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— ¿Qué…? – murmuró él, sorprendido. Kaia respiró hondo. — Que esa niña que acaba de nacer es tu hija, Stefan. No tenía la intención de decírtelo, pero… no quiero que te maten si puedo hacer que sigas vivo – le confesó ella, con la mirada sobre las sábanas blancas de la cama del hospital. El alemán se quedó atónito, mirando a la joven que estaba tumbada, con la cama y luego giró la cabeza hacia la bebé que dormía tranquilamente en la cuna hospitalaria de cristal. De momento, comenzó a caminar y acercarse a ella, hasta que se quedó al lado de la cama de Kaia. Se sentó en el filo y depositó un suave y dulce beso en su frente. Ese gesto de cariño hizo que la castaña se sorprendiera, ya que era la primera vez que le mostraba afectos de cariño fuera de la cama y le besaba en la frente de

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