El miedo a ser diferente impide que la mayoría de las personas busquen nuevas formas de resolver sus problemas.
~Robert Kiyosaki.
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—No profesor, solo platicábamos con la chica nueva.
Mis ojos estaban clavados en los suyos, no podía dejar de verlo y él no parecía querer dejar de verme, pero no parecía que lo hiciera de un modo morboso, más bien parecía…, ¿Hambriento?.
—Vayan a su salón, y usted señorita West, venga conmigo — dijo aquel hombre y dio media vuelta, yo lo seguí sin preguntar o decir algo, era un hombre alto, delgado, vestía elegante, igual que el director, era rubio y caminaba con tal gracia que parecía irreal.
Él se detuvo y me miró de reojo, —Este es tú salón, y yo soy tú maestro.
—Bien — dije y entré. Adentro de aquel salón viejo, había seis estudiantes, dos mujeres y cuatro hombres, me miraron y yo solo me senté en un asiento vacío en la parte inferior de aquel aula, había terminado en un pueblo, del cual Dios se había olvidado por completo, tan abandonado, que todo se veía sin color.
El profesor empezó a dar su clase, era demasiado aburrida como para ponerle atención, podía sonar engreída, pero esta clase, era demasiado fácil para mi.
Suspiré y traté de concentrarme, había algo raro en aquel lugar, en aquella escuela, los maestros se veían…, diferentes…, pero… a nadie parecía importarle, o tal vez si se daban cuenta y solo lo ignoraban.
Después de que el profesor terminó y se retiró del aula, entró una maestra, la maestra de sociología, ella era muy bonita, era pequeña, pero aún así resaltaba, tenía bonito cuerpo, bonitos ojos, el mismo tipo de piel, blanco y opaco, como si la sangre se hubiera olvidado de circular en su ser, era extraño pero a la vez era algo que me llamaba la atención, tal vez eran hermanos, tenían cierto parecido, era una posibilidad, sería raro, pero si, era posible.
La maestra me miró y sonrió de oreja a oreja, bueno, al menos ella parecía más gentil que el profesor anterior.
—¿Lucy West?—Preguntó con su encantadora voz.
—Si.
—Oh, ven al frente y preséntate, todos queremos conocerte— dijo sin borrar sus sonrisa.
Yo me puse de pie y fui al frente, ella se acomodó su negra cabellera, y me observó con atención.
—Hola soy Lucy, mis amigos me llaman Lu, espero que seamos buenos amigos.— Eso fue todo, no tenia nada mas que decir, en realidad no esperaba nada de nadie, solo lo dije por amabilidad, no vine aquí a hacer amigos.
—¿De dónde vienes? —preguntó la maestra.
—Inglaterra —respondí.
—Cierto, eres una chica de Oxfordshire, ¿Verdad?.
—Si.
—Que gran cambio.
—¿Cómo supo de donde soy?—pregunté un poco confundida, pues creí que nadie lo sabía.
Aquella mujer sonrió de un modo muy peculiar e inhaló con fuerza, —Puedo olerte— dijo ella con seriedad y luego río, —Solo es un chiste, el director me lo dijo.
Su mirada parecía penetrar mi piel y ver dentro de mi, era escalofriante. —Ah, ya veo—dije un poco incómoda.
—Bueno vuelve a tú lugar y empecemos la clase.
Yo regresé a mi lugar y miré a mis compañeros, todos parecían normales, pero los maestros…
Una vez que salí de clases caminé hasta la puerta de salida, me moría por salir de aquel lugar y respirar un poco de aire fresco, quería ir al bosque y gritar a todo pulmón. Sentí que alguien me sujetó del brazo y me detuve en seco.
Miré una mano demasiado pálida y sentí un escalofrío en todo el cuerpo.
—No salgas, empezará a llover.
Yo fruncí el ceño, no conocía a aquel hombre, lo estaba observando cuando escuché un trueno y luego algunos gritos de algunos alumnos, por increíble que pareciera todos sacaron sus impermeables y sus sombrillas, el clima hoy en la mañana parecía muy agradable, suspiré y supe que si salía mi mochila y mis cuadernos se mojarían por completo.
‘Carajo’.
—Es verdad— dijo aquel sujeto mientras me soltaba.
Yo me giré hacia ese hombre y lo miré, él me veía igual que los otros maestros.
—¿Perdón?.
—Lo que dicen de ti, es verdad, soy el profesor Cedric, doy clases a los de último año de secundaria, en el tercer piso —dijo y estiró su mano hacia mí, yo la estreché por cortesía, su mano estaba demasiado fría, como si recién la hubiese sacado de una cubeta llena de hielo.
—¿Y que dicen de mi? —pregunté.
—¿Quiénes? —preguntó él mostrándose un poco confundido, aunque realmente parecía que solo se divertía.
—Profesor Cedric tenemos algunas preguntas sobre el proyecto —dijeron dos jóvenes mientras sonreían, casi parecía que le coqueteaban a aquel hombre, si, era guapo, yo también coquetería con él si fuera una joven sin problemas.
El profesor se veía joven, como de 25 o 28, yo decidí dejarlo y salí del edificio, afuera caía un torrencial, y parecía que todos sabían que iba llover excepto yo.
—¡Hey, piensa rápido!.
Algo golpeó mi pecho y cayó al suelo.
Been sonrió y negó, —No eres tan rápida por lo visto — dijo mientras levantaba una cosa amarilla, —Toma— dijo y me lo dio.
—¿Esto que es?.
—Un impermeable, ¿Te llevo a tú casa en mi bici?.
—Señorita West.
Ambos volteamos y ahí estaba el director, en la entrada del edificio mirando a los estudiantes que se apresuraban a subir a sus bicis y huir, parecía que yo no era la única desesperada por salir de aquel sitio. —Venga un momento a mi oficina—pidió él y entró al edificio.
Yo mire a Been y le regresé el impermeable, —Gracias, mi tía vendrá por mi—mentí.
—Esta bien, te veo mañana— dijo Been.
Caminé detrás de aquel hombre y traté de no verlo demasiado, pero era imposible, su andar, su aroma, todo era tan atrapante, al llegar a la dirección, miré que dos maestros estaban ahí, y me veían de ese modo tan…, tan…, extraño, tal vez era solo yo, que me hacía ideas tontas, eso debía de ser, me estaba volviendo loca seguro.
La puerta de la oficina del director se cerró y él caminó hacia a mí, yo retrocedí por inercia y él no parecía querer detenerse, mi espalda chocó contra un librero, y aquel encantador hombre puso una mano a mi costado, yo creí que aquello contaba como acoso o algo así, hasta que él solo tomó un libro de detrás de mi, y se alejó sin más.
—¿Cómo estuvo el primer día? —Preguntó mientras iba a su silla de escritorio.
‘¡Cielos!’, mi corazón latió con rapidez.
Yo respiré hondo y traté de controlarme, por un momento creí que él, iba a besarme o algo parecido, que ridículo.
—Estuvo bien— respondí.
—Vienes de Oxford, tú opinión me interesa, ¿Qué te parecieron las clases?.
—Estuvieron bien.
—Mientes, puedo oler tus mentiras hasta acá.
‘¿Qué dijo?, ¿Oler mis mentiras?’.
—¿Disculpe?—pregunté confundida.
—¿Cómo te parecieron mis clases?.
Él empezaba a verse un poco molesto, y eso solo lo hacía ver aún más aterrador.
—Bueno, es que están un poco atrasados y…
Él golpeó el escritorio y yo me sobresalté, ‘¿Acaso estaba loco?’.
—Deja de mentir.
¿Qué mierda quería que yo le dijera?, —Las clases estuvieron muy malas—respondí al fin.
Él sonrió y me observó, —Si, eso pensé, nuestros alumnos son estúpidos y van lento, ten un poco de paciencia.