4

1337 Words
Me despierto con un horrible dolor de cabeza. No solo por la resaca que tengo, sino porque apenas pude pegar un ojo. Habré dormido dos horas como mucho, por lo que mi mente ni siquiera descansó. Ni bien llegué a casa, me acosté y decidí buscar a la cantante en Google. Es bastante famosa, se hizo conocida por subir TikToks cantando, la encontró una discográfica y la contrataron. Sí, así de rápido se le cumplió su sueño. También descubrí que está comprometida con un hombre millonario, muy exitoso en el mercado de los perfumes… el mismísimo Esteban Márquez. La noticia apareció en varias portadas de revista y se veían tan felices que hasta me dio un poco de envidia. Rocío no paraba de mostrar su enorme anillo de piedra preciosa y oro. ¡Están comprometidos! Carajo. ¿Y ahora qué voy a hacer? Respiro hondo. En realidad, primero tengo que averiguar y asegurarme de que es él. Quizás mis amigas tengan razón, no puedo dejarme llevar por un perfume. Supongamos que este tipo lo fabrica, lo vende bajo su marca y se lo compran otros hombres, así que su aroma no es garantía de que sea aquel joven que tanto añoré. Después de dar veinte mil vueltas más en la cama, me levanto e intento relajarme con una ducha de agua tibia. Me visto con un jardinero de jean y zapatillas deportivas y bajo a desayunar. Un café me va a hacer bien. Mi madre me mira de reojo mientras me preparo dicha bebida y ni siquiera le pongo azúcar, lo tomo con velocidad junto con una aspirina para que me haga efecto rápido; o me muero o se me va la resaca. Sin emitir ninguna palabra, la saludo con la mano y me dirijo a la casa que debo limpiar. Me pongo nerviosa tan solo de pensar en volver a ver a Esteban. No sé qué voy a hacer, ¿se acordará de nuestro encuentro en el bar? ¿Se habrá dado cuenta de que era yo? ¿Y él habrá sentido esa química entre nosotros o estoy loca? Tengo tantas preguntas que ya estoy mareada, y lo peor de todo, es que ninguna tiene respuesta. Toco el timbre y al instante me recibe él, vestido apenas con un pantalón de vestir y una camisa celeste sin abrochar, provocando que casi me atragante al comprobar que su cuerpo está demasiado trabajado. Se nota que le preocupa mucho su imagen. Esboza una sonrisa socarrona en cuanto me nota apreciar sus preciados abdominales. —¿Estás perdida? —cuestiona con tono divertido. ¡Ay, por Dios! Se acuerda de lo que pasó anoche, me dijo exactamente las mismas palabras. No puede ser, quiero desaparecer en este mismo momento. Trago saliva y me esfuerzo en dirigir mi vista hacia sus ojos, me aclaro la voz y me encojo de hombros. —No, creo que llegué a la casa correcta —replico. Su sonrisa se amplia y me hace un gesto con la cabeza invitándome a entrar. Bueno, creo que hoy está de muy buen humor. Ni bien entro a la sala, me encuentro con la horrible escena de la cantante sentada en el sillón, despeinada y vestida solo con una camisa de su novio. Tengo que tragarme la amargura que se me sube hacia la garganta y sacudo la cabeza. No puedo estar celosa de esta chica, quizás es una buena mujer y probablemente su prometido no sea quien estoy buscando. Me mira con expresión aburrida y se pone de pie enseguida. —Voy a vestirme y nos vamos —expresa mirando al hombre que se ubica entre nosotras. Esteban asiente con la cabeza terminando de abrochar su camisa y me mira en cuanto Rocío desaparece por las escaleras. Arqueo una ceja en su dirección, pareciera que está intentando pasar rayos láser a través de mí con sus ojos. —Por esas casualidades… ¿Anoche estabas en un bar? —pregunta. Sí, me reconoció, estoy jodida. —No —miento—. Estaba súper cansada, me dormí temprano. Se muerde los labios conteniendo una carcajada y mueve la cabeza en un gesto incrédulo. Luego suspira. —Bien, te dejo hacer tu trabajo —comenta—. Mis padres salieron, yo tengo que irme ahora, así que… intentá no bailar mientras limpias. Me sonrojo y suelta una risa por lo bajo mientras desaparece de mi vista. Tengo ganas de renunciar y apenas es mi segundo día. Quiero llorar de frustración. Me dedico a limpiar la cocina y escucho la puerta avisando que se acaban de ir. Suspiro de alivio y me esmero en ponerle ganas al trabajo para terminar más rápido. Voy a poner ropa sucia a lavar y me quedo recalculando ante la máquina frente a mí. ¿Esto es un lavarropa o un transformer? ¿Por qué tiene tantos botones y tantos compartimentos? ¿En dónde va el jabón y el suavizante? ¿Qué función tengo que ponerle? Mi mamá tiene un lavarropas viejito que apenas centrifuga y sirve, no entiendo para qué quieren más. Bufo, rasco mi cabeza, y rezo para estar poniendo los productos de limpieza en su lugar correspondiente. Meto toda la ropa junta y pongo la función que, según lo que marca una flecha, es para un lavado normal. Mientras espero a que termine, continúo limpiando los cuartos de arriba. La verdad es que ni siquiera hay polvo, pero igual hago de cuenta que paso la aspiradora por la alfombra y un trapo por los muebles. Además, armo la cama. Creo que estoy en el cuarto de Esteban, ya que encuentro un corpiño detrás de la cabecera. Ruedo los ojos y hago una mueca de asco, dejo el objeto sobre la almohada y sigo limpiando más desganada que antes. Al pasar media hora, escucho un grito proveniente del lavadero y bajo corriendo las escaleras. Esteban está sin camisa porque está usando la prenda para contener la espuma que sale sin parar del lavarropas. Me mira con desaprobación en cuanto llego para ayudarlo. —No me mires así, no es mi culpa que usen una máquina del futuro —comento con tono irritado. —Desenchufalo, no va a parar de salir espuma y yo estoy todo mojado, me voy a electrocutar —dice sin darle importancia a lo que acabo de decir. Le hago caso y, al tirar el cable de su enchufe, termino resbalando. La espuma sigue saliendo, y es peor cuando mi acompañante abre la puerta. Resopla y me ayuda a ponerme de pie. Aprovecho para sostenerme de sus fuertes brazos y su cuerpo encaja con el mío cuando me agarra al darse cuenta que casi me caigo de nuevo. Aprovecho para sentir ese aroma tan perfecto y abro los ojos al percatarme de que los tengo cerrados. —Deben ser las zapatillas, no tienen agarre en pisos mojados —murmuro casi sin aire al ver sus ojos verdes sobre los míos. —¿Acaso te conozco de algún lado? —cuestiona con interés sin dejar de observarme. Niego rápidamente. —No… no lo creo —contesto. ¿Habré desperdiciado mi oportunidad para hacerle recordar quién soy? De todos modos, dudo que se acuerde de mí, probablemente esa noche estaba tan borracho como yo.  Sus labios se curvan en una media sonrisa y me suelta con lentitud. Me siento vacía al sentir su cuerpo lejos de mí.  —Bueno, ahora vas a tener que limpiar esto —dice poniéndose serio otra vez—. Yo no pienso ayudarte. —Ni necesito tu ayuda —expreso de mala gana.  —Que sea la última vez que pase esto —agrega con severidad antes de irse.  Hago una mueca burlona a sus espaldas y suspiro mientras observo el desastre de agua y espuma, aunque en mi mente no para de repetirse el momento en el que me sostuvo.  No va a ser fácil olvidarlo, ni tampoco va a ser fácil dejar de pelear con él.  Aunque eso tiene su lado excitante. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD