—Por favor, sólo vete a casa. Sentada frente al espejo de su tocador, las palabras de Travis se repetían en la cabeza de Isabella como una cinta perturbadora. Por alguna razón, no podía sacarlas de su mente, ¿Quizás había sido su tono? ¿O la ira que había esperado, a la que se había preparado para recibir, pero que nunca llegó? ¿O tal vez fue la expresión en su rostro? ¿O las tres cosas? Fuera cual fuera, esas palabras la atormentaron una y otra vez durante todo el maldito día. Suspirando, Isabella se quitó la última de sus joyas y miró en el espejo justo a tiempo para ver a Valery asomando la cabeza por el umbral de su puerta. —¿Mami? —llamó ella con voz pequeña, tanteando el ánimo de su madre, después de haber estado parada en la puerta casi diez minutos, observando cómo su humor se

