Veo como sus labios se mueven hablando, sonriendo, como la blusa que lleva justo ahora cubre la desnudez qué horas antes ví, la misma que ví aquella noche en el hotel.
La cadena que lleva hoy brilla contrastando su piel. Esa maldita piel tan blanca que no puedo dejar de verla. De pronto sus ojos se fijan en mi y parpadea confundida, luego, de manera lejana, escucho la voz de Vanessa llamarme.
—¿Liam? ¿Qué ocurre?
—Lo siento, estaba pensando y creo que me sumergí demasiado en mis pensamientos.
—Es una suerte que yo esté aquí para traerte de vuelta. –asegura y besa mis labios de manera lenta.
Abro los ojos antes de terminar el beso y puedo ver a Alexandra caminando lejos de la mesa. Ni siquiera hizo ruido.
Vanessa se separa y me sonríe tiernamente.
—¿Realmente estás bien? Te noto algo distante el día de hoy. ¿Es porque decidí trabajar con Alexandra?
—No, no es eso...bueno no del todo. Pero no me mal intérpretes, me encanta poder verte todo el día desde mi oficina pero, pasará muy poco tiempo para que alguien vaya y le diga a tus padres que estás trabajando en mi empresa.
»Me aterra ser señalado y que digan que estás haciéndolo porque yo no soy capaz de cubrir tus necesidades por mi mismo. ¿Te imaginas que suceda eso? Estaría en la boca de todos, sobre todo de tu padre.
—Oh Liam, lamento que eso te haga sentir así pero sabes que yo sería incapaz de pensar eso.
—Pero ellos no, Vanessa. Ellos están esperando la más mínima oportunidad para echarme en cara que aún teniendo lo que tengo y siendo quién soy no es suficiente para tus padres y su maldita sociedad. Todos son unos idiotas que te miran por encima del hombro sintiéndose superiores, son solo bazofia.
—Te recuerdo que yo pertenezco a esa sociedad, y es mi familia de la que estás hablando Liam.
—Y sabes que no miento. Tú eres la excepción y siento que solo es porque estamos juntos, sino serías una más de ellos.
Vanessa levanta las cejas sorprendida pero puedo notar un poco de decepción en sus ojos.
—Debo irme, mi círculo social de escorias me espera para ir a ver el vestido de novia. Aunque si somos demasiado repugnantes para ti, puedes cambiar de opinión, a final de cuentas aún tienes el anillo en tus manos. –asegura antes de irse sin decir más.
Yo resoplo frustrado porque no sé qué carajos está pasando. Puedo ver qué Alexandra la detiene y ella niega, se abrazan y ella le dice algo que claramente no alcanzo a oír. Pero debe ser bueno o mi prometida no habría sonreído de esa manera.
Alexandra se acerca a la mesa y se sienta en su lugar. Acomoda su cabello y bebe de su agua con lentitud, yo me vuelvo a embelesar con ella, es como si me encontrara en un trance constante cuando la veo.
—¿Puedes acompañarme a ver mi nuevo departamento? No quisiera ir sola y dado que Nessa se fue...
—¿Te mudaras? –es lo único que alcanzo a preguntar, ella asiente.
—Si, mi padre insistió en que tuviera mi propio lugar y más privacidad por si...–se detiene y sus mejillas se sonrojan.
—¿Por si qué? –la insto a que siga hablando.
—Mi padre quiere que encuentre a alguien. Tiene la idea de hacer una fiesta este fin de semana para presentarme algunos hijos de socios.
—¿Tú estás de acuerdo con eso? Me refiero a que si estás de acuerdo con que te presente a esos hombres con la intención de que uno te elija como si fueras un trofeo o algo peor.
—Si ese alguien es como tú, te juro que no me importaría. –dice y abre los ojos con sorpresa–, lo siento, no quiero incomodarte. Creí que lo había pensado.
—¿En verdad piensas que alguien como yo vale tanto la pena?
—Alguien como tú no vale tanto la pena. Tú eres el que lo vale, y muchísimo. Tienes tantas cualidades que...lo siento de nuevo, no quiero ser inapropiada.
—Descuida, si puedo ser honesto me gusta oírte decir eso. No siempre soy tan bien valorado.
—Conmigo siempre serás bien valorado, y sobre todo te lo haré saber, me gusta ver cómo te sonrojas. –dice poniendo su mano sobre la mía–, ¿Entonces me acompañas?
—Hasta el mismo infierno si me lo pides. –respondo y su sonrisa se curva haciéndola ver no bonita sino caliente.
—¿Tú conduces?
—Claro, pediré que pasen por tu auto y...
—O podemos ir en el mío y que pasen por el tuyo. Mi padre necesita saber dónde estoy.
—De acuerdo, vamos.
Pago la cuenta y salimos del restaurante directo al coche de Alexandra, la idea de avisarle a Vanessa cruza por mi mente pero supongo que estará molesta y necesita su espacio, así que se lo daré.
****
Una lluvia horrible azotó el lugar a donde llegamos, el coche se quedó sin gasolina y tuvimos que caminar un poco, lo que ocasionó que terminaramos mojados.
A Alexandra no parece molestarle, de hecho se veía feliz con ello. Savannah odiaba la lluvia, pero Alexandra la disfrutó como si hubiese sido lo mejor de la vida.
—Esta helado justo ahora. –dice llamando mi atención, la blusa que lleva se pega a su cuerpo y deja ver su sostén. Yo trago saliva pesadamente.
—¿Tienes ropa aquí?
—Creo que sí, iré a darme una ducha rápida y a quitarme esto, luego puedes hacerlo tú. –dice y se pierde por el pasillo.
Yo asiento y observo todo a mi alrededor.
No cabe duda que Alexandra tiene muy buen gusto, las paredes son decoradas con arte precioso, miro embelesado todo porque todo es justo como a mí me gustaría vivir.
Incluso el aroma de este lugar es tan agradable, podría acostumbrarme a vivir así, en una casa como esta, con ella.
Alexandra se aclara la garganta y yo me giro para verla.
—Es precioso, ¿verdad? –cuestiona secándose el cabello mientras mis ojos la ven de pues a cabeza.
Lleva un pequeño short que apenas cubre lo necesario, una blusa fina de tirantes y va descalza. Se ve tan primitiva esa imagen, tanto como mis pensamientos.
Una ráfaga de aire frío entra y su piel se eriza junto a sus pechos. No puedo evitar mirar más de la cuenta en esa zona aunque ella aún no es consiente de mi mirada.
—Conseguí estos, son nuevos pero es todo lo que hay. –me muestra un par de bóxers empaquetados.
—Sera suficiente, mejor que permanecer mojado. Volveré pronto.
—No iré a ningún lado. –se acerca hasta mí y me entrega el paquete de ropa interior que tiene en sus manos.
Yo la vuelvo a mirar, trato de despegar mis ojos de ella pero no puedo. Bajo la mirada hacia su cuello y un poco más abajo.
Sus pezones están duros, erguidos. Casi llamándome para tocarlos, probarlos, sentirlos...
—¿Debo preocuparme cada vez que parece que tus pensamientos son más fuertes que tú? –dice trayendome de vuelta.
—No me importaría perderme en ellos, Alexandra. A veces ese tipo de pensamientos me hacen sentir culpable pero no arrepentido.
—¿Puedo saber de qué se tratan? –cuestiona y uno de los tirantes de su blusa cae por su hombro.
—Iré a bañarme, ya vuelvo.
Camino hasta el maldito baño ocultando la vergonzosa ere.cción que comenzaba a notarse. Menos mal que ella no pudo verla está vez.
****
Una vez que terminé de bañarme, y después de casi media hora bajo el chorro de agua helada, salgo hasta la sala vistiendo solo bóxers en lo que nuestra ropa se seca.
No es lo que yo hubiese querido vestir en el departamento de Alexandra y menos en su presencia, pero no tuve opción.
Carraspeo llamando su atención, ella enciende la fogata para entrar en calor pues la lluvia se hizo aún más fuerte y la temperatura bajó considerablemente.
—¿Quieres una blusa como está? –cuestiona señalando la que trae puesta–, te quedará ajustada pero por lo menos no estarás desnudo y además siento que te quedaría bien.
—Te lo agradezco pero sin afán de sonar presumido, está espalda haría pedazos tu blusa. En una espalda grande.
—Lo es, y no olvidemos tus hombros anchos y tu pecho, por muy bonita que se te vería, intuyo que ni siquiera pasaría de aquí. –toca mis brazos y yo me estremezco todo.
Alexandra recorre mi brazo con la yema de sus dedos y sube hasta mi pecho. Traza una línea sobre mi pero ahora ya no es un dedo quien me acaricia sino su mano entera.
Su mano es delicada y pequeña, sin embargo se siente tan glorioso como si de un ángel se tratase.
—Alexandra. –advierto cuendo su mano se detiene justo por encima de mi ombligo.
—¿Liam?
—No puedo.
Ella aleja su mano de mi y siento un vuelvo en el pecho cuando la veo sonreír de manera tierna.
—Lo lamento, yo...parecía estar en un trance cuando te vi.
—Tambien me pasa, descuida. ¿Tienes lo necesario para preparar café?
—Sí, hay de todo. Lo único que falta es mi ropa, espero llegue pronto.
—La lluvia bajara y la ropa se secará pronto y podremos irnos.
—Eso espero. –murmura antes de ir a sentarse al sofá.
Yo me alejo en dirección a la cocina porque si no me alejo quien sabe lo que pueda suceder.
Preparo dos tazas de café y tomo algunos bocadillos. Los llevo hasta la sala y puedo ver a Alexandra en el sofá, abrazada de sus piernas mientras frota sus brazos con las manos.
—El café te ayudará a entrar en calor.
—Lo dudo, solo va a quitarme el sueño, por eso evito beberlo.
—Perdona, no sabía que...
—No te preocupes Liam, ¿Cómo ibas a saberlo? Mejor siéntate a mi lado, puede que así sienta menos frío. ¿Podrías?
Asiento dejando las cosas en la mesita más cercana y pese a todo pronóstico, me siento a su lado en el sofá. Su piel realmente esta fría, no hay abrigos, vayas de baño y la única toalla está mojada porque ambos nos bañamos.
Ni siquiera los colchones de las camas tienen cobijas o sábanas que pueda usar, si la lluvia no para será una noche helada.
—¿Quieres ir más cerca de la chimenea?
—¿Podrías llevarme? Siento que mis pies se romperán. Soy muy sensible al frío.
Asiento y la tomo entre mis brazos para llevarnos hasta la chimenea. Hago el amago de bajarla pero ella niega y muestra sus pies, así que como puedo bajo hasta el suelo y logro sentarme pero en un movimiento ella queda sobre mi.
Me siento de manera rápida golpeando torpemente sus labios, me golpeo mentalmente por ser tan idiota.
—¿Estas bien?
—¿Por qué siempre terminas golpeándome? –cuestiona pero sonríe.
—Suelo ser demasiado patoso cuando me pongo nervioso. –confieso y es cuando me doy cuánta de ella sentada en mi regazo.
—Eres divertido cuando te pones nervioso, además te hace ver tierno. –murmura cerca de mis labios–, pero eso no te va a salvar de que me des un besito por el golpe, realmente duele muchísimo.
Observo su labio que ahora tiene una pequeña marca rojiza en el.
Alexandra enreda sus manos en mi cuello y se acomoda en mi regazo haciendo que algo despierte en mi. Llevo mis manos hasta enredarlas en su cuerpo mientras acerco mis labios a los suyos.
Sus ojos me hacen olvidar todo, no sé quién carajos soy, he perdido mi identidad ante la mirada de esta mujer y ahora ya ni siquiera me importa si es Alexandra o Savannah, solo hay una manera de comprobar que no estoy loco y es está.
—¿Solo un beso? –cuestiono y me sorprende el tono de mi voz.
—Solo un besito. –murmura.
Acerco mis labios a los suyos y la beso, al principio solo es una ligera presión sobre sus labios pero conforme pasan los segundos y su boca se mueve sobre la mía, el beso se vuelve necesitado y entonces mi cuerpo despierta.
Soy consciente del cambio de posición y cuando siento sus piernas a cada lado de mi cuerpo sé que no podré parar. Aunque siendo honesto ya no quiero.