me trajeron a la realidad y espantaron mis pensamientos vengativos. —Él no merece tus lágrimas —dije.
—Pero creí que todo iba bien entre nosotros, —se lamentó. —No sé lo que pasó, ¿Qué hice mal? —La ira me invadió.
—Óyeme bien. Tú no hiciste nada mal, la única culpa aquí la tiene él. —Refunfuñé, —¿Cómo se atreve a terminar su relación por teléfono? ¿Qué clase de estúpido es? —No creí que todavía existieran ese tipo de hombres, pero Mael no merecía el nombre de “hombre” por como terminó con mi amiga.
La escuché llorar y lamentarse toda la tarde hasta que se quedó dormida, en mis brazos. La dejé en su cama, mientras me levantaba. Mi celular sonó, corrí a él para que no la despertara.
—¿Bueno? —Susurré.
—¿Cómo sigue ella? —Preguntó del otro lado de la línea Fredy. Su voz mostraba lo preocupado que se fueron.
—Se ha quedado dormida, —dije tomando mi bolso y saliendo de la habitación.
—Quiero consolarla, pero no quiero que piense que me estoy aprovechando de la situación para que se enamore de mí.
—Lo sé. Es mejor dejar que se reponga, tiene roto el corazón y no creo que sea bueno que tú intentes conquistarla en estos momentos, —le recomendé. Lo oí escapar dejar un suspiro de frustración, sabía cómo se sintió.
—Quiero golpear a ese imbécil, —sonó alterado al otro lado de la línea.
—Yo igual. Pero voy a tomar cartas en el asunto, déjamelo a mí. —Colgué la llamada y marqué a otro número.
—¿Hola? —la voz de Miguel llenó el espacio vacío de la otra línea.
—Hola Miguel, soy Becky. —Respondí.
—Hola ¿Qué pasó? —mordí mis labios. —¿Qué puedo hacer por ti? —sonreí, aunque sabía que él no podía verme.
—¿Sabes dónde se encuentra Mael en estos momentos? —pregunté.
—Está en una carrera de motos con Randy, —mi estómago se hundió a la pronunciación de su nombre.
—¿En dónde?
—Te envío la dirección por mensaje, ¿Sucede algo? —su voz había adquirido un todo inquisitivo.
—No, nada. Gracias y espero tu mensaje.
Al cabo de unos segundos recibí la dirección. Encendí el motor y seguí el camino que me indicaba.
Había varios autos y motos esparcidos por todo el lugar. El lugar estaba hecho de varias bodegas abandonadas y en ruinas. En medio se extendía un amplio espacio para estacionarse y poder correr. Caminé por la multitud mientras me miraban con extrañeza. Ninguno a los que miré conocía, hubo unos cuantos, de la universidad, pero a nadie con quien conversaba. En medio se encontraba un motón de personas con alguien en el centro de atención, fui hacia ahí. Me abrí paso hasta llegar al centro. Encontré a Randy en su moto hablando con un grupo de chicos y chicas, y en el otro lado estaba Mael besando a una morena. Ninguno de los dos se dio cuenta de mí. Cerré los puños con furia, y hablé con calma: —¿Así que te estas divirtiendo? —Le pregunté a Mael. Los ojos de Randy se dirigieron a mí con sorpresa. Mael dejó de besar a la morena y se fijó en mí. Ahora tenía la atención de todos, genial. Porque la necesitaba para lo que haría.
—¿Becky? ¿Qué haces aquí? —preguntó Randy. No respondí, me concentré solo en Mael.
—¿Te diviertes ahora que terminaste con Emma por teléfono? Bastardo, —sisee.
La morena me miró —¿Es tu novia? —le preguntó a Mael. El negó con la cabeza.
—¿Qué haces aquí, Becky? —preguntó bajando de su regazo a la morena.
—Solo vine a decirte que eres un poco hombre al terminar por teléfono a mi amiga. Ni si quiera tuviste los pantalones para decírselo en la cara. —Rechiné los dientes, él me miró con dureza.
—Eso no te incumbe a ti.
—Me incumbe porque es mi amiga y me duele verla llorar hasta dormirse por tu culpa, —lo fulminé con la mirada. —Así que te lo advierto. Si te le acercas de nuevo te dejaré infértil, —lo amenacé. Unos cuantos espectadores rieron por lo bajo —y para que te quede claro que lo haré, —Mi puño se lanzó en su mandíbula derribándolo hacia atrás. Su cara de sorpresa me encantó. Todos mantuvieron la respiración mostrándose tan sorprendidos del golpe que no vieron venir. —Quedas advertido. —Me di la media vuelta, dándole la espalda a todos. Una media sonrisa se fue formando en mi rostro al pasar por la multitud que me miraba estupefacta.
Antes de llegar a mi auto una voz me llamó. Me giré para verlo correr hacia mí. —¿Qué fue todo eso? —preguntó.
—Solo le dejé claro a tu amigo lo que le pasaría si se acercaba a mi amiga otra vez, —Respondí sin inmutarme de su acercamiento.
—No me esperaba un golpe, —escuché el asombro en su voz. —Pero veo que ya conoce la fuerza que puede emitir tu puño —sonríe. Mordí mis labios.
—Tú también la conoces —recordé la vez que le saqué el aire en mi puerta como venganza de lo que él había hecho conmigo antes en una fiesta. El golpe no iba dirigido a mí, pero aun así yo lo alcancé por estar tratando de separarlo a él y a Miguel de una pelea.
—Claro y no quiero volver hacerte enojar para que me golpees. Tienes una fuerza inhumana, —bromeó. Traté de sofocar una sonrisa, pero no pude.
—Deberías ir a ver a tu amigo, y no estar felicitándome porque lo golpeé. —Mira sus zapatos y luego me mira a los ojos. Había tanta intensidad en ellos que tuve que mirar a otro lado.
—Él estará bien, además se lo merecía. Yo mismo le dije que dejara de jugar con Emma, —alcé las cejas.
—¿La engañaba desde antes? —pregunté atónita. Randy hizo una mueca al darse cuenta que había traicionado a su amigo.
—Solo le di un consejo, —negué con la cabeza. Ambos eran iguales. Enterré mis uñas en la palma de mis manos para no comenzar a insultarlo.
—¿Qué? ¿Quieres que te de las gracias por hacerlo? —Vi tristeza en sus ojos al escucharme hablarle con voz fría.
—No. —Respondió. —Solo pido una oportunidad para hablar contigo. Estoy dispuesto a decirte todo lo que quieras saber de mí —se acerca a mí, pero retrocedo.
—Ya te conozco lo suficiente, como para saber qué tipo de persona eres, y no quisiera saber nada más para que me lastimes. —Abrí la puerta de mi auto y me subí. Él se acercó a la ventana, nuestras caras estaban tan cercas que me dio miedo.
—Solo una oportunidad, por favor. —Sentí como mi corazón se oprimía con su respiración en mi cara, me lastimaba esa proximidad.
—Tengo que irme. —Arranqué el motor y me alejé de ahí, viéndolo por el espejo retrovisor como su mirada decaía en la tristeza hasta que no fue nada.
—Solo prueba un bocado de tu comida, —pedí a Emma. Ella tenía los ojos hinchados y debajo de estos círculos negros. Su cabello estaba amarrado dándole una apariencia poco favorable. Me retorcí en mi asiento de la cafetería al darme cuenta que tal vez así me veía cuando me enteré de la traición de Randy.
—No tengo hambre, —objetó. Me di por rendida. Era lo mismo desde que Mael la dejó. Ella realmente lo amaba.
—Está bien —Dije. —Está bien. —Miré a Fredy quien estaba devastado por como Emma se veía. Sufría por ella, pero Emma no se daba cuenta de ello.
Fredy se levantó de su asiento, tomó su mochila y se salió de la cafetería hecho un tornado. Me hundí en mi asiento, solo esperaba que Emma volviera hacer la de antes.
—Emma. Nunca te conté por qué terminé con Randy ¿Verdad? —Ella levantó la vista de su almuerzo. Negó con la cabeza. —No lo hice porque es doloroso para mí hacerlo. Nadie lo sabe, pero hace unos meses tuve el valor de hablarlo con mi hermana y me sentí mejor.
—¿Por qué me cuentas esto? —Preguntó. Su voz apenas era la de antes. No reconocía a la chica delante de mí.
—Emma. Randy me mintió y me usó. —Sentí un pinchazo cada vez que lo decía en voz alta. Me usó. Pero era la única forma de que ella viera las cosas como lo que son; que ella también había sido víctima de las palabras y juegos de él, como yo lo fui de Randy.
—¿Cómo que te usó? —Suspiré, me calmé.
—Apostó con Mael para que me enamorara y se acostara conmigo. —Ella abrió los ojos estupefacta ante la información que le acababa de dar. —Emma, Mael no merece que sufras por él. Debes seguir adelante con tu vida, no te quedes estancada como yo lo hice una vez que me enteré de ello. No quiero verte como mi misma copia de un corazón roto.
Procesó mis palabras por varios segundos, quería que viera la verdad ante sus ojos. —¿crees que tal vez también fui su apuesta? —preguntó después del silencio.
—No lo sé. —Pudiera caber la posibilidad que también ella fuera parte de una apuesta entre Randy y Mael. Pero si la hubo solo quería que ella no se enterara, la lastimaría más de lo que ya lo estaba haciendo.
—Gracias, por contarme esto. —Hizo círculos con su pulgar en mi mano. Le sonreí.
—Solo espero que te ayude a ver las cosas desde otra perspectiva. —Me devolvió la sonrisa, pero no llegó a sus ojos.
—¿Realmente crees que puedo jugar? —Sus ojos se veían sin vida, y estaban huecos. Su piel era traslucida como la de un fantasma y su peso era solo piel con huesos. Estaba alentándolo a que jugáramos Jenga, no tenía que hacer mucha fuerza solo mover algunos bloques.
—Hay que intentarlo —-dije. Negó con la cabeza.
—No tengo ganas de hacer nada —respondió cansado. Caminó lentamente hasta llegar a su cama y recostarse. Vi una mueca en su rostro cuando su espalda tocó el colchón.
—Está bien, entonces hablaremos. —Fui hacia mi plan B. Asintió en acuerdo. —¿Ha venido a visitarlos el tío Andy? —asintió.
—Ha estado un par de veces aquí antes de que llegues. —Fruncí el ceño, ¿Por qué nunca me lo encontraba cuando llegaba al hospital? ¿Él me conocía y por eso me evitaba? No lo creo. Por lo que sé de Olivia, él es un hombre muy ocupado pero joven para ser un hombre de negocios.
—Oh, ¿De qué hablan cada vez que viene?
—Cosas. De mi salud, películas, juegos, y a veces de su hermano.
—¿Tiene un hermano? —la curiosidad viajó a través de mí.
—Sí. Habla mucho de él.
—¿Cómo se llama? —niega con la cabeza.
-—No me ha dicho su nombre, —asentí.
—Así que ¿Cuándo salimos al jardín? —sonreí para ver si conseguía una sonrisa de su parte.
—No te rendirás, ¿verdad? —preguntó. Negué con la cabeza.
—Por nada del mundo. —Afirmé segura. Tenía que sacar a Maslow de su cuarto, al menos para que viera que afuera existía un mundo hermoso el cual podía disfrutar, aun estando con cáncer.
—Ven mañana y veremos, —dijo con su voz apagándose del cansancio, hasta que cerró los ojos. Salí de su habitación con melancolía.