Capítulo #4

1252 Words
Frotando mis manos algo nerviosa regresé a la oficina, entré y lo miré preocupada. —Un minuto y treinta segundos —dijo, levantando la mirada de los papeles que tenía en manos. Era guapo, pero extrañamente sólo me gustaba verlo a los ojos, ese azul claro y como sonreía. —Amelia tendrá listo tu contrato para mañana, y tendrás tu escritorio también, aunque estarás casi todo el tiempo aquí conmigo. —¿Tanto me va a necesitar? —pregunté sentándome. —Serás mi asistente ¿no? Empieza poniéndote cómoda —me ordenó. —. ¿Ya le hablaste a tu padre? Asentí levemente. —Pues empecemos, empezaremos por mi agenda, lo más importante ahora, estoy muy saturado. Me señaló donde buscar una tablet, luego mientras me decía lo que debía posponer, lo que no y entre otras cosas, giraba sobre su asiento, mirando el techo. —Luego lo pasas a tu ordenador, los informes son semanales. Estuve metida en su oficina por horas, hasta que Amelia vino para mostrarme el lugar y poder familiarizarme con todo. —No debes llegar tarde, el jefe puede ser bueno y todo pero no tolera las faltas en lo laboral —asentía a todo lo que me decía, estaba embobada con haber sido contratada y también con el lugar. Al día siguiente pude trabajar con más comodidad ya que tenía todo conmigo, había mucho trabajo ya que su antigua asistente había dejado muchos pendientes por el motivo de su boda, pero nada que unas grandes ganas de trabajar no podían lograr. En la hora del almuerzo como no tenía con quien ir a comer me fui sola, fui justo al pequeño restaurante donde había comprado el café que el señor Brown me había votado. Mientras comía veía la tablet, había muchas citas que establecer y correos que contestar. —¿Trabajando en horas de comida? —escuché una voz cerca. Levanté la mirada y me encontré con sus ojos azules, me sonrió. —No sabía que venía a éste lugar, señor —dije educadamente. —¿Y eso por qué? —preguntó apoyando sus manos al respaldo de la silla que estaba frente a mí. —Creo que sabe por qué —dije mirándolo fijamente a los ojos. —¿Me puedo sentar? —preguntó. —Claro que sí —farfullé. Estaba un poco incómoda, pero no podía demostrarlo, tenía que fingir que su presencia no me causaba nervios, era mi jefe, y temía causarle alguna mala impresión sin querer. —¿Podrías comer? —me dijo con algo de disgusto y meneé la cabeza. —. Soy un poco exigente con el trabajo, pero no bromeo con mi estómago —dijo y me reí. Pidió lo mismo que yo, alitas de pollo y papas fritas, decidí hacerle caso y me puse a comer. —Amelia —murmuró levantando su mano, como si quisiera que alguien lo viera. Volteé a ver y vi a Amelia acercándose. —Oh, otra compañera que le gusta éste lugar —dijo la rubia pasando a sentarse a mi lado. —De hecho me gusta porque es barato —confesé. —. Y preparan muy buen café —dije y busqué los ojos de Dylan quién me sonrió con complicidad. —Que sincera —comentó la rubia. Su presencia me hizo sentir menos incómoda, suficiente tiempo pasaba a solas con el Ceo dentro de su oficina, como para vernos fuera también, no era malo ni arrogante, pero su presencia me ponía los pelos de punta y no entendía por qué, y cuando me miraba, Dios, me daba un apena terrible. Llegué a casa a tiempo para prepararle la cena a mi padre y que no se molestara, el trabajo me estaba ayudando a evitar enfrentármelo como de costumbre, sólo esperaba a que no se confiara tanto y me dejara con todos los gastos de la casa sólo porque ya tenía trabajo, conociéndolo, sabía que era capaz de ello. Me puse los lentes que utilizo para leer y empecé a trabajar, no solía hacer mucho en el día a día, antes cuando estaba en la universidad estudiaba muchísimo, ya cuando tuve que abandonarlo, lo que hacía era leer y aguantar las borracheras de mi padre. Mientras terminaba iba enviándole todo a Dylan, para que no se me olvidara ya que me había pasado el día anterior y lo hice de último momento. Acosté mi cabeza sobre el escritorio y descansé mi cabeza ahí por un rato. Aún no podía creer que tenía trabajo en una empresa tan famosa, me parecía imposible encontrar un trabajo de secretaria y terminé con algo mucho mejor. Escuché una notificación de mi celular y levanté la cabeza para tomarlo. “¿No debería estar dormida?” Abrí los ojos de la impresión, no esperaba que estuviera despierto a esas horas de la noche, por eso se lo envié sin miedo. “Disculpe, no pensé que estuviese despierto a éstas horas, por eso se lo envié” “Descansa ¿quieres? Vendrán días muy agitados” ¿Por qué era tan él conmigo? Actuaba tal y como el primer día que nos conocimos, no cambió su actitud a uno de jefe, ¿Por qué? “Está bien, que descanse” “Buenas noches, Luna” “LUNA” Ni siquiera usaba lo muy formal: señorita Luna. Sonreí y apagué la laptop, trencé mi cabello y me fui a la cama. Mi padre ni siquiera se molestó en venir a verme cuando llegó, no le di importancia, así era nuestra relación, un día normal, otras donde ni nos hablábamos y pocas nos tratábamos bien. No encontraba razón por la que no me quisiera hablar de mi familia, aparte de que era muy sospechoso, yo tenía derecho, no sabía si mi madre estaba viva o muerta, si tenía hermanos o no. Absolutamente nada. [...] Casi no me soltaba el cabello, por lo cual el peinado que más me hacía era una coleta alta o un pequeño moño bajito o alborotado. Con los pocos recursos que tenía, no tenía para comprarme ropa casi, por lo que usaba lo que tenía, planeaba compararme algo de ropa de calidad cuando recibiera mi primer pago y así ir mejor al trabajo. Amelia no me había dicho nada sobre la vestimenta suponía que podía usar lo que quisiera. Saludé a todos al llegar al tercer piso, no había intercambiado palabras con nadie hasta el momento, tampoco esperaba tener muchos amigos, pero debía llevarme bien con todos. Me senté en mi escritorio e inmediatamente empecé a trabajar. Llevaba conmigo el libro que estaba leyendo recientemente para leerlo mediante el camino de venida y de regreso. —¡Luna! —escuché alguien gritar mi nombre y levanté la cabeza de golpe. —Soy yo —alcé la mano, mirando a la chica de los lentes desde el pasillo cerca de la oficina de Dylan. —Te llama el jefe, te quiere en su oficina ahora —dijo con un tono muy serio y se marchó. No pude evitar asustarme, mi corazón empezó a latir con fuerza, cuando me ponía ansiosa no podía calmarme y me ponía muy mal. “No he hecho nada, no tengo de que preocuparme” me repetí a mí misma mientras me levantaba del escritorio. Me armé de valor y empecé a caminar sin miedo hacia la oficina, toqué y pasé al escuchar el adelante. —¿Ha pedido verme? —pregunté. —Sí —contestó. —. Siéntate —ordenó sin mirarme.
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