Al regresar del baño, ninguno de los dos está, parece que salieron porque la puerta de la oficina está abierta; tomo un poco de aire y hago algunas respiraciones, siento que me quité un peso de encima y eso, por alguna razón me hace sentir más tranquila, me acomodo en mi escritorio y continúo trabajando como si nada hubiera pasado.
Después de unas horas el elevador llega, Caleen y Aston se bajan y están sonriendo, se despiden como si fueran amigos y cada uno se va a su oficina. Caleen ya no sale el resto de la tarde, ni me llama para nada.
Estoy a punto de irme cuando escucho que se abre la puerta.
—¿Ya te vas? —me pregunta.
—Sí, ¿necesitas algo? —pregunto seria.
—No, bueno sí —responde dudoso—. Quería invitarlas a cenar.
—Gracias, pero yo no me siento bien.
—¿Estás enferma? —ind
