Mariana — ¿Quieres ser mi esposa? – me pregunta con suavidad, estoy boquiabierta, él está proponiéndome matrimonio, siento desfallecer, estoy soñando, seguramente este es un hermoso y perfecto sueño, parpadeo varias veces tratando de asimilar lo que acaba de decir — León, ¿tú, tú quieres que yo sea tu esposa? – le pregunto atónita y las lágrimas empiezan a picarme los ojos, me acaricia la mejilla con ternura y cierro los ojos al sentir sus manos en mi piel — Si, nena, eso es lo que más deseo, dime que sí – dice con devoción, asiento varias veces mientras las lágrimas resbalan por mis mejillas, pero no son lagrimas amargas, son dulces, son de emoción — Sí – susurro y él sonríe seductoramente, abre la cajita y saca un hermoso anillo de compromiso con una piedra blanca en forma de corazó