17

4664 Words
Solía llevar el festejo de mi cumpleaños algo demasiado íntimo. Pero en la empresa, no lo veían de esa forma. Celebrábamos el cumpleaños de todos los que trabajábamos allí. Era lindo. Pero este año, quería pasar desapercibida. No fue la excepción. Recibí una sorpresa en la mañana. Globos, letras iluminadas y mucho pastel. No puedo mentir, en que me ha gustado. Cuando alguien festeja el día en que has nacido, creo que se merecen el cielo. No importa si son conocidos o desconocidos. Si alguien te dice unas palabras agradables por haber nacido, creo que ese día ha sido uno de los mejores. Ahora estaba agradecida por ello. No importaba quien no se había acordado de mi cumpleaños, yo estaba feliz, solo por el hecho de seguir viva. Nadie iba a depender de mi felicidad. Cuando abro la puerta de mi oficina, veo todo el lugar inundado de rosas. Quiero pensar que alguien se ha equivocado, pero cuando pregunto a mi asistente parece ser que no lo es. Hay una tarjeta que dice feliz cumpleaños. Estoy intentando asimilar todo esto y veo en mi escritorio una caja de chocolates, unos que había querido probar hace un tiempo, pero eran difíciles de conseguir. No puede ser. Esto no iba a pasar en realidad. Hay una tarjeta en estos y leo: Feliz cumpleaños, Adeline. No había firma, ni nombre. ¿De quién sería? En la tarde pregunto a Roy y Alexa, pero ellos dicen que no han hecho eso. Nuestra tradición es siempre ir a cenar y tener una buena velada. Estoy curiosa. Carlos, solo me ha dado unas felicitaciones con abrazo y un ramo de flores. Así que dudo que fuera él. No hay nadie más que se atreviera hacer aquello. Llega a mi mente un nombre, pero lo dudo. Entonces, envío un mensaje para quitarme las dudas. Él me dirá si es verdad o no. —¿Nuestra chica ha estado feliz en todo el día? —me pregunta Roy esa noche. Le sonrío. —Ha sido un gran día. Alguien me ha enviado muchas rosas a mi oficina. —él alza las cejas confuso. Nadie ha hecho eso antes. —¿Rosas a tu oficina? Eso es misterioso. ¿Tienes algún enamorado? —sacudo mi cabeza. —¿Un amante? —golpeo su hombro. —Eres un idiota. —él se ríe a carcajadas. —Entonces será un fan. —y eso me trae incertidumbre. Los fans, suelen ser algo acosadores a veces, esperaba que no fuera así. Y si lo era, que fuera alguien con buenas intenciones. ** No puedo detenerme. No ahora que está mi vida siendo lo mejor. Estoy en mi mejor etapa, nadie me va a detener, ni el mismo hombre que hizo que mi vida hace años fuera un desastre. He recibido un mensaje de su parte, no creí que tuviera mi número registrado. Creí que solo íbamos a ser unos simples desconocidos. Ha pasado algo de tiempo desde que nos vimos. Y me dije a mi misma, que él no iba a pertenecer a mi vida de nuevo. No tenía ese derecho, pero, sin embargo, su nombre estaba presente a veces en mis pensamientos. ¿Por qué los ex son tan odiosos? Se supone que ya terminó lo nuestro, ¿por qué ahora me enviaba un mensaje en mi mejor momento? ¿por qué hacía que mi día perfecto fuera un caos con solo dos palabras? El problema no era él, era yo. Porque le pedí ayuda esa vez en Tokio, en un momento de crisis. No tenía a nadie más para recurrir, no tuve opción. Y tal vez por eso, él pensó que podía volver a mi vida como si fuera un viejo amigo que quisiera retomar una conversación que no respondió en diez años. Como si fuera fácil. Miro la pantalla de mi celular, y vuelvo a leer esas dos palabras. Te extraño. Tecleo unas palabras, pero después las vuelvo a borrar. No puedo responder. —Adeline, el jefe quiere hablar contigo. —Alan me interrumpe entre mis pensamientos. —¿Ahora? —¿no se da cuenta que estoy en un momento decisivo de mi vida? —Si —me levanto de mi silla y llevo conmigo mi celular. Entro a la oficina de Lucas. Y cuando veo su mirada, no puedo esperar buenas noticias. —Espero que me digas que he ganado un viaje gratis por dos semanas a Hawái, por mi gran trabajo. —le digo cuando me siento, me regala una sonrisa. —¿Enserio sí? Se encoge de hombros. —Creo que sí, —entrecierro los ojos. Esto es sospechoso. —Dime la verdad. ¿Por qué me has llamado a tu oficina? —Adel. Tu trabajo aquí ha sido el mejor, te has desempeñado muy bien. —el tono de voz que usaba para aludirme no me gustaba. —Eres la mejor en nuestro equipo ¿lo sabes, verdad? —decidí preguntar directamente. —¿Qué sucede? Dime la verdad, Lucas. —Él cerró sus ojos por un momento como para imaginar lo que se venía. —Lo siento, Adel. Pero es trabajo, no he podido decir que no. —Mierda, mi corazón comenzó a precipitarse a lo peor. —¿A qué te refieres? —sus ojos me dijeron lo que venía a continuación. No iba a gustarme. —Me llamaron de Tokio, quieren que cubras un evento. Uno especial. Es por el aniversario de las muertes de los que murieron esa noche en ese lugar. —Llevo mis manos a mis piernas y aprieto, mi corazón comienza a latir deprisa. Sacudo la cabeza. —No puedo ir. —Sé por lo que pasaste y lo siento. —Sacudo la cabeza, soportando las lágrimas detrás de mis ojos. No me voy a romper delante de él. —No sabes nada, Lucas. Si lo supieras, no estarías pidiéndome algo como esto. —Me levanto de la silla con las manos sudorosas. —Adel, por favor. Entiéndeme. Me lo han pedido los jefes superiores, no puedo hacer nada. —me toma del brazo y me obliga a verle. Estoy soportando las lágrimas. Él ve a través de mi tristeza. —Lo siento, enserio. Yo no quería hacerte esto. Pero me han dicho que, si no te obligaba a ir a Tokio, iba a perder mi trabajo. Perdón por pedirte esto, pero no puedo perder todo. Sabes que tengo a Alex y los niños. —Su voz me suplicaba. Pero mi temor de volver al lugar donde perdí a Charlie, y donde se encontraba Félix, era grande. —Por favor. —suplicó. —Te lo pido por esta vez, estaré enormemente agradecido contigo, si accedes a ir. —¿Por qué yo? —pregunto. —Porque dicen que tendrán una mejor publicidad al que seas tú. Una sobreviviente. Sabes la popularidad que te dio cuando regresaste, y fue aún más cuando estuviste en Tokio. Por eso, ellos quieren que vayas. —¿Qué pasará si me niego? —traga saliva. —Los dos vamos a perder nuestro trabajo. —Cerré los ojos pensando en las posibilidades de que esto dañaría mi trabajo. Yo podría conseguir otro, pero volvería a comenzar de cero, pero Lucas. Él lo perdería todo. Mi amiga y sus hijos iban a sufrirlo. No podía hacerles esto, ellos siempre me han hecho sentir parte de su familia. Pero igual, no podía volver a ese lugar. —Déjame pensarlo. Dame dos días. —fueron mis últimas palabras antes de irme. Tomé mis cosas y manejé directo a un bar. Llamé a Roy. Era mi consejero personal, no podía decirle nada a Alexa, porque Lucas me dijo antes de irme que ella no lo sabía. Estaba entre la espada y la pared. —Estás en una situación que no me gustaría estar —dice Roy después de la tercera copa. Le he contado todo. Pero aún me siento sin soluciones. Aunque mi cuerpo comienza a relajarse. —Por favor, dispárame en la cabeza. —él me da una mirada de reproche. —Nunca lo haría. Ni, aunque me lo pidieras, —hago pucheros. —Si acepto, no sé si pueda soportarlo. Y si no lo hago, destruiré la vida de mi mejor amiga. —tomo otro trago. —¿Qué debo hacer Roy? —Miro a mi amigo como si fuera mi salvación. —Estoy perdida en esto. —No te presiones, cariño. —Dejo caer mi cabeza en la barra. —Tienes dos días para pensarlo. Y estoy segura que Alexa no le importará si decides no ir. Ella es tu amiga. Lo va comprender. —Me da palmadas en la espalda. —¿Enserio lo hará? —estoy hecha un desastre. ¿Destruyo mi vida o la de mi mejor amiga? Tal vez no era para tanto, pero es que ir a un lugar que me traía muchos recuerdos me daba miedo. Había sobrevivido a un lugar donde iba a morir. Y tenía que volver por el esposo de mi mejor amiga. —Dame otro trago. Mejor dame una botella. —Y así comenzó otra noche que quería olvidar. ** Quisiera preguntarle a mi vieja yo, que si pudiera sacrificar algo para salvar a los que ama. ¿Qué haría? No sé si la vieja yo lo haría, y tampoco sé si esta nueva versión mía debía haberlo hecho. Mi otra yo, me dice que debí renunciar a mi trabajo, mi amiga iba a comprenderlo, pero la otra mitad me decía que tenía que ir para enfrentar mis miedos. Que a lo que más temía no era lo que me sucedió esa noche en el bar. Si no que había un porcentaje de encontrarme con Félix y es a lo que más temía. Después de haber leído esas dos palabras de él. No quería verlo, porque temía lo que en realidad haría, cuando lo hiciera. Saludo a mis compañeros de trabajo y a mi jefe temporal. Me dice que hoy me tome el día libre, ya que estaré cansada por el viaje. Tomo una siesta de unas dos horas y después decido ir a caminar, eso me hará mejor. Pero mi caminata es interrumpida por unas camionetas que se atraviesan. Estoy asustada, creí que iban atropellarme. Las puertas se abren de par en par y hombres vestidos de negros con lentes de sol y armados se ponen en fila. Para entonces mi corazón estaba latiendo rápido. Ok. Esto no estaba pasando, nadie te va a matar. No haz hecho daño a nadie. Eso me repetí varias veces. Fue entonces cuando vi a un hombre de diferente vestimenta dirigirse hacia mí, cuando se quitó las gafas de sol me di cuenta quién era. —Solo tú, puedes hacer una entrada así de dramática. —Hiroshi estaba caminado hacia mí con una sonrisa, le sonreí. —Eres un idiota, creí que iba a ser raptada. —Cuando decidí regresar a Tokio, fue a la primer persona que le dije que iría de regreso. Él dijo que estaría esperándome. Cuando me fui, le conté sobre lo que pasaba conmigo y la historia que tuve con Félix. La verdadera. Creí que iba a tomarlo a mal, pero fue diferente. Me sinceré como si estuviera hablando con Roy. Conseguí otro amigo. —Amor, siendo yo tu amigo. Nadie puede hacerte daño aquí. —Me arrebató una sonrisa. Él era un idiota, pero le había tomado algo de cariño. Estuvimos en contacto desde que dejé Tokio. Nadie lo sabía. Era un secreto para nosotros. También le dije que no le dijera nada a Félix, que regresaba y de nuestra amistad. —Eso espero. —Lo abracé como un viejo amigo. Había pasado algo de tiempo desde que lo vi. —¿Cómo has estado? —se baja las gafas de sol y me mira con una sonrisa. —Mejor que tú, si lo creo. —Me eché a reír. Hiroshi, enserio era un tonto. —Vamos, muero de hambre. —Caminé a su lado. Vi a todos sus guardaespaldas entrar a las camionetas. Este hombre, era el primer amigo que ponía a toda su caballeriza estacionada para poder llevarme a comer. Eso era lo más lindo que alguien había hecho por mí. —¿Cómo va tu salud? —me tensé cuando escuché la pregunta. Estábamos almorzando en un restaurante cerca de mi hotel donde me quedaba. Le miro y hago pucheros. Él se ríe. —No comiences eso conmigo. —Me señala con el tenedor. —Te conozco lo suficiente como para saber que estás intentando saltar esta pregunta. —Hiroshi —advierto. Sacude su cabeza. —Solo quiero saber sobre tu salud. Soy tu amigo, puedes confiar en mí —él tenía razón, lo consideraba un amigo. —La verdad que ya no voy a terapia. Creo que estoy mejor. —¿Enserio crees que ya estás mejor? —asiento con la cabeza. —Me siento mejor. Las cosas fluyen como deben ir. —Me encojo de hombros. —Entonces ¿qué pasó para que volvieras? —muerdo mi labio inferior. —Trabajo. —Respondo. —¿Querías volver? —sacudo la cabeza, y sostengo fuertemente mi tenedor. —¿Entonces? —Ya te lo dije, fue trabajo. No pude negarme, si no iba a hacer despedida. —Explico. —¿Quién mierda te obligó? Dame un nombre y acabaré con él. —Brama. Sofoco una risa, pero fallo miserablemente. —No es para tanto —respondo. Él me lanza una mirada —También quería venir —miento. No quiero que me haga una escena. Sé que está disponible para volar hacia NY para traer la cabeza de la persona que me obligó a venir en contra de mi voluntad. —Extrañaba verte. —Hiroshi fue una persona muy amable conmigo mientras estuve aquí, y cuando me fui después del accidente. También mantuvimos contacto por mensajes y llamadas, nuestra relación fue creciendo, fue así como le tomé cariño. —¿Querías verme? —eso era verdad. Sonrío y asiento con la cabeza. —Ya sé que soy inolvidable. —intento sofocar una risa. Hiroshi, es muy divertido. —Debiste llamarme e iría a verte en cualquier momento. Tengo un Jet privado ¿lo olvidas? —cómo olvidarlo, siempre me lo decía por mensaje. Alardeando sobre su poder y dinero. Que, si en algún momento yo lo necesitaba, él podía viajar en cualquier momento para ayudarme. Tenía miedo de que detrás de ese humor bromista, estuviera escondiendo sus sentimientos, y solo esperaba que no fuera así. ** Mientras estoy en Tokio. Hiroshi, intenta hacer de mis días inolvidables. Vamos a comer a lugares lujosos, salimos a beber un par de noches y nos divertimos escalando algunas montañas. Él era la mejor compañía que necesitaba al estar allí. También me ayudó a evitar a Félix. —¿Él no te ha contactado? —me pregunta una noche en copas. Sacudo mi cabeza, miento. Bebo de mi copa. —Creí que iba a hacerlo, después de haber ido a Nueva york. —No tenemos nada de qué hablar. No tiene por qué hacerlo, —pido otra ronda tragos. —Hace unos meses lo vi sonriente mientras enviaba un mensaje, y creí que era porque estaba en contacto contigo. Lo siento. Soy un idiota. —escuchar eso, me hace sentir un nudo en la garganta. Él estaba feliz con alguien más. —No tienes por qué disculparte. —chocamos nuestras copas y celebramos otra noche. Pronto me iré. Después de todo, no fue tan mal. Todo fue gracias a Hiroshi. Me hizo sentir segura a su lado. La próxima semana iba cubrir el resto de mi trabajo. Ya había estado ensayando, así que nos quedaban pocos días. Le había llamado a Roy y dicho que todo estaba bien, hasta ahora no había tenido un ataque de pánico. Eso era bueno. —¿Quieres bailar? —la música de fondo se escuchaba bien, aunque era en otro idioma. Me animé y fuimos a la pista. Allí ambos nos divertimos hasta que la música cesó. Cuando nos dirigimos a la barra, alguien nos esperaba ahí. —Creo que nos atraparon —susurró en mi oído Hiroshi. Borré mi sonrisa y mordí el interior de mi mejilla. Los ojos de Félix, estaban perforándonos. Pero parecía más molesto con Hiroshi. —¡Amigo! —gritó Hiroshi y le abrazó. —¿Qué te trae por aquí? — Félix me lanzó una mirada inquisitiva. Desvié la mirada y pedí otro trago. —He tenido que pasar por unos negocios y me han dicho que estabas aquí con una amiga. ¿Qué coincidencia no? Creí que ya no tenías amigas. —lo dice de una forma acusatoria. —Sabes que tengo un motón. —Hiroshi le pasa el brazo alrededor del cuello. —Pero esta amiga, es especial. Por eso no sabías sobre su llegada. —a este punto, yo sabía que Hiroshi ya estaba un poco pasado de copas. Él era muy animado cuando bebía, me di cuenta en estos días que bebí con él. —Ya comprendo. —Siseó Félix. —Creí que no iba a volverte a ver, Adeline —dice. Y siento un alboroto en todo mi vientre cuando su voz llega a mis oídos. Casi me ahogo con mi bebida. —¿Estás bien? —Hiroshi saca un pañuelo de su saco y me lo da. —Gracias, —Félix nos mira inquisitivamente. —Parece que se han vuelto más cercanos, —le miro y desvió mis ojos hacia Hiroshi. Su mirada es intensa. —Algo. —dice Hiroshi. —¿No les importa si me siento con ustedes? —sí que me importaba, pero disimulé mi incomodidad. Hiroshi me miró sin saber qué hacer y se encogió de hombros. —¿O alguien tiene algún problema? —Claro que no, hermano. —le palmeó la espalda y este se sentó a su lado. Gracias a dios no fue a mi lado. Si no, estaría en medio de ellos dos y eso sería fatal. —Entonces ¿Cuánto tiempo llevas en Tokio Adeline? —me pregunta Félix. Sé que quiere saber si he estado escondiéndome de él, bebo de mi copa y sonrío. —Casi una semana. —veo la molestia en su mirada. Mira a su amigo. —Hiroshi, me ha ayudado a conocer muchos lugares durante ese tiempo. —si estamos aquí, deberíamos decir la verdad. No iba a seguir ocultándome. Hiroshi entrecerró los ojos hacia mí, me encogí de hombros. —¿Enserio? Es entonces por eso que siempre está ocupado como para salir conmigo por unas copas. —le acusa. —me has robado a mi amigo, Adeline. —me lanza una mirada de reproche. Sonrío. —Él escoge a las personas con las que quiere pasar el rato, no es mi culpa. ¿Verdad Hiroshi? Hiroshi quería hacerse pequeño y desaparecer. Bebí de mi copa y Félix pidió su bebida. —Vamos a disfrutar esta gran noche, chicos. —se ríe nervioso. —¿Qué planes tienes esta noche Félix? —la mirada de este va hacia su amigo, y luego a mí. —Estoy libre. —Responde Félix. —Entonces ¿Qué les parece si vamos a un lugar muy divertido? —Félix alza una ceja hacia mí y frunzo el ceño. —¿Adel? —no sé si sea buena idea, pero estoy curiosa por lo que está en la cabeza de Hiroshi. —Ok. —nos vamos del lugar con Hiroshi al frente. —Esto te va a encantar, Adel. Me amarás, —lo dice como broma y yo me río, pero Félix no parece agradarle las palabras. Me uno a mi amigo y pongo mi brazo izquierdo alrededor de su cintura mientras nos dirigimos a su camioneta. —¿Vienes en mi camioneta o nos sigues? —le pregunta a Félix. —Iré con ustedes. Le diré a mi chofer que me voy contigo. —Saca su celular y hace una llamada corta. Cuando estamos en el interior de la camioneta, el ambiente se siente tenso. Tomé unas dos copas más antes de llegar a un helipuerto. Creo que estaba soñando. La ciudad se veía impresionante desde allí. —¿Qué es esto? —estaba más que conmocionada. —Volaremos a una pequeña isla cerca. Será una noche inolvidable. —responde Hiroshi. —¿A esto te referías con una noche divertida? —no me quejo, pero no sé qué pasaría con nosotros tres en una isla. —Vamos, abordemos. —Félix aún no había hablado. Pero cada vez que le daba una mirada de reojo, sus ojos no se despegaban de mí y eso me ponía incómoda. Me concentré en la vista desde el helicóptero. Era impresionante, una noche grandiosa. Saqué algunas fotos para postear en mi i********: y enviarles a mis amigos en NY. Roy amaría estar aquí. —Supongo que si le gustaría. —La voz de Félix sonó por mis auriculares, había pensado en voz alta. Le miré. —Roy disfrutaría este momento. —¿De qué hablan ustedes dos? —Hiroshi nos miró con cautela. —¿Quién es Roy? —no me dio tiempo de responder, porque Félix estaba dispuesto a hacerlo. —Es un amigo cercano de Adeline. —Hiroshi me lanza una mirada acusatoria. —Lo conocí por suerte en un restaurante cuando fui a NY. Comimos los tres juntos. —él sabe que le mentí. Sé que cuando aterricemos me va a preguntar sobre ello. La isla pertenece a la familia de Hiroshi. Y para nada es pequeña. Tienen una mansión y un yate, además de un helipuerto. Es grandiosa. Todo lo es. —Me hubieras dicho que tenías esto y hubiera aceptado casarme contigo cuando me lo pidieras. —bromeo. Sé que sueno como una mujer interesada, pero solo lo hago para fastidiar a Félix. Hiroshi sabe que no lo haré, aunque fuera dueño de todo Tokio. Al escuchar mis palabras, me toma de la mano y se hinca sobre una pierna como si fuera a pedirme matrimonio. —Querida Adeline, mi hermosa chica. ¿Quieres casarte conmigo ahora que sabes que soy dueño de esta isla? —Hiroshi está mirándome con una sonrisa. Me echo a reír. —Sería un placer, caballero. —Besa mi mano. —Dejen de jugar como niños, —Félix pasa enojado a lado de nosotros y se dirige a la barra. —Además, la isla pertenece a tu familia, no a ti. —Hiroshi le enseña su lengua, este solo ladea una sonrisa. —No quieras impresionarla con algo así. —Técnicamente es mía. Soy el único hijo de papá. Y sé que me la va a regalar en mi próximo cumpleaños. —¿Enserio? —pregunto sorprendida. —Que genial es ser millonario. Hiroshi se encoge de hombros. —¿Van a beber o se van a quedar ahí parados? —Félix me ofrece una copa y la acepto, nuestras manos se rozan un poco y me aparto rápidamente. Comienzo a mirar la habitación en la que nos encontramos. —Tienes muchos cuadros ¿son originales? —no sé mucho de arte, pero parecía haber visto algunos antes. —¿Crees que mi familia iba a poseer cuadros falsos? —se echa una carcajada Hiroshi. Me enfurruño. —Todo es original en esta casa, por eso esta isla tiene un valor incalculable. Guarda los tesoros más valiosos para la familia en esta pequeña caja. —Eso es impresionante. ¿Cómo es la seguridad? —cuando aterrizamos no divisé a muchos guardaespaldas como los que suele llevar en Tokio a donde sea que vaya. —Como no avisé que venía aquí. No hay mucha seguridad. Pero la casa tiene su propia seguridad; alarmas, contraincendios, ya sabes. Lo último en tecnología. Por eso no hay muchas personas alrededor. Si alguna vez alguien intenta entrar a la casa para robar un cuadro o algo, la alarma se activa en el momento que alguien pone un pie en la puerta, tenemos reconocimiento facial y solo somos tres las personas que están autorizadas para entrar, de otra forma se activa la alarma y toda la casa se bloquea con cortinas de acero de un grosor que ninguna bala o bomba podría atravesar. —Eso es impresionante. Supongo que las tres personas que mencionas, eres tú y tu padre ¿quién es el tercero? —Hiroshi me deja de mirar y le lanza una mirada a Félix. —Es esa perra de ahí. Félix, tiene el derecho de entrar aquí. —Lo miro boquiabierta. —Es como un hijo para mi padre y lo considero mi hermano. —Me he quedado sin palabras. Félix parece cohibido. —Parece que el alcohol ya está haciendo efecto, Hiroshi. —camina hacia él y se sienta a su lado. —Porque estás siendo ese hermano cariñoso de nuevo —apunta Félix. —No le creas todo lo que dice cuando está borracho. —Miro entre ellos dos, aunque Hiroshi sonó tan sincero al decirlo. —Es la verdad, hermano. Eres de la familia y te has ganado todo el poder que posees porque te lo mereces. —los miro interactuar. No me esperaba este tipo de fraternidad. —Eso díselo a tu padre. No está muy contento conmigo ahora por lo del cargamento en Shanghái. —toma de su vaso y yo le sigo. Me doy cuenta que me he terminado el mío, así que camino al minibar y me preparo mi bebida. —¿Shanghái? No he escuchado nada. ¿Qué sucedió? —los escucho a los lejos hablar de negocios. —Es porque no estás tan metido en los negocios y te la pasas de bar en bar, últimamente. —Félix me lanza una mirada acusatoria. Chasqueo la lengua, es un idiota. —No creo que sea yo la distracción, ¿o si Hiroshi? —camino hacia un asiento para verlos de frente. Me cruzo de piernas y bebo, sin dejar de mirar a Félix. —Un hombre de negocios, no se distrae tan fácilmente. Hiroshi se comienza a reír y se levanta. Camina hacia el mini bar para prepararse una bebida. —Las mujeres tan hermosas e inteligentes, sí que logran distraerme. —es mi turno para reír. —¿Me consideras hermosa e inteligente? —coqueteo. —Quien no lo piense cuando te vea, sería un idiota ciego. —rio. —Me cautivaste desde que te vi. —Félix se levanta y camina hacia la alcoba, abre las puertas de par en par y el aire entra con fuerza, huelo la arena del mar. Deliciosa. La brisa besa mi piel como si fuéramos amantes. Quiero ir. —Vamos al mar. Quiero nadar. —anuncio. —¿Ahora? —pregunta Hiroshi. Félix se gira para verme con un rostro curioso. Debe pensar que estoy loca por querer nadar, en medio de la noche. —Si, —me levanto y paso a su lado para irme a la arena. Tiro mis zapatillas de una patada a un lado y corro hasta que mis pies tocan el agua y siento el frío en mi piel. Cierro los ojos y respiro tranquilamente. —Esto es vivir. —susurro. Los dos hombres apenas están viniendo hacia mí, Hiroshi trae una botella y Félix camina con calma. Aprovecho para beber de un trago el resto de mi bebida, y quitarme el vestido. Me quedo en ropa interior y me meto al agua. Está muy fría, pero eso no importa. Disfruto la temperatura de esto. —¡Adeline! ¡No vayas tan hondo! ¡Estás borracha! —escucho los gritos de Félix a lo lejos. Me río. Con el frío del agua siento que mi mente se ha espabilado. —¡Estoy bien! —grito en respuesta. Hiroshi se deja caer en la arena riendo. Disfruto de las olas y un momento a solas conmigo misma, mientras ellos me observan desde la orilla.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD