Capítulo 3. Una cita.

1567 Words
Durante la siguiente semana, Connor Hassel cumplió su promesa, después de salir del trabajo iba a ver a Regina y ocasionalmente se topaba en la entrada con ese tal Esteban, y aunque trataba de echar pleito, el guardaespaldas de Connor no lo dejaba acercarse más de dos metros, así que Connor simplemente lo ignoraba. Regina era una chica inteligente y sensible, aun le dolía moverse, pero su dolor era menos cuando llegaba ese misterioso hombre, había conocido muy poco de él, platicaban casi siempre de ella, y gracias a eso Connor supo que Regina estaba peleada con su madre, que no había terminado la preparatoria y que su única amiga la había traicionado, era una persona muy sola, lo cual era algo triste. Regina sin embargo solo sabía que Connor tenía 34 años, que tenía una hermana y que trabajaba todo el día en una oficina, eso era todo, no sabía más nada de él, no sabía cuál era su color favorito, la música que escuchaba, su comida preferida, o ¿Por qué a su edad aún no se había comprometido?. Esa noche cuando Connor llegó al hospital, Regina sonrío, hoy se veía aún más guapo, usando ese traje guinda y esa camisa blanca impecable, hoy no usaba corbata, pero aún así se veía muy formal. —Buenas tardes— dijo Connor. —Hola— dijo Regina un poco emocionada, había tenido pretendientes, pero nunca a alguien como él, aun no estaba segura de que él fuera su pretendiente, todo parecía indicar que él solo se preocupaba por ella, debido a que la había atropellado, no quería hacerse ilusiones tontas, él debía de tener mujeres bellísimas detrás de él. —¿Cómo te sientes?. —Estoy mejor. —Qué bueno— dijo Connor mientras admiraba el bonito rostro de la chica, ahora sus mejillas tenían más color, al igual que sus labios, tenía un fino mentón y un cuello delgado. —¿Ya comiste?. —Si, hace rato. —Bien, solo vine a verte, hoy no puedo quedarme. Regina sintió la decepción invadirla, pero no lo demostró. —¿Puedo preguntar por qué?. —Tengo una cita— respondió Connor sin decir que era una cita de trabajo, tendría una reunión y no podía posponerlo. —A… — dijo Regina aún más decepcionada, él saldría con una mujer, no sabía por qué eso le incomodaba tanto. —Pues suerte. —Mañana es domingo, podré venir desde temprano, hablé con el doctor, ya podrán darte de alta. Eso no emocionó en absoluto a la chica, ¿A dónde iría?. —Bien. Connor no sabía por qué ella se veía tan deprimida, tal vez pensaba en su ex esposo. —¿Quieres quedarte en mi casa?. —¿Qué?. —Quédate hasta que te recuperes por completo, y después ya veremos. —No, ¿Cómo cree?, no podría. —Por favor, déjame ayudarte, solo hasta que estés bien, ya contraté una enfermera que te ayudará en todo lo que necesites. —Yo no tengo como pagarle. —No te estoy cobrando nada. —Ya lo sé, muchas gracias. Connor miró que la chica estaba a punto de llorar y se acercó un poco a ella. —Escucha, cuando estés mejor buscaremos la manera de que pagues todo si así quieres, puedo conseguirte un empleo, así que ve esto como un adelanto, mi casa es grande, no me vas a incomodar, así que puedes quedarte el tiempo que quieras, hasta que encuentres un lugar que te guste. Era vergonzoso aceptar la ayuda de un desconocido, pero no podía rechazarlo, terminaría durmiendo en la calle si lo hacía. —Si, muchas gracias. Connor miró a su alrededor y luego miró a la chica en aquella cama. —Bien, nos vemos mañana entonces. —Si. ……......... A la mañana siguiente Regina se levantó muy temprano, hoy amaneció con un humor diferente, hacía muchos años que algo no la emocionaba a tal punto de quererse ver bien, con la ayuda de una enfermera se levantó de la cama y fue al baño, se miró al espejo y se sintió muy mal, su cabello estaba enmarañado, y tenía unas ojeras horribles, tenía los labios secos y su vestimenta constaba de esa bata blanca sin chiste. Se lavó la cara y los dientes y salió del baño, regresó a la cama y lanzó un suspiro, suspiro que fue escuchado por la enfermera que arreglaba todo. Esa habitación debía estar limpia, pues así había sido ordenado por los superiores, nadie sabía quién era realmente la mujer que ocupaba aquella cama, pero si sabían quién era el hombre que llegaba a visitarla. —¿Está todo bien?—preguntó la enfermera con amabilidad. —Si… bueno, es que me siento un poco mal, no he podido cepillarme el cabello y no he podido ponerme ni un poco de bálsamo en mis labios, no quiero molestar más a la persona que me ayuda, no quiero ser encajosa. —Yo puedo ayudarte, no tengo maquillaje, pero puedo conseguirte un cepillo y un labial. El rostro de Regina se iluminó por completo. —¿De verdad?. —Si, espérame aquí un momento. La enfermera salió y Regina miró por la ventana, aún estaba oscuro, era muy temprano. «Una cita», ese guapo hombre debió de haber tenido una cita muy emocionante, de seguro con una mujer rubia despampanante, una modelo quizá. Decidió no pensar en esas cosas que sólo la molestaban como una espina encajada en el pulgar. La enfermera llegó con el cepillo y un labial y Regina por fin pudo cepillar su cabello y peinarlo, se hizo una trenza de lado con algunos mechones de cabello desprolijos, se puso un poco de labial y se sintió lista, la misma enfermera le regaló un poco de perfume y gracias a eso su ánimo mejoró mucho. Cuando Connor llegó quedó un poco sorprendido, ya sabía que Regina era una chica bonita, pero al verla con ese peinado y con ese labial se dio cuenta de que la había subestimado. —Buenos días— dijo mientras cerraba la puerta. Regina ya sabía que Connor era un hombre maduro, con esos trajes él siempre lucía, tan formal, tan impecable y culto, pero hoy solo usaba una camisa blanca y unos pantalones negros, algo más informal, se veía más joven, su tez caucásica resaltaba más. —Hola. —Te vez bien— dijo Connor mientras la admiraba. —Una enfermera me prestó su cepillo. Connor se dio cuenta de que había sido muy descuidado, no había traído nada para Regina, ella era una mujer, necesitaba cosas de mujeres. —Discúlpame. —¿Por qué?—Preguntó Regina un poco confundida. —Permíteme un momento, necesito hacer una llamada — dijo Connor y salió de la habitación, llamó a su asistente y le dio indicaciones específicas de algo. Volvió a entrar y miró a Regina quien estaba mirando por la ventana. —¿Te quieres ir hoy?. Ella lo miró y dudó en responder, ya quería irse de aquel hospital, pero no quería ser una carga para un desconocido, tal vez tendría que llamar a su madre y disculparse, rogar por qué la perdonara y por qué le diera asilo. O volver con Esteban, ella no quería hacer ningúna de las dos cosas. —Si, eso sería genial. —Entonces hablaré con el doctor, para que te den el alta. Connor era un ángel, Regina estaba agradecida sinceramente con él y por supuesto quería pagarle todo. Cuando llegó a la casa de Connor quedó anonadada, él había mentido, no era una cas agrande, era una casa súper grande, debía de tener al menos 10 habitaciones y tres baños, una sala enorme y un comedor de lujo. —¿Está es tu casa?. Connor miró a Regina y asintió. —Si, también es tu casa de ahora en adelante. —¿En qué dijiste que trabajas? —preguntó ella mientras veía por la ventana, el jardín era hermoso, había un hombre podando el césped y otro más platicando con él. —En una empresa de alimentos enlatados. —¿Alimentos enlatados?. —Si, distribuimos a todas los centros comerciales del país, y en cuarenta países alrededor del mundo, tenemos atún, verduras, granos y semillas, chiles, etcétera y estamos por lanzar un nuevo producto… en fin, no es tan interesante. —¡Vaya!. —Cuando estés mejor te daré un tour por la empresa. —¿Podemos?. —Si, yo supongo que si. Regina pensó que tal vez Connor era algún ejecutivo de aquella empresa, jamás imaginó que estaba frente al mismo dueño. Estacionaron frente a la casa y el chofer se apresuró a bajar, abrió la puerta del lado de Regina y sonrió avergonzado. —Discúlpeme por haberla atropellado. —No se preocupe, yo fui la tonta que no se fijó, usted discúlpeme a mi. El chofer sonrió y asintió. —Disculpada. De la cajuela bajó una silla de ruedas y Regina la miró con horror, no quería subirse en esa cosa y Connor se dio cuenta de ello. Así que sin pedir permiso se inclinó para cargarla. Eso tomo por sorpresa a Regina, sentir sus manos tocándola y cuando fue cargada su cuerpo quedó pegado al de ese hombre, se sintió avergonzada, sintió una ola de calor que la invadió de pies a cabeza, una sensación agradable, era la primera vez que se sentía protegida.
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