Sentada frente a su tocador, Isabella observaba con atención el reflejo de Grace en el espejo mientras la anciana trabajaba en su cabello, recortándolo lo suficiente para la cirugía. Había pasado una semana desde que despertó y cinco días desde que le dieron el alta y hoy era el gran día, el día en que donaría su médula ósea para el trasplante de Valery. Ya podía imaginar la felicidad de Valery una vez que la cirugía terminara y el tratamiento comenzara a hacer efecto de inmediato, solo sería cuestión de una o dos semanas para que la niña recuperara su salud, y la sola idea la emocionaba. —Listo, señorita Montoya —anunció Grace, dando un paso atrás para que Isabella pudiera admirar su cabello. Su melena, antes larga, ahora estaba cortada a la altura de los hombros. —Creo que es el la

