Capítulo 5

1732 Words
HUDSON POV. ¿Por qué mis malditos impulsos me meten siempre en líos? Veo a Olivia salir del edificio donde resido mientras mi casa este en reforma. La mujer le atino a todo, le quería e imaginé para la casa. Pero, quise darle una lección y salí con las tablas en la cabeza. Ahora, tengo un diseño que odio y a un idiota que no sé qué carajos hace. Sé que me pase de la raya al ignorarla en su presentación. Sin embargo, no es del todo así. Escuche claramente todo lo que dijo. Doy un manotazo al aire cabreado y subo al departamento. Tengo que ir al campo a entrenar con el equipo y ya voy tarde. ⭐⭐⭐⭐ —¿Cómo te fue con la empresa de diseño que Susana te recomendó? —cuestiona Robert. Lanzo la pelota a Harper mientras me encojo de hombros. —Digamos que bien—miento. ¡Ni de coña les cuento lo que me sucedió! —¡Evans! A la caja de bateo—escucho que el coach de picheo me llama. —Ahora regreso—murmuro alejándome y tomando mi turno. Para el juego de mañana, debemos tomar un vuelo corto esta noche, así que hago lo mío. En medio de la práctica, Olivia viene a mi mente. ¿De verdad estoy pensando en la mujer? Es más agria que la leche caducada. Pero, tiene bonita sonrisa. —Solo que es otro el que la hace reír—gruño y abro los ojos ante mis palabras. ¿Desde cuándo me importa hacer sonreír a una mujer? La única que ostenta esa consideración, es mi madre. Pero la condenada está buena y tiene más agallas que estatura. Una sonrisa tira de mis labios. Sin embargo, se borra cuando recuerdo que estaba muy entusiasmada hablando con Simón de un tal Eric. ¿Será su esposo? No vi anillo. Resoplo. ¿Se molestará si le llevo algo como ofrenda de paz? Lo más probable es que me lo arroje a la cabeza. Hago una mueca. —¡Hudson! —levanto, desvío la mirada y me encuentro con Mike. El manager, que me hace señas. Me acerco donde me esperan Robert, Harper y dos compañeros de equipo más. —La directiva me ha llamado y nos ha pedido que, para este sábado por la mañana, asistamos al complejo deportivo Ed Radice—Anuncia—los escogí a ustedes para la actividad con los niños que hacen deporte allí. Asiento sin problemas. Me gusta compartir con chicos que aman lo que yo y, tiene el sueño de ser jugadores profesionales. Es como verme cuando practicaba y mis padres hacían todos los sacrificios para pagar mis prácticas. —Será una sorpresa para ellos—continúa Mike. —¿Podemos organizarnos para llevar algo? —inquiere Harper, emocionado como un chiquillo. —La directiva va a cubrir todo. Pero, si quieren organizar algo—se encoge de hombros —Ahora, lárguense. Hay un vuelo que tomar. Nos dispersamos divertidos. Bien. Creo que tengo una cita el sábado en la mañana. OLIVIA POV.  —¿Puedo tener otra tostada? —miro a Eric, que está sentado en el taburete de la cocina tomando el desayuno. Ya ha comido lo suficiente y no quiero que se enferme de nuevo, por comer en exceso. —Mejor, te sirvo un vaso de leche. Hace un mohín. —Mamá. Miro a mi papá a su lado que sonríe. —Ay, mija. Una más no le hará daño. Entrecierro los ojos y los señalo. —Ustedes son un caso perdido—Hablo antes de poner otra tostada en el plato de mi glotón, hijo. Mis pies descalzos no hacen ruido en el piso mientras camino por la cocina y termino de recoger el desastre que dejamos. Mi móvil me avisa que tengo un mensaje. Así que, me limpio las manos y saco el aparato de atrás de mis pantalones cortos. *Los muebles están llegando. * Es un mensaje de Sam. Mi contratista. Hace dos días que estamos trabajando en el ático de Martin. Gino, su esposo, llegará una semana antes de lo previsto y debemos ser rápidos. *Cúbrelos bien. Esta tarde, los pintores van a trabajar en las habitaciones y no quiero inconvenientes. * Respondo y lo guardo de nuevo en los pantalones. —¿Mamá? —Sí. —¿Puedo ir con el abuelo un rato al parque? Miro al mencionado que se encoge de hombros. Eric está de vacaciones y todavía le faltan un par de semanas para regresar a la escuela. Y, establecer nuestra rutina habitual. —Si tu abuelo no tiene problema, yo tampoco lo tengo. Obviamente después de tu clase de alemán. Quiero darle la mayor de las oportunidades de mi hijo. —Ves abuelo, vas a poder ver a la señora Rosa. Los ojos de mi padre se abren mientras los miro incrédula. ¿De verdad? Reprimo la carcajada. —Ve a lavarte los dientes—gruñe este cuando se recupera. Eric sale cuál petardo con una sonrisa bailando en sus labios. Una vez a solas, me inclino en la barra. —¿Estás usando a mi hijo, como cebo para las mujeres? Este se voltea rápido y me da un tirón de oreja suave. —¡Ay! —me rio con ganas al ver su mortifico— No me hagas ponerme celosa de esa tal Rosa. —Muy graciosa—farfulla, rojo como un tomate—Rosa, es una amiga. —Muy querida. —Olivia—dice en tono de advertencia. Levanto las manos y me alejo. Rodeo la isla y paso frente a él, que me mira desconfiado. —Solo dile sobre tus problemas de espalda—Anuncio y corro a mi habitación cuando lo veo levantarse del taburete. —¡Canija! —gruñe cuando me encierro en la habitación— ¡Ya vas a ver, muchachita! —Te quiero, papi—digo riendo. —Ah, no. Ahora no trates de endulzarme—dice y noto que ríe— Por cierto, a Rosa no le importan mis problemas de espalada. —¡Papá! —chillo y él se ríe mientras se aleja. Niego divertida, antes de caminar hasta el baño, donde me lavo el rostro y prepararme para el trabajo. Mientras lo hago, me pongo un poco de maquillaje. Pero, es absurdo porque hoy estaré todo el día en el departamento de Martin recibiendo el resto de las cosas y supervisando que todo quede como lo solicite. ¿No será que, esperas ver a cierto troglodita? —Por supuesto que no—resoplo aplicando un poco de máscara de pestaña. Me recojo el cabello en una coleta alta. Y, alejo mis pensamientos de ese indeseable. Cuando estoy lista, tomo mis cosas y salgo de la habitación para encontrarme a mi papá, a Eric viendo algo televisión. —No llegues tardea tu clase—miro a Eric que asiente sin mucho ánimo. Dejo la casa y me dirijo al edificio. Cuando llego a la obra, todos están en sus puestos. Así que, no hay ningún inconveniente. Tengo mi espacio en la isla de la cocina. Mi portátil y diferentes muestras de telas, colores y materiales están dispuestos en el mismo lugar. Sam, sale de la habitación. Levanto la vista y veo al hombre de cabello oscuro caminar hasta mí. —Voy a bajar —Anuncia—acaban de traer las cortinas que pediste, esperan en el vestíbulo. —Voy por ellas—Digo— Te quiero al pendiente de que no haya error con los colores. —Está bien —dice antes de regresar por donde vino. Salgo del ático y tomo el ascensor. Cuando llego al vestíbulo, busco al repartidor y lo encuentro esperando. —¿Señorita, Miller? —Así es—murmuro, antes de firmar como recibido— Gracias—digo antes de inclinarme y tomar la caja que está algo pesada. Alzo la misma y con mi rodilla cubierta por vaqueros la ajusto en mi pecho. —Maldito terciopelo—susurro. Me voy a un lado, pero alguien me estabiliza por los hombros desde atrás. —Te tengo escucho—la voz ronca de Hudson. —Estoy bien—digo en tono serio—Gracias de igual forma. Le escucho resoplar, antes de que me rodee y me quite la caja. —¡Oye! —lo atravieso con la mirada. —Puedes lastimarte. —No necesito un superhéroe. —Soy un caballero. Me rio con gracias. Este, entrecierra los ojos. —Permíteme que lo ponga en duda—me acerco y tomo la caja, pero no la suelta. —Eres terca. —El comal le dijo a la olla— replico. —No la voy a soltar—me mira desde su altura— Voy a llevar esto por ti y tú puedes traer mi maleta. Miro a un lado y veo la maleta. —Venga. Resignada, tomo la maleta y le sigo. —Debemos tomar el elevador privado—Comento de mala gana. Sin decir nada, me hace caso y entra. Deja la caja en el piso y me mira. El elevador se cierra y me quedo en mi lugar mirando al frente. Resopla. —Oye, sé que mi comportamiento de antes no fue adecuado—se remueve—Normalmente no soy un… —Imbécil, creído—arqueo la ceja mirándole. Mueve la cabeza de lado, como pensando si me da o no la razón. —Eso—dice al fin algo incómodo. —Solo, me hubiese gustado que me dijeras que no querías trabajar conmigo y me habría ahorrado muchos dolores de cabeza. —Lo siento—da un paso al frente y me tiende la mano. Dudo un momento antes de tomarla. Su mano es como recuerdo. Cálida. No es suave, ni muy dura. Siento de nuevo esa sensación que me es ajena. Se inclina y no me muevo. Cuando creo que me va a besar, las puertas del elevador se abren, devolviéndome la cordura. Me alejo. —Gracias por la ayuda—susurro, tomando la caja sin esperar a que reaccione. —Olivia —me llama. Volteo y le miro— Querrías tomar algo conmigo. —Lo siento, pero no puedo—digo sintiendo que me falta el aire. Asiente. Y veo como las puertas del elevador se cierran. —Es lo correcto—Susurro. Entonces, ¿Por qué siento lo contrario?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD