Punto de vista de Lilith
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El silencio en la habitación parecía apoderarse de todo. Frente a mí estaba mi abuelo, un hombre cuya presencia llenaba el espacio como un peso tangible. Su mirada verde, idéntica a la mía, estaba fija en mí, y no podía evitar sentirme como una niña atrapada en un juego donde no entendía las reglas.
—Lilith, hay algo que debo decirte —empezó, con esa voz firme y pausada que solo los hombres acostumbrados al poder pueden tener.
—¿Qué cosa? —respondí, intentando mantener la calma, aunque el temblor en mis manos me traicionaba.
El abuelo tomó un sorbo de su café, como si estuviera reuniendo las palabras adecuadas. Yo, mientras tanto, sentía que mi paciencia estaba a punto de explotar.
—He estado detrás de ciertos... inconvenientes que tu espos
