El Parque Ekeberg era uno de los más hermosos del país, estaba lleno de flores y árboles, un lugar muy agradable y relajante, perfecto para dar un paseo.
Un paisaje que dejó a Owen maravillado cuando, media hora después, Isabella lo sacó de la pista de hielo.
—Esto es hermoso —dijo Owen mientras seguía admirando el paisaje, mientras Isabella lo llevaba de la mano hacia el lugar que había preparado especialmente para ellos.
—Me alegra que te guste —respondió ella.
Owen se giró para mirarla, con una amplia sonrisa en el rostro.
—¿A dónde vamos?
—Al mirador, justo allí —dijo, señalando con la mano.
—De acuerdo.
Continuaron caminando y, pronto, el mirador apareció ante ellos.
Era un pequeño mirador blanco con una mesa en el centro y dos asientos, sobre la mesa había una canasta llen
