Isabella tenía los ojos cerrados, durmiendo plácidamente, cuando un solo copo de nieve del exterior se coló por la ventana de su habitación de hospital, cayó en la punta de su nariz, derritiéndose casi al instante.
La fría sensación líquida hizo que su dedo se contrajera una vez, dos veces, y luego sus párpados temblaron antes de abrirse.
Al principio, su visión era borrosa, todo parecía distorsionado y desconocido, sus ojos recorrieron la habitación, tratando de asimilar su entorno, y su cabeza comenzó a dar vueltas.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?
Estas preguntas se agolparon en su mente mientras una sensación de mareo y confusión nublaba sus pensamientos y entonces, de golpe, todo regresó a su memoria.
Irene secuestrándola, empujándola al agua, Owen acudiendo en su rescate y, lo últ
