Nos encontramos recorriendo el camino que nos dirige hacia el campamento otra vez, solo que ahora con el auto. Santiago decidió meterse por el camino que, aunque es estrecho, deja pasar al coche. Debería haber hecho eso la primera vez, aunque probablemente se hubiera hundido en la tierra y no habríamos podido salir.
No vamos caminando porque tenemos el baúl lleno de cerveza, tal como pidió Ana, y caminar casi un kilómetro con eso a cuestas iba a ser imposible.
—¿Y por qué tenemos que venir de blanco? —pregunta de repente. Me encojo de hombros.
—Creo que porque va a ser una boda chamana o algo así —replico. Se ríe por lo bajo y rueda los ojos—. Bueno, es cosa de ellos, mi amiga nunca creyó en esas cosas y ahora de repente cree en animales que hablan.
—Ya pasó demasiado tiempo en la
