Capítulo 2. Lo que un hombre con dinero puede hacer.

1291 Words
—¿Pero tú estas bien?. La hermana menor de Connor lo llamó apenas se enteró del incidente, se había preocupado tanto que había decidido dejar su negocio e ir a verlo a la oficina. —Estoy bien, no fui yo el afectado. —¿Y como esta la mujer?. —No lo sé, la llevaron al hospital, pero se veía delicada, pasaré en la noche para verla y ayudar a su familia en lo que necesiten. —Si, has eso. —Ya no te preocupes más. La hermana de Connor sonrió y asintió, —Te dejo trabajar entonces, si necesitas algo por favor llámame. Connor continuó su día laboral como de costumbre, pero no podía evitar estar preocupado por el estado en el que se encontraba aquella chica, así que llamó a su asistente y le dio órdenes de investigar cómo se encontraba ella, media hora después el asistente le dijo que la chica estaba fuera de peligro, que sólo se había fracturado una costilla y que lo demás eran raspones y moretones, unas semanas de reposo y estaría bien, pero aún no había despertado. Aquello era una buena noticia, así que no dudó en ir a verla después del trabajo. En el hospital se enteró que la chica no contaba con seguro médico, y que la iban a mandar a otro hospital. Connor no dudó en pagar todos los gastos, así que esperaba que la atendieran bien sin importar el costo. Cuando llegó a la habitación de la chica miró que ella estaba sola, era un poco triste ver a alguien tan joven sin nadie que cuidara de ella, fue ahí que la vio más de cerca, habían limpiado su rostro, así que se veía aún más hermosa y delicada, como una flor marchita que necesitaba agua y amor para poder lucir radiante, ¿Por qué ella?. Connor tenía esa pregunta en su cabeza, ¿Por qué ella lo había impactado tanto?, no sabía, pero quería estar con esa desconocida y saber todo sobre ella. —¿Qué hace usted aquí?—preguntó una voz detrás de Connor. Había olvidado un pequeño detalle, ella estaba casada. Connor se giró con lentitud y miró a ese muchacho. —Vine a hacer lo que tú no puedes. —¿Disculpe?. —No tengo por qué darte explicaciones a ti, en todo caso se las daré a ella cuando despierte. —¿Cómo se atreve?, todavía de que la atropella, usted solo está libre por que tiene dinero, de lo contrario ya estaría refundido en la cárcel. Connor sonrió y miró a la chica en aquella cama, —Si tengo dinero, y te enseñaré lo que un hombre con dinero puede hacer—terminó de decir para después salir de aquella habitación. Esteban no entendió a que se refería ese hombre, pero después le quedó más que claro, esa misma noche el personal lo sacó del hospital, le habían prohibido entrar, él por supuesto se molestó y protestó, pero aún así no lo dejaron pasar, sin más que hacer tuvo que ir a su departamento, Esteban no tenía dinero para un abogado, así que hizo lo único que se le ocurrió, llamar a Allison. Mientras tanto esa misma noche, Connor volvió al hospital, entró a la habitación de la chica y se quitó el saco, se puso cómodo y sacó su laptop, tenía trabajo que hacer y no podía ir a casa y hacerlo desde ahí, pues no dejaba de pensar en ella. Cuando Regina despertó sintió un inmenso dolor en el abdomen y en los brazos, apenas podía recordar lo que había pasado, miró a su alrededor con lentitud y su mirada se detuvo en aquel caballero que parecía estar dormido, ¿Quién era él?. Tal vez un doctor, aunque no tenía la apariencia de uno, parecía alguien con dinero, Regina se limpió los ojos y se acomodó el cabello, un instinto que tuvo al ver a alguien tan guapo, trató de acomodarse un poco y aquel pequeño movimiento hizo que todo el cuerpo le doliera con crueldad. —No te esfuerces tanto. Aquella voz masculina se llevó todas sus dolencias, miró al hombre que estaba sentado frente a ella y quedó sin aliento, tenía unos ojos verdes impresionantes y un rostro sin igual, nada que ella hubiese visto antes. —¿Quién es usted? — se animó a preguntar. —Mi nombre es Connor. —¿Qué hace aquí?. —Mi chofer te atropelló, no fue apropósito, solo quería ver como estabas, no tienes seguro médico, no te preocupes por eso, voy a encargarme de todo. Regina se sintió avergonzada, sabía que no había sido la culpa de aquel hombre que ella resultara atropellada, ella había cruzado la calle sin ver, todo por culpa de ese… Regina miró a su alrededor, ¿Dónde estaba él?, ¿Tan malo había sido que ni siquiera fue a verla?, ¿Dónde estaba Esteban? —No hace falta que pague nada, me voy ahora mismo— dijo Regina y trató de levantarse de la cama, pero no imaginó que su cuerpo doliera tanto, Connor solo miró como ella trató de levantarse, pero hizo un gesto de dolor que lo preocupó de inmediato. —¿Qué haces?. —No quiero ser una molestia. —Si lo fueras, yo no estaría aquí, ahora recuéstate y quédate quieta. Regina miró al hombre que estaba de pie junto a ella y trató de no suspirar, asintió y se recostó de nuevo en la cama, él había dado una orden y era difícil desobedecer. —Soy Regina. —Es un gusto conocerte, aun en estas circunstancias, me alegra haberte conocido. Regina asintió y miró el anillo en su dedo, ahora en lugar de una promesa de amor, parecía una burla de mal gusto, así que se lo quitó y lo arrojó lejos de ella, respiró hondo y trató de no llorar, no sabía que le dolía más, si él alma o el cuerpo. —Lo siento mucho — dijo Connor mientras veía su dedo libre de aquella atadura. —Es mejor así. —Si, es mejor así—mencionó él. Regina lo miró y sintió mucha curiosidad, pero no quería ser imprudente. —Disculpe, ¿A que se dedica usted?. —Trabajo en una oficina —respondió Connor sin darle tanta importancia a su cargo. —A, ya veo, es que usted luce muy formal, así que tenía curiosidad. —¿Tú a qué te dedicas?. Regina agachó la cabeza y sonrió con amargura. —Soy cajera… bueno, era, me despidieron esta mañana, así que por eso llegué más temprano a casa, cuando llegué miré a mi esposo, con mi mejor amiga, mi día no puede ser peor, me corrieron, me engañaron y me atropellaron, ¿Genial no?. —Mi madre decía que… las cosas pasan por una buena razón. Regina sonrió y alzó la cabeza. —Espero que si, ahora no se que haré. —¿Con respecto a que?. —No tengo casa, ni trabajo, ni esposo, ni nada—respondió Regina muy triste. —Tengo todo eso que te falta, casa, trabajo… —No quiero causarle más problemas—interrumpió ella muy avergonzada por estarse quejando con un desconocido. —Ya te dije que no eres una molestia. —Gracias señor Connor. —Solo dime Connor, te vez muy joven, ¿Qué edad tienes?. —Veintidós. —Si, lo suponía. —¿Y usted?. —Treinta y cuatro. —Oh. —Doce años—Mencionó Connor en voz baja. —¿Qué?. —Nada, descansa, vendré mañana para ver como sigues. —No es necesario. Connor sonrió y fue a tomar sus cosas. —No importa si lo es, igual voy a hacerlo, nos vemos mañana.
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