La primera cosa que Travis notó cuando la puerta se abrió fue el vivo sonrojo en las mejillas de Isabella, eso, seguido de su camiseta casual, que colgaba de un lado de su hombro, dejando más piel a la vista de lo que él estaba acostumbrado. Finalmente, desvió la mirada, pero, tan tentador como era quedarse mirándola sin decir palabra alguna, Travis se recordó a sí mismo por qué había conducido media hora y subido furiosamente hasta su casa, obligándose a fijar sus ojos en su rostro evitando cualquier tipo de distracción adicional.
—¿Qué estás haciendo aquí? — le espetó ella con tono cortante, claramente aún resentida por su encuentro anterior.
Isabella levantó un dedo, deteniéndolo justo cuando él abrió los labios para responder.
—Ah, y si estás aquí para decir “tenemos que hablar”, e
