Una sonrisa asomó en las comisuras de los labios de Isabella, y como estaba sola, no se molestó en ocultarla cuando finalmente se transformó en una amplia sonrisa. —Mañana es perfecto, justo tengo algo de tiempo libre —dijo. —Genial, te esperaré entonces en el restaurante de Holloway Green. —De acuerdo —respondió Isabella, colgando la llamada de inmediato y marcando otro número. El teléfono sonó durante unos segundos antes de que alguien contestara. —Hola, Florence —saludó con un tono fingidamente alegre, esforzándose al máximo para no sonar intimidante, no fuera que asustara a la periodista antes de que su trabajo estuviera terminado. —Hola, Nica, un placer escucharte de nuevo, ¿Tienes otra historia que quieras compartir conmigo? —No, en realidad te llamaba para darte un consejo s

