Al llegar al hospital, de inmediato lo hacen pasar mientras yo me quedo llenando los papeles con su información. Tomo el teléfono para llamar a mi madrina que contesta de inmediato. —¿De nuevo algo de trabajo hija? —pregunta. —No madrina, le fracturé la nariz a Caleen —respondo. —¡Pero Aitana! —exclama—. ¿Cómo haces algo así, en qué estabas pensando? —Madrina —la tranquilizo—. Fue un accidente, ni siquiera sé cómo fue. —¡Ay hija! Me asusté, por un momento pensé que al portarse tan arrogante, habías explotado y le habías dado su merecido. —Sabes que yo sería incapaz, por muy arrogante que sea, jamás olvidaré que es el padre de Eileen. —Lo sé, ¿y cómo está el témpano de hielo? —Llegamos hace unas horas, aún no sé nada —respondo preocupada—. ¿Cómo están las niñas? —Aún no despier