Por un momento dudo por qué acepté acompañar a Vivian hoy. Bueno, sí, lo sé. Porque me lo pidió con esa sonrisa emocionada y no puede decirle que no. Y porque, aunque me duela admitirlo, en ocasiones soy incapaz de decirle que no. Así que aquí estoy, caminando a su lado entre escaparates llenos de flores y cintas, con el perfume de las tiendas flotando en el aire como una promesa dulce. Ella parece brillar, como si todo a su alrededor existiera para celebrar su felicidad.
Y yo, ¿qué hago aquí? Fingiendo que todo está bien. Fingiendo que no siento cómo se me encoge el pecho cada vez que menciona a Gedeón. Sé que es mi hermano, pero no entiendo quién en su sano juicio decidiría ser parte de nuestra familia porque sí. Pero al parecer Vivian es una de esas y dentro de cuatro semanas, ella ser
